LA FELICIDAD DEL PERSONAJE Y LA FELICIDAD VERDADERA
"¿Cómo estás?" "Muy bien, no podría estar mejor". ¿Falso o verdadero?
En muchos casos, la felicidad es un papel que representamos mientras que detrás de la fachada feliz hay una gran cantidad de sufrimiento. La depresión, las crisis y las reacciones exageradas son comunes cuando la infelicidad se oculta detrás de un rostro sonriente y unos dientes blancos, cuando nos obstinamos en no reconocer esa enorme infelicidad.
"Estoy bien" es un papel que el ego suele representar más en los Estados Unidos que en otros países en donde ser y parecer desgraciado es casi la norma y, por consiguiente, más aceptable socialmente. Quizás exagere, pero me dicen que en la capital de uno de los países nórdicos puede uno correr el riesgo de ir a la cárcel acusado de ebriedad por el simple hecho de sonreírles a los desconocidos en la calle.
Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro. Pero no es cuestión de decir, "Soy infeliz", porque la infelicidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Debemos decir, "Hay infelicidad en mi", y luego proceder a investigarla. Es probable que una situación determinada que estemos viviendo tenga relación con la infelicidad. Quizás sea necesario tomar medidas para modificar la situación o apartarse de ella. Si no hay nada qué hacer, es preciso enfrentar la situación y decir, "Bueno, así son las cosas en este momento. Puedo aceptarlas o sentirme desgraciado". Nunca es la situación la causa principal de la infelicidad, sino lo que pensamos de ella. Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de la situación, la cual siempre es normal y siempre es como es. Por un lado está la situación o el hecho, y por el otro está lo que pensamos sobre ellos. En lugar de inventar historias, debemos atenernos a los hechos. Un ejemplo de una historia es "Estoy arruinado", la cual limita y nos impide tomar medidas eficaces. "Me quedan cincuenta centavos en mi cuenta del banco" es un hecho. Adquirimos poder cuando enfrentamos los hechos. Debemos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos. Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones. En lugar de ser pensamiento y emoción, debemos ser la conciencia que los observa.
No debemos buscar la felicidad puesto que no la encontraremos. La búsqueda es la antítesis de la felicidad. La felicidad es evasiva, mientras que podemos liberarnos ya mismo de nuestra infelicidad enfrentándola como es, en lugar de inventar historias sobre ella. La infelicidad opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad.
¿SER PADRES: PAPEL O FUNCIÓN?
Muchos adultos representan personajes cuando hablan con los niños. Utilizan palabras y sonidos ridículos. Le hablan al niño como si fuera inferior y no lo tratan como su igual. El hecho de que sepamos más o seamos más grandes transitoriamente no significa que el niño no sea igual a nosotros. En algún momento de la vida, la mayoría de los adultos se convierten en padres, uno de los papeles más universales. La pregunta más importante es si podemos cumplir la función de ser padres y cumplirla bien, sin identificarnos con esa función, es decir, sin convertirla en un papel dentro del drama. Una parte necesaria de la función de ser padres es satisfacer las necesidades del niño, evitar que corra peligros y, en ocasiones, decirle lo que debe o no hacer. Sin embargo, cuando esa función se convierte en identidad, cuando nuestro sentido de ser se deriva totalmente o en gran medida de ella, la función toma precedencia, se engrandece y asume el control. Nos excedemos en satisfacer las necesidades del niño, las cuales se convierten en caprichos; exageramos con la protección e interferimos con la necesidad del niño de explorar el mundo y ensayar por sí mismo. De decirle lo que debe o no hacer pasamos a controlar y a imponer nuestra voluntad.
Es más, la identificación con la función prevalece mucho después de desaparecer las necesidades que dieron lugar a la función de ser padres. No podemos dejar de ejercerla cuando ya el niño se convierte en adulto. No podemos deshacernos de la necesidad de ser necesitados por el hijo. Aunque el hijo tenga 40 años, no podemos dejar atrás la noción de "Saber lo que es mejor para ti". El padre o la madre continúa representando compulsivamente su papel, de manera que no hay una relación auténtica. Los padres se definen con base en esa función y temen inconscientemente perder esa identidad si dejan de ser padres. Cuando se ve frustrado su deseo de controlar o influir sobre las actuaciones de su hijo adulto, como suele suceder, comienzan a criticar o a mostrar su desaprobación, o tratan de hacer que el hijo se sienta culpable, todo en un intento inconsciente por conservar su personaje, su identidad. A simple vista parece como si estuvieran preocupados por el hijo, y están convencidos de que así es, pero lo único que les preocupa realmente es conservar la identidad a través de su papel en el drama. Todas las motivaciones del ego están encaminadas a engrandecernos y favorecer nuestros intereses y algunas veces las disfrazamos muy bien para que ni siquiera la persona en quien opera el ego las pueda reconocer.
Un padre o una madre que se identifica con su personaje también puede tratar de realizarse a través de los hijos. La necesidad del ego de manipular a los otros para que llenen su constante sentido de carencia la dirigen hacia ellos. Si se llevaran a la conciencia y se expresaran los supuestos y las motivaciones inconscientes de los padres, seguramente se oirían así: "Deseo que tú logres lo que yo nunca pude lograr; deseo que seas alguien en el mundo, para que yo también pueda ser alguien a través de ti. No me desilusiones. Me he sacrificado por ti. Mi desaprobación tiene por objeto hacerte sentir culpable e incómodo para que finalmente te pliegues a mis deseos. Y sobra decir que yo sé qué es lo mejor para ti. Te amo y te seguiré amando si haces lo que yo sé que te conviene".
Cuando traemos a la conciencia esas motivaciones, nos damos cuenta de lo absurdas que son. El ego que está detrás de ellas sale a relucir, junto con su disfunción. Algunos padres con quienes he hablado han reaccionado inmediatamente diciendo, "Por Dios, es eso lo que he estado haciendo?" Una vez reconocemos lo que hacemos o lo que hemos venido haciendo, reconocemos también su inutilidad, y el patrón inconsciente se disuelve por sí solo. La conciencia es el factor de cambio más poderoso de todos.
Si sus padres están procediendo de esa manera, no les diga que viven en estado de inconciencia y bajo el control del ego porque seguramente con eso aumentara su inconciencia cuando el ego trate de defender su posición. Basta con que usted reconozca que el ego está detrás de todo eso y que ellos no son ego. Los patrones egotistas, hasta los más viejos, a veces se disuelven milagrosamente cuando desaparece nuestra oposición interior. La oposición solamente los refuerza. Pero aunque no sea así, usted podrá aceptar compasivamente el comportamiento de sus padres, sin necesidad de reaccionar al él, es decir, sin personalizarlo.
También se deben tener en cuenta nuestros propios supuestos o nuestras propias expectativas inconscientes detrás de las reacciones habituales hacia nuestros padres. "Mis padres deberían aprobar lo que hago. Deberían comprenderme y aceptarme como soy". ¿De veras? ¿Por qué deberían hacerlo? El hecho es que no lo hacen porque no pueden. Su conciencia todavía no ha dado el salto cuántico evolutivo hasta ese nivel de conciencia. Todavía no están en capacidad de dejar de identificarse con su papel. "Si., pero no puedo sentirme a gusto y feliz con lo que soy a menos de que tenga la aprobación y la comprensión de mis padres". ¿De veras? ¿Cómo cambiaría su verdadero ser el hecho de que ellos aprueben o desaprueben? Todos esos supuestos sin examinar causan muchas emociones negativas, mucha infelicidad innecesaria.