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Ella se esforzó para no dar un paso atrás y le lanzo su sonrisa abierta descarada distintiva en su cara. -¿"De que necesitas hablarme Dunford"?-

– ¿" Necesito una razón específica para ver a mi prometida"?

Sin duda alguna fue su imaginación que oyó un leve estrés en la palabra "prometida".

Él comenzó a caminar hacia ella, con pasos largos, constantes recordándole a un gato depredador. Ella sorprendida alzo la cabeza y empezó a retroceder e ir a la derecha donde se encontraba la puerta. Dunford tardó dos pasos más en alcanzar la puerta, en ese momento aseguro la puerta.

La boca de Henry quedó seca. -" Pero Dunford… Mi reputación… estará perdida".-

– " Crearan mí".

– ¿"Quienes"? Ella dijo estúpidamente.

Él se encogió de hombros con abandono. – " Quienquiera que destruya reputaciones. Sin duda alguna se me permite una pequeña licencia. Vamos a casarnos en unas dos semanas ".-

¿ Casarnos? Su mente gritó. Supuso que él la odia. ¿Lo que hizo? Sin duda alguna había recibido su carta. Él estaba actuando tan raro. No la miraría con esa expresión dura en sus ojos, si no hubiese aquí venido a suspender de pronto el compromiso.

¿"Dunford"? Pareció la única palabra que ella podría obligarse a decir. Ella supo que no estaba actuando como tenia que hacerlo; Debería actuar con su habitual forma de ser descarada e impertinente, para que no sospeche nada. Pero él se comportaba tan extrañamente, que no supo qué cosa hacer. Había esperado que pierda su calma, para venir entrando violentamente y suspender de pronto el compromiso. En lugar de eso, él silenciosamente la asechaba.

Y ella se sintió como un ratón arrinconado.

– "Quizá sólo quiero besarle," él dijo, distraídamente apretando el puño de su vestido.

Henry tragó nerviosamente y entonces parpadeó antes de decir, -" Creo que no actuarías así. Si tu quisieras besarme, no estarías cogiendo el puño de mi vestido ".

Su mano quieta, estaba suspendida sobre la manga. -"Quizá estés en lo correcto," él se quejó.

– ¿"Lo estoy"? Dios mío, esto no iba como lo había supuesto.

– " Mmmm. Si yo en realidad quisiera besarte – realmente lo más probable es que extendería mi mano, tomaría la tuya mano, y te jalaría a mis brazos. ¿Eso realmente sería una muestra apropiada de mi afecto, no lo piensas "?

– "Apropiada," ella contestó, esperando que su voz sonara natural, -"si tu en realidad quisies casarse conmigo". Ella le había dado la pauta perfecta. Si él quería dejarla plantada, lo haría ahora.

Pero él no lo hizo. En lugar de eso, arqueó una ceja, puso una expresión burlona y se acerco más a ella. -"Si quiero casarme contigo," él se quejó. -"Una pregunta interesante".-

Henry dio un paso atrás. No quiso decir nada para, ayudarse a sí misma.

– "¿Sin duda alguna tú no me tienes miedo, Hen"? Él dio un paso adelante.

Frenéticamente, ella negó con la cabeza. Esto estaba equivocado, terriblemente equivocado. Ay Dios bendito, rezó, hágale amarme o odiarme, pero no esto. Oh, no esto...

– ¿Pasa algo, bribona"? Él no sonó como si en particular le importara.

– "No juegues, conmigo Milord".

Sus ojos se estrecharon. -¿" No juego contigo? Qué elección tan extraña de palabras ". Él tomó otro paso hacia ella, intentando leer la expresión en sus ojos. Él no la comprendía esta tarde. Había esperado que ella venga saltando al cuarto, con una gran sonrisa y toda risas como era usualmente, cuando la visitaba. En lugar de eso ella estaba nerviosa y retraída, casi como si esperaba malas noticias.

Era absurdo. No pudo haberse percatado de que ella accidentalmente le había enviado la carta muy importante a su estimada amiga Rosalind. Quienquiera que era esa persona Rosalind, no vivía en Londres o Dunford habría sabido de ella. Y no pudo haber recibido la carta de Henry y escrito una contestación de veinticuatro horas.

– ¿"Jugar contigo"? repitió él. -¿"Por qué piensas que querría jugar contigo, Henry"?-

– "Yo n no sé," ella tartamudeó.

Ella mentía. Él lo podía ver en sus ojos. Pero por la vida de él, no podría imaginar ¿por qué mentía. Por que se comportaba así? Cerró sus ojos por un segundo, aspirando profundamente. Quizá no la entendía bien. Él estaba tan furioso y todavía muy enamorado, no sabia qué pensar.

Abrió sus ojos. Ella apartaba la mirada, su mirada fija enfocó la atención en una pintura a través del cuarto. Él podría ver la línea elegante, sensual de su garganta.. Y un rizo sedoso descansó sobre el corpiño de su vestido. -" Pienso que te quiero besar, Henry," se quejó él.

Sus ojos volvieron volaron para su cara. -" No pienso que lo desees," dijo ella rápidamente.

– " Pienso que estás equivocada.

– " No. Si quisieras besarme, no me mirarías así ".- Ella retrocedió un paso y se dirigió a toda prisa a una sillón y se sentó, intentando poner algún mobiliario entre ellos.

– ¿" Oh? ¿Y cómo estoy mirándote "?

– " Como… como…"

– " ¿ Henry como"? Él apoyó sus manos sobre los brazos del sillón y se inclinó hacia adelante, su cara peligrosamente cerca de la de ella.

– "Como si no me quisieras," dijo ella, en voz baja susurrando.

– "Ah, Henry, yo te quiero.

– " No. Tú no lo haces ". Ella quiso escapar, quiso esconderse, pero no podía dejar de mirarle. "Tú quieres lastimarme.

Su mano se fue acercando a la parte superior de su brazo, sujetarla en el lugar mientras circunnavegó la silla. -"Tal vez tengas un poco de razón Él dijo desalentando por su debilidad.

Sus labios capturaron los de ella. Fue un beso duro, cruel, diferente algún otro que él le había dado, y ella claramente no disfrutaba de eso. -¿" Por qué Hen te resistes,? ¿No quieres casarte conmigo "?-

Ella retorció su cabeza alejándose de él.

– ¿No quieres casarte conmigo"? Él li repitió, con un tono frió y molesto en su voz. ¿" No quieres todo lo que tengo para ofrecerte? ¿No quieres la seguridad, una vida desahogada, y una casa? Ah, sí, una casa. ¿No quieres eso "?

Él la estrechaba entre sus brazos, mientras ella se movía por soltarse, y supo que la debería soltar. Que debería dejarla ir, dar media vuelta, y caminar fuera del cuarto y de su vida. Pero él quiso estar con ella un poco más de tiempo…

Válgame Dios, él la quiso, y la lujuria le alcanzó, convirtiendo su furia en deseo. Sus labios se volvieron más suaves, exigentes sólo para darle placer. Él la beso a lo a lo largo de su cuello rumbo a su oreja, y volvió justo al principio de su corpiño amarillo pálido. -"Dime que no sientes nada," él susurró, sus palabras eran un desafío. "Dime. -

Henry sólo negó con la cabeza, no estaba segura si ella le señalaba para detenerse o admitiendo el sentido de necesidad de él, que seguía besándola.

Dunford le oyó a ella gemir de deseo, y un abrir y cerrar de ojos él no supo si había perdido o, ganado. En ese momento se percató que realmente no tenía importancia.

– "Dios mío, soy un asno," – El susurró severamente, furioso con sí mismo por dejar que su deseo sobre su cuerpo lo dominara.

Ella le había traicionado – traicionado - y todavía él no podría conservar sus manos fuera de ella.

– ¿"Qué acabas de decir?

Dunford no entró en razón para contestarle a ella. No había querido realmente exponer con detenimiento cuánto él la quiso y, carajo cuanto la quería,a pesar de sus mentiras y su despecho. Todo lo que él hizo fue murmurar, -Cállate, Hen," – y se acerco más a ella poniéndose encima.

Henry se puso rígida. Su tono había sido suave, pero sus palabras no lo habían sido. Todavía, este era probablemente el último tiempo que ella podría mantenerse a su lado, el ultimo momento que ella podría fingir que él todavía la amaba.