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A medida que vaya aflorando la nueva conciencia, algunas personas sentirán la necesidad de formar grupos para reflejar la conciencia iluminada. Esos grupos no serán egos colectivos porque sus integrantes no sentirán la necesidad de definir su identidad a través de ellos. Ya no buscarán la forma para definir lo que son. Aunque los integrantes de esos grupos no se hayan liberado completamente del ego, habrá suficiente conciencia en ellos para reconocer el ego en sí mismos y en los demás, tan pronto como éste trate de aflorar. Sin embargo, es preciso mantener un estado de alerta porque el ego intentará asumir el control y entronizarse a como dé lugar. Uno de los principales propósitos de estos grupos, trátese de empresas iluminadas, organizaciones de caridad, escuelas o comunidades, será disolver el ego humano exponiéndolo a la luz de la conciencia. Las colectividades iluminadas desempeñarán una función importante en el surgimiento de la nueva conciencia. Así como las colectividades egotistas nos empujan hacia la inconciencia y el sufrimiento, la colectividad iluminada podrá ser un manantial de conciencia destinado a acelerar el cambio planetario.

LA PRUEBA INCONTROVERTIBLE DE LA INMORTALIDAD

El ego nace a través de la brecha presente en la psique humana en la cual la identidad se separa en dos partes a las cuales podríamos llamar "yo" y "mí mismo". Por consiguiente, todos los egos son esquizofrénicos, para usar la palabra en su acepción popular de la doble personalidad. Vivimos con una imagen mental de nosotros mismos, un ser conceptual con el cual tenemos una relación. La vida misma termina siendo un concepto separado de nuestra esencia en el instante mismo en que hablamos de ella como "mi vida". Tan pronto como decimos o pensamos en términos de "mi vida" y creemos en lo que decimos (en lugar de ver la expresión como una convención lingüística), habremos entrado en el ámbito de lo ilusorio. De existir "mi vida", inmediatamente se desprende que Yo y mi vida somos dos cosas distintas, de tal manera que también puedo perder mi vida, mi tesoro imaginario más preciado. La muerte se convierte en una realidad aparente y en una amenaza. Las palabras y los conceptos dividen la vida en segmentos separados carentes de realidad en sí mismos. Podríamos incluso decir que la noción de "mi vida" es el delirio original de la separación, la fuente del ego. Si yo y la vida somos dos, si estoy separado de la vida, entonces estoy separado de todas las cosas, de todos los seres, de todas las personas. ¿Pero cómo podría estar separado de la vida? ¿Cuál "Yo" podría existir separado de la vida, separado del Ser? Es completamente imposible. Por consiguiente, "mi vida" no puede existir y no tengo una vida. Soy la vida. Yo y la vida somos uno. No puede ser de otra manera. ¿Entonces cómo podría perder mi vida? ¿Cómo podría perder algo que no poseo? ¿Cómo podría perder algo que Yo Soy? Es imposible.

CAPÍTULO 5 EL CUERPO DEL DOLOR

En su mayor parte, nuestro proceso de pensamiento es involuntario, automático y repetitivo. No es más que una especie de estática mental que no cumple ningún propósito real. Estrictamente hablando, no pensamos: el pensamiento es algo que nos sucede. Cuando decimos "yo pienso" está implícita la voluntad. Implica que tenemos voz en el asunto, que podemos escoger. Sin embargo, en la mayoría de los casos no sucede así. La afirmación "yo pienso" es tan falsa como la de "yo digiero" o "yo circulo mi sangre". La digestión sucede, la circulación sucede, el pensamiento sucede.

La voz de la mente tiene vida propia. La mayoría de las personas están a merced de esa voz, lo cual quiere decir que están poseídas por el pensamiento, por la mente. Y puesto que la mente está condicionada por el pasado, empuja a la persona a revivir el pasado una y otra vez. En Oriente utilizan la palabra karma para describir ese fenómeno. Claro está que no podemos saber eso cuando estamos identificados con esa voz. Si lo supiéramos, dejaríamos de estar poseídos porque la posesión ocurre cuando confundimos a la entidad poseedora con nosotros mismos, es decir, cuando nos convertimos en ella.

Durante miles de años, la humanidad se ha dejado poseer cada vez más de la mente, sin poder reconocer que esa entidad poseedora no es nuestro Ser. Fue a través de la identificación completa con la mente que surgió un falso sentido del ser: el ego. La densidad del ego depende de nuestro grado (el de nuestra conciencia) de identificación con la mente y el pensamiento. El pensamiento es apenas un aspecto minúsculo de la totalidad de la conciencia, la totalidad de lo que somos.

El grado de identificación con la mente varía de persona a persona. Algunas personas disfrutan de períodos de libertad, por cortos que sean, y la paz, la alegría y el gusto por la vida que experimentan en esos momentos hacen que valga la pena vivir. Son también los momentos en los cuales afloran la creatividad, el amor y la compasión. Otras personas permanecen atrapadas en el estado egotista. Viven separadas de sí mismas, de los demás, y del mundo que las rodea. Reflejan la tensión en su rostro, en su ceño fruncido, o en la expresión ausente o fija de su mirada. El pensamiento absorbe la mayor parte de su atención, de tal manera que no ven ni oyen realmente a los demás. No están presentes en ninguna situación porque su atención está en el pasado o en el futuro, los cuales obviamente existen sólo en la mente como formas de pensamiento. O se relacionan con los demás a través de algún tipo de personaje al cual representan, de manera que no son ellas mismas. La mayoría de las personas viven ajenas a su esencia, algunas hasta tal punto que casi todo el mundo reconoce la "falsedad" de sus comportamientos y sus interacciones, salvo quienes son igualmente falsos y los que están alienados de lo que realmente son.

Estar alienado significa no estar a gusto en ninguna situación o con ninguna persona, ni siquiera con uno mismo. Buscamos constantemente llegar a "casa" pero nunca nos sentimos en casa.

Algunos de Ios más grandes escritores del siglo veinte como Franz Kafka, Albert Camus, T.S. Eliot, y James Joyce, reconocieron en la enajenación el dilema universal de la existencia humana, el cual probablemente sintieron profundamente, de tal manera que pudieron expresarlo magistralmente a través de sus obras. No ofrecen una solución, pero nos muestran un reflejo del predicamento del ser humano para que podamos verlo más claramente. Reconocer ese predicamento es el primer paso para trascender.

EL NACIMIENTO DE LA EMOCIÓN

Además del movimiento del pensamiento, y no tan separada de él, está otra dimensión del ego: la emoción. Claro está que no todo pensamiento ni toda emoción le pertenecen al ego. Se convierten en ego solamente cuando nos identificamos con ellos al punto de permitir que nos suplanten por completo; es decir cuando se convierten en el "Yo".

El organismo físico, nuestro cuerpo, tiene su propia inteligencia, y lo mismo sucede con todas las demás formas de vida. Esa inteligencia reacciona a lo que dice la mente, a nuestros pensamientos. Claro está que la inteligencia del cuerpo es una parte inseparable de la inteligencia universal, una de sus incontables manifestaciones. Proporciona cohesión temporal a los átomos y las moléculas que componen el organismo. Es el principio organizador de todo el funcionamiento de los órganos del cuerpo, de la conversión del oxígeno y los alimentos en energía, de los latidos del corazón y la circulación de la sangre, del funcionamiento del sistema inmune encargado de proteger al cuerpo de los invasores, de la traducción de la información sensorial en impulsos nerviosos que llegan hasta el cerebro donde son descodificados y ensamblados nuevamente para crear un panorama coherente de la realidad externa. Esta inteligencia coordina perfectamente todas esas funciones, además de otras miles que ocurren simultáneamente. No somos nosotros quienes manejamos nuestro cuerpo. Lo hace la inteligencia, la cual está también a cargo de las reacciones de nuestro organismo frente a su entorno.