Tu estimada amiga,
Henrietta Barrett
Henry temblaba cuando doblo la carta y la deslizó en un sobre dirigido a "Lord Stannage". Antes de que ella tuviese una probabilidad para volver a pensar en sus acciones, bajo las escaleras y la colocó en manos de un lacayo con instrucciones de entregarlo inmediatamente.
Entonces ella dio la vuelta y empezó a regresar a su habitación sin fuerzas para volver a subir. Logró llegar por medio de ardua voluntad a su cuarto, y cerró su puerta, y yació en su cama.
Ella se acurrucó en posición fetal a llorar y paso así por horas.
Dunford sonrió cuando su mayordomo le dio el sobre blanco. Cuando él lo recogió de la bandeja de plata, reconoció la escritura de Henry. Pensó, que su escritura era limpia y directa sin decoraciones floridas como ella.
Rompió el sello y abrió el sobre, desdoblando la nota.
Mi estimada Rosalind...
La tonta chica había confundido los sobres y puso las cartas equivocadamente. Dunford esperó que él fuese la razón para su distracción poco característica de su personalidad. Él comenzó a cerrar la carta, pero entonces divisó su nombre. La curiosidad pudo más que sus escrúpulos, y empezó a leer.
Algunos momentos más tarde la carta se zafó de sus dedos entumecidos y cayo al suelo.
Por supuesto que me caso con él por mi amado y adorado Stannage Park…
Por supuesto que me caso con él por mi amado y adorado Stannage Park…
Por supuesto que me caso con él por mi amado y adorado Stannage Park…
Dios mió, ¿ qué hizo? Ella no le amaba. Nunca lo había amado. Probablemente nunca lo haría.
Cómo ha debido haberse reído ella. Él se hundió de vuelta en una silla. No, ella no se habría reído. A pesar de su comportamiento calculador, no era cruel. Simplemente quiso más a Stannage Park más de lo que podría amar alguien.
Lo de él era un amor que nunca podría ser correspondido. Dios mío, era irónico. Todavía la amó. Aun después de esto, todavía la amaba. Estaba tan furioso con ella que quería odiarla, pero todavía la amaba. ¿Qué diablos iba a hacer?
Él se tambaleó y se sirvió un trago, olvidando el hecho que no estaba acostumbrado a beber en las mañanas. Sus dedos agarraron firmemente el vaso tan apretadamente que se asombro que no se quebró. Él tomo la bebida y como no lo alivio tomo otra.
Él imaginó su cara, su cejas altivas sobre esos ojos de plata espectaculares. Podría ver su pelo, podría detectar cada uno de sus rizos con sus múltiples colores desde la luminosidad dorada hasta la profundidad café. Y en ese entonces su boca estuvo siempre en movimiento, sonriendo, riéndose, haciendo pucheros.
Besando.
Él podría sentirse sus labios debajo de los de él. Habían sido tan suaves y llenos y tan ansiosos por responder. Su cuerpo se endureció cuando recordó el puro éxtasis de su toque. Ella era una niña, pero instintivamente supo como incitar su pasión.
Él la amaba.
Él la amaba con una intensidad tan fuerte que amenazaba por absorberle.
Él no podía romper el compromiso aún. Tenía que verla una última vez. Tenía que tocarla y ver si él podía resistir esa tortura.
¿La amaba lo suficiente como para casarse sabiendo que no lo quería sabiendo que lo manipulo?
¿La odiaba lo suficiente para casarse con ella simplemente para controlarla y castigarla por lo que le había herido?
Simplemente una vez más.
Él tenía que verla simplemente una vez más. En ese momento sabría que hacer.
Capítulo 22
– "Lord Stannage esta aquí para verla, Srta. Barrett".-
El corazón de Henry golpeo ruidosamente en su pecho ante el anuncio del mayordomo.
– ¿"Le diré que usted no está en casa? -El mayordomo preguntó, notando su vacilación.
– "No, no," ella contestó, nerviosamente mojando sus labios. " Estaré abajo en uno minutos". Henry colocó sobre la mesa la carta que había estado escribiendo a Emma. La Duquesa de Ashbourne probablemente retiraría su amistad con Henry una vez la noticia del compromiso arruinado salga a la luz. Henry había decidido que le gustaría enviar una última carta mientras todavía podía contar con la amistad de Emma.
Esto es todo, ella dijo más para sí misma, intentando combatir el sentimiento asfixiante en su garganta. Él te odia ahora. Supo que le había lastimado, quizá tanto como él la había lastimado a ella.
Estaba parada, planchando con la mano los pliegues de su vestido amarillo pálido. Era el mismo que él le había comprado en Truro. No estaba segura por qué le había dado a su criada instrucciones de sacar aquél vestido del armario esa mañana. Quizá fue un intento desesperado por agarrarse de un pedazo diminuto de felicidad.
Ahora ella sólo se sentía tonta. Como si un vestido pudiese reparar su roto corazón.
Enderezando los hombros, ella salió andando por el pasillo cuidadosamente cerró la puerta detrás de ella. Tuvo que actuar normalmente. Fue la cosa más dura alguna vez había hecho, pero iba a tener que comportarse como si nada estuviese equivocado. Ella supuestamente no sabia que Dunford había recibido la carta para Rosalind, y él sospecharía si actuase de otra manera.
Ella llego a la escalera, y su pie gravitó sobre el primer paso. Oh, Dios mío, podía sentir el dolor en ese momento. Lo que deseaba hacer era dar media vuelta y huir para su cuarto. El mayordomo podría decir que estaba enferma. Dunford le había creído a ella enferma una semana antes; Una recaída era plausible.
Tienes que verlo, Henry.
Henry siguió a su conciencia y finalmente dio un paso encima de la escalera.
Dunford se quedó con la mirada fija fuera de una ventana en el cuarto de estar de los Blydons cuando esperaba a su prometida para saludarle.
Prometida. Qué chiste.
Si ella no le había dicho que lo amaba… él tragó convulsivamente. Podía haber soportado que no le amara si no le hubiera mentido.
¿Debió ser tan ingenuo para querer lo qué sus amigos tenían? ¿Estaba loco al pensar que un miembro de la nobleza podría casarse por amor? Los éxitos de Alex y Belle en lo referente a ese campo lo habían esperanzado. La llegada de Henry a su vida le había puesto eufórico.
Y ahora su traición le había devastado.
Él la oyó entrar al cuarto pero no dio la vuelta, incapaz de confiar en sí mismo hasta que pudiera controlar más fuerte sus emociones. Él conservó su mirada fija firmemente en la ventana. Una abuelita empujaba un cochecito de niño calle abajo.
Él respiro profundamente. Él hubiese querido a sus hijos…
– ¿"Dunford"? Ella sonó raramente indecisa.
– Cierra la puerta, Henry". Todavía no podía afrontarla..
– " Pero Carolina…"
– " Dije, ' que cerraras la puerta.'"
Henry abrió su boca, pero ninguna palabra salió. Dio un paso atrás para la puerta y la cerró. Ella vio las gradas en centro del cuarto, pasillo y pensó que podría escapar si pudiera. Era cobarde y lo supo, pero justo entonces no le importó mucho. Ella entre cruzo sus brazos y se dio media vuelta. Cuando un minuto completo pasó sin un sonido o un movimiento de él, se obligó a decir su nombre otra vez.
Él pasó rápidamente alrededor abruptamente, asombrándola con una sonrisa en su cara.
– ¿"Dunford"? Ella no había tenido la intención de susurrar.
– " Henry. Mi amor ". Él dio un paso hacia ella.
Sus ojos se ampliaron. Su sonrisa era la misma que ella siempre había visto, la misma curva en sus con labios firmes y moldeados el mismo brillo de sus dientes parejos, blancos. Excepto que sus ojos… oh, estaban fríos y duros.