El minutero caminaba lentamente a la izquierda. Henry clavó los ojos en el reloj eran las once y treinta y tres minutos. Se sintió desesperada estaba loca si iba pasar sentada toda la noche observando el reloj. Tenía que hacer algo.
Ella corrió a toda velocidad arriba para su cuarto, no sabia a ciencia cierta que iba a hacer hasta que abrió de golpe su armario y vio sus pantalones de hombre y su chaqueta bien guardados en la gaveta de arriba. Como si la criada había estado intentando esconderlos. Henry recogió las prendas de vestir y las manoseó pensativamente. La chaqueta era azul oscuro y los pantalones, gris carbón. Ambos se mezclaban bien dentro de la noche.
Su decisión estaba hecha, precipitadamente se encogió de hombros se quito su traje de noche y se puso encima el atavío masculino, deslizando una llave de la casa en el bolsillo de sus pantalones. Ella se peino en una cola de caballo y entonces se enderezo el cuello de la chaqueta. Si alguien la miraba de lejos la confundiría con un chico, pero principalmente no quería atraer miradas de nadie.
Ella puso su mano en la manija de la puerta, entonces recordó cómo estaba obsesionada con la hora mientras estaba en la en la biblioteca. Regresó corriendo a su cuarto, tomo un reloj muy pequeño que estaba sentado sobre su tocador, y corrió de regreso a la puerta. Escondiéndose para que nadie que pasara por el pasillo la viera, averiguó que estaba vacío y salió corriendo. Bajo las escaleras y salio por la puerta sin ser notada. Camino rápidamente asegurándose de ir por donde conocía. Mayfair era la parte más segura de la cuidad, pero una mujer todavía no podría ser demasiado precavida. Habia un lugar con algunos coches calles arriba. Estaba obligaba a ir Bloomsbury, esperar un rato ver la casa de Christine Fowler, y entonces volver a Mayfair.
Ella alcanzó su destino rápidamente, su mano todavía agarrando firmemente el reloj. Recorriendolo con la mirada, vio que eran 11:44. Ella tenía que cruzar la ciudad rápidamente.
Habia varios coches calle arriba, y Henry brincó en el primero, dándole la dirección de Christine Fowler al conductor.
– "Por favor puede ir rápido," -Ella dijo sucintamente, intentando imitar el tono altivo de Dunford cuando quería tener algo inmediatamente.
El conductor dio vuelta encima de Calle de la Oxford, entonces siguió a lo largo de esa vía por varios minutos hasta que él viro por una serie de calles hasta llegar a Russell Square.
– "Aquí es," – dijo él, obviamente esperándola para ayudarle a bajar.
Henry recorrió con la mirada el reloj. 11:56. Dunford no había llegado aún. Él era sumamente puntual pero talvez no quería incomodar a sus anfitriones saliendo muy pronto. -"Er, sólo esperaré un momento," -Ella gritó. -" Conozco a alguien, y él no esta aquí aún".
– " Le costará más".-
– " Le pagare espere un rato".
El conductor se fijó bien en ella, decidió que sólo alguien con dinero podría vestirse con tan escandaloso atavío, y esperar con un cliente en Bloomsbury era más fácil que buscar otro.
Henry clavó los ojos en su reloj pequeño, observar el minutero lentamente pasar rápidamente hacia lo doce. Finalmente ella oyó el ruido de cascos de caballos, acomodándose mejor, reconoció el carruaje viniendo calle abajo como el de Dunford.
Ella contuvo su aliento. Él dio un paso abajo, viéndose muy elegante y, como siempre, bello como el sol. Exhaló con un suspiro irritado. Su amante no iba a querer dejarle ir cuando él se veía así.
– ¿"Esa es la persona que espera "?- El conductor preguntó.
– "No realmente," – ella mintió. -" Voy a tener que esperar más tiempo".-
Él se encogió de hombros. -" Espero que me pague bien".-
Dunford subió por las gradas y llamó a la puerta. El sonido de la aldaba pesada del latón hizo eco calle abajo, poniendo nerviosa a Henry al oír el ruido. Ella presionó su cara en la ventana. Christine Fowler probablemente tenía a un criado para atender la puerta, pero Henry quiso ver a la mujer por si acaso.
La puerta estaba abierta para revelarle a una mujer alarmantemente preciosa con pelo grueso, negro que cayó en cascada bajo unos hermosos rizos sedosos. Ella obviamente no estaba vestida para recibir a las visitas ordinarias. Henry miró hacia su atavío decididamente no femenino, e intenta ignorar la terrible sensación en su estómago.
Poco antes que la puerta se cierre, Christine colocó su mano detrás de la cabeza de Dunford, besándolo suavemente. Henry presiono sus puños de con fuerza. La puerta se cerro antes de que ella podría ver si se besaron profundamente.
Ella miró hacia abajo en sus manos. Sus uñas habían sacado sangre en sus palmas.
– " No fue su error," ella masculló y luego suspiro quedamente. -"Él no inició el beso. No fue su error ".-
– ¿Usted dijo algo? – El conductor pregunto.
– ¡"no"!-
Él se recostó, obviamente decidiendo todas sus teorías acerca de lo complicadas que eran las mujeres en general habían sido confirmadas.
Henry golpeó ligeramente su mano nerviosamente en contra de su asiento. -¿Cuánto tiempo se requería para decirle a Christine que tenia que encontrar un protector nuevo? ¿Quince minutos? ¿Una media hora? Seguramente no más tiempo que eso. Cuarenta y cinco minutos, quizá, simplemente para ser generosos, en caso que él tenga disposiciones monetarias para ella. A Henry en particular no le importó cuánto oro le dio a ella, con tal que él se librase de esa mujer para siempre.
Requiriendo de una respiración profundo para intentar controlar la tensión que corría a toda a velocidad a través de ella, Henry colocó el reloj en su regazo. Ella clavó los ojos en el hasta vio doble, y sus ojos se humedecieron. Observó el reloj eran las doce y cuarto y entonces se dijo a sí misma severamente que había sido muy optimista; Él posiblemente no podía acabar sus asuntos en sólo quince minutos.
Ella observó cuando el minutero fue más abajo, deteniéndose en el seis. Ella tragó con inquietud, diciéndose que su prometido era buen hombre, él quería anunciarle la noticia a su amante amablemente. Eso debe ser por lo que tardaba tanto tiempo.
Otro quince minutos pasaron, y ella contuvo un sollozo. Aun el más amable de los hombres pudo haberse deshecho de una amante en cuarenta y cinco minutos.
En alguna parte de la distancia un reloj golpeó la una. Luego golpeó dos. Y entonces, increíblemente, tres juego de campanas se oyeron. Henry finalmente cedió a su desesperación, despertó al conductor dormido en la parte trasera, y dijo, -"Grosvenor Square, por favor".-
Él asintió con la cabeza, y se fueron. Ella se quedó mirando directamente la casa, con sus ojos llorosos y un terrible vació y desilusión. Podía haber una sola razón por la que un hombre pasa tanto tiempo con su amante. Él no había salido luego de tres horas. Recordó sus pocos momentos hurtados en su dormitorio en Westonbirt. Él ciertamente no había estado con ella por tres horas.
Después de todo esto, todas estas lecciones de cómo comportarse con moderación, conveniencia y gracia femenina, no fueron suficientemente para mantener su interés. Ella nunca podría ser más que lo que era. Había sido una demente para pensar que aun podría intentar conquistarlo.
En cuanto el coche dejo a Henry a unas casas cercanas a la mansión Blydon. Le dio al conductor más monedas más de lo que era necesario y caminó prudentemente hacia la casa. Se metió silenciosamente dentro de ella y fue hasta su cuarto, donde se quito sus ropas, las pateó debajo de la cama, y se puso encima un camisón. El primero que agarró fue el mismo que había usado cuando ella y Dunford tuvieron… No, no podía llevarlo puesto otra vez. Parecía enmugrecido en cierta forma. Lo embrolló y lo echó adentro del fogón, agarrando otro.
Su cuarto estaba caliente, pero ella temblaba como una hoja.