Y todavía ella supo que él no la quería, al menos lo suficientemente para no dejarla por otras mujeres.
Algo dentro de ella faltaba, pero ella no sabía qué. Repentinamente falto de naturalidad, que arrancó con fuerza, sus dedos ascendiendo para cubrirse los labios henchidos.
Él alzó una ceja y tuvo una expresión sardónica.
– " No soy hábil para besar," ella barbulló.
El se rió. -" Te enseñé, Hen. Eres muy diestra "-. Y entonces, en ademán de probarlo, él la besó nuevamente, en su boca caliente y exigente.
Fue incapaz de reprimir su respuesta, y el calor aumentó dentro de ella, lamiendo su piel de adentro para fuera. Su cerebro, sin embargo, permaneció curiosamente desprendido, y sintió como su lengua recorría pero su mente estaba concentrada en pensar por que no fue lo suficiente para mantener su interés.
Dunford no pareció no notar la falta de concentración, y sus manos abarcaron el calor de su cuerpo, quemándolo a través de la tela delgada de seda de su bata de dormir. Empezó a desabotonarle la bata, mostrando su piel al aire frío de noche. Él viajó hacia arriba, pasando por sus senos a su estómago plano, hasta que él tomo un seno.
– ¡"Oh, Dios Mío"! Henry barbulló fuera. ¡"no lo hagas"!
Dunford alzó su cabeza así él podía investigar su cara. – ¿"Qué diablos te pasa ahora, Henry"?-
– " Tú no puedes. No puedo ".-
– "Tú no puedes," - él gruño.
– "No, podemos -" Ella miró hacia abajo, analizando con objetividad su cuerpo inesperadamente calando su dolor. Espera un momento, no son muy pequeños. ¿Qué diablos pasaba, para que él no pudiese disfrutar perfectamente un par de buenos senos? Ella le inclinó a ella cabeza, intentando analizar su forma.
Dunford parpadeó. La chica su esposa retorcía su cuello en apariencia de estar sumamente incómoda y clavar los ojos en sus pechos como si nunca los había visto.
– ¿"Qué te pasa? Él preguntó, muy confundido para mantener su cólera.
– " No lo sé". Ella le contempló, sus ojos se llenaron de una combinación extraña de vacilación y molestia.
– " Están mal en cierta forma".
Exasperado, él pregunto, -¿ "qué está mal?
– "Mis pechos".
Si ella había empezado una conferencia sobre las diferencias entre el judaísmo y mahometismo él no habría estado más sorprendido. -¿"Tus pechos"?- Él hizo eco, su voz saliendo un poco más severa de lo que había intentado. "Por Cristo, Henry, tus senos está bien.
– ¿Están bien? ¿están bien?. - Ella no quiso que ellos estén bien. Quiso que ellos sean perfectos, espectaculares, completamente encantadores. Quiso que él los desee tanto que pensara que ella era la mujer más bella en el mundo, aun si ella tuviera mucho pesó y una verruga en su nariz. Quiso que él la ame tanto que pierda todo sentido de sí mismo.
Sobre todo ella quiso que él la desee tanto que nunca necesitaría a otra mujer.
– "Están bien " fue algo que ella no podría tolerar, y del mismo modo que él capturó con su boca uno de sus pezones en un beso caliente, ella se alejo de su agarre lo empujo y empezó a salir de la cama, poniéndose frenéticamente su bata de dormir para cubrir su cuerpo.
La respiración de Dunford estaba entre cortada. Él estaba dolorosamente duro, excitado, y claramente perdía la paciencia con su nueva esposa. -"Henry," él pidió. “Regresa ahora a la cama".-
Ella negó con la cabeza, odiándose a sí misma por acobardarse y quedarse en una esquina, pero lo hizo de todos modos.
Él saltó fuera de cama, despreocupado de su erección abultada que se veía de su cuerpo desnudo. Henry clavó los ojos en él con miedo y la admiración,el miedo porque él avanzaba hacia ella como un dios amenazador, y la admiración porque fue explícitamente claro que él la deseaba. El hombre definitivamente la quería.
Dunford la agarró por los hombros y tembló. Cuando este dejo de agitarla las palabras de su boca, le hicieron temblar otra vez él tembló otra vez.
– ¿"Qué diablos pasa contigo "?
– "No lo sé," – ella gritó, sorprendida por el volumen de su respuesta. – "No lo sé, y me mata. -
Cualquier resquicio que contenía la furia de Dunford exploto. -¿Cuando lo desafiaba haciéndose la victima. En esta unión sórdida? -
– " Te diré qué diablos pasa contigo," – él dijo amenazándola en voz baja.
– " Te diré exactamente qué diablos pasa contigo. Tu – "
Él se tropezó con sus palabras, no preparado para la mirada de desolación total que se vislumbraba sobre su cara. No. No. Él no sentirá lastima por a ella. Obligándose a ignorar el dolor sombrío en los ojos de ella, él continuó. -" Tu sabes que descubrí tu pequeño juego. ¿Por eso te levantaste de la cama estas asustada? Tu recibiste una carta de Rosalind, y ahora sabes que sé tu secreto".-
Henry clavó los ojos en él, apenas capaz para respirar.
– " Sé todo acerca de ti," él dijo con una risa lastimera. " Sé que piensas que soy un hombre bastante agradable. Sé que te casaste conmigo por Stannage Park. Bien, te casaste. Y te traje a tu precioso Stannage Park ".
– ¿"Por qué te casaste conmigo"? Ella susurró.
Él bufó. -" Un caballero no deja plantada a una señora. ¿Recuerdas? La lección número 363 como debe comportarse un caballero – "
– ¡" No!" Ella dijo precipitadamente. -" Eso no te habría detenido. ¿Por qué te casaste conmigo"?-
Sus ojos parecieron pedirle una respuesta, pero él no supo lo que ella quería oír. Caramba, no supo que decirle a ella. Dejo que ella se torture un ratito mientras. Le hacia sufrir como él había sufrido. -¿"Sabes, Henry"? Él dijo con una horrible voz. -" No tengo la menor idea".-
Él observó como el fuego titilaba fuera de sus ojos, disgustado con sí mismo pero disfrutando de su desasosiego demasiado furioso y, desesperado para hacer cualquier cosa aparte de jalarla bruscamente en sus brazos y aplastar su boca con la de él. Rasgó su bata de dormir hasta que ella estuviese desnuda como él, y la abrazo para sentir su piel caliente y mojada en contra de la suya.
– "Pero tu eres mía ahora," él susurró calurosamente, sus palabras acariciaron su cuello. -"Para siempre mía".
Él la besó con un fervor nacido de furia y desesperación, sintió el instante cuando el deseo le alcanzó a ella. Sus labios comenzaron a moverse en contra de su boca, su manos deambularon los músculos acordonados de sus nalgas, y ella presiono sus caderas urgentemente en contra de la de él.
Fue tortura absoluta, y él no podría obtener bastante.
Él quiso rodearse a sí mismo de ella, sepultarse dentro de ella y nunca salir. Irreflexivo en su deseo, él no estaba seguro cómo la llevo a la cama y se puso sobre ella, presionando su cuerpo primitivamente en el de ella.
– "Tu eres mía, Henry," él susurró. "Mía".
Ella gimió incoherentemente en la respuesta.
Él se cayó rodando encima de su lado, jalándola con él. Su mano tiró de su tobillo, encortinando su pierna sobre su cadera.
– "Oh, Dunford," ella suspiró.
– "Oh, Dunford, ¿ Qué"? Él se quejó, mordiendo su lóbulo suavemente con sus dientes.
– "Yo -" Ella se quedó sin aliento cuando él apretase sus nalgas.
– ¿"Me necesitas, Henry"?
– " Yo no -" Ella no podría terminar la frase. Sus respiraciones se entre mezclaban del uno al otro, y apenas podría hablar.
Él alisó su mano más abajo de su trasero hasta que doblase una curva bajo su femineidad y la tocó íntimamente. -¿"Me necesitas?
¡" Sí! ¡Sí "! En ese entonces ella abrió sus ojos y miró perdidamente hacia él. "Por favor".