Es difícil resistirse cuando otro cuerpo del dolor está decidido a provocar una reacción en nosotros. Conoce instintivamente nuestros puntos más vulnerables. Si su primer intento no prospera, ensayará una y otra vez. Es emoción pura a la caza de más emociones. El cuerpo del dolor de la otra persona desea despertar el nuestro para que los dos puedan alimentarse mutuamente.
Muchas relaciones pasan por episodios violentos y destructivos montados por el cuerpo del dolor a intervalos periódicos. Un niño experimenta un sufrimiento casi insoportable cuando se ve obligado a presenciar la violencia emocional de los cuerpos del dolor de sus padres. Sin embargo, ese es el destino de millones de niños del mundo entero, la pesadilla de su diario vivir. También es una de las formas de transmitir el cuerpo del dolor de generación en generación. Después de cada episodio, los padres se reconcilian y hay un intervalo de paz relativa, en la medida en que el ego lo permite.
El consumo excesivo de alcohol suele activar el cuerpo del dolor, especialmente en los hombres, pero también en las mujeres. En estado de ebriedad, la persona sufre un cambio completo de personalidad cuando el cuerpo del dolor asume el control. Una persona profundamente inconsciente cuyo cuerpo del dolor se reabastece periódicamente a través de la violencia física suele dirigir esa violencia contra su cónyuge o sus hijos. Cuando recupera la sobriedad, su arrepentimiento es grande y auténtico y promete seriamente no volver a cometer esos actos de violencia. Sin embargo, la persona que habla y promete no es la entidad agresora, de tal manera que es seguro que vuelva a caer en ese comportamiento una y otra vez, a menos que reconozca el cuerpo del dolor que vive en su interior, opte por estar presente y logre dejar de identificarse con ese cuerpo del dolor. En algunos casos es posible hacerlo con la ayuda de asesoría profesional.
La mayoría de los cuerpos del dolor buscan infligir sufrimiento y ser a la vez víctimas de él, pero algunos son principalmente victimarios o víctimas. En cualquiera de los dos casos, se alimentan de la violencia, sea ésta física o emocional. Algunas parejas que creen estar enamoradas en realidad se sienten atraídas porque sus respectivos cuerpos del dolor se complementan. Algunas veces, los papeles de víctima y victimario quedan claramente asignados desde su primer encuentro. Algunos matrimonios, en lugar de hacerse en el cielo se hacen en el infierno.
Quien haya tenido un gato sabe que, incluso mientras duerme, el gato parece saber lo que sucede a su alrededor porque al más mínimo ruido dirige las orejas hacia el lugar de donde vino y abre ligeramente los ojos. Los cuerpos del dolor son iguales. En un determinado nivel continúan despiertos, listos a entrar en acción cuando se les presente el motivo apropiado.
En las relaciones íntimas, los cuerpos del dolor son lo suficientemente sagaces para mantener un bajo perfil mientras se inicia la vida en pareja y ojalá después de firmado el contrato en virtud del cual se crea el compromiso de vivir juntos durante el resto de la vida. No nos casamos con un esposo o una esposa sino también con los dos cuerpos del dolor. Puede ser verdaderamente desconcertante reconocer, al cabo de poco tiempo de vivir juntos o después de la luna de miel, que un buen día nuestra pareja experimenta un cambio radical de personalidad. Usa un tono de voz duro o estridente para acusarnos o culparnos, o nos grita probablemente a causa de un asunto relativamente trivial o se retrae por completo. "¿Qué te pasa?" preguntamos. "Nada", responde. Pero la energía intensamente hostil que emana de ella parece decir, "Todo anda mal". Cuando la miramos a los ojos, estos ya no brillan. Es como si un velo espeso hubiera descendido y que ese ser a quien conocemos y amamos y que solía brillar a través de su ego, estuviera completamente oculto. Es como si estuviéramos frente a un perfecto extraño en cuyos ojos vemos odio, hostilidad, amargura o ira. Cuando nos hablan, no es la voz de nuestro cónyuge o nuestra pareja, sino el cuerpo del dolor que habla a través de ellos. Lo que dicen no es más que la versión distorsionada de la realidad que nos ofrece el cuerpo del dolor, una realidad completamente distorsionada por el miedo, la hostilidad, la ira y el deseo de infligir y recibir más dolor.
En esos momentos nos preguntamos si ése es el verdadero rostro de nuestra pareja, el cual no habíamos visto antes, y si cometimos un grave error al elegir a esa persona. Claro está que no es su verdadero rostro, sino el cuerpo del dolor que ha tomado posesión de ella transitoriamente. Sería difícil encontrar una pareja que no cargue con un cuerpo del dolor, pero quizás sería prudente elegir a alguien cuyo cuerpo del dolor no sea tan denso.
EL CUERPO DENSO DEL DOLOR
Algunas personas cargan cuerpos del dolor densos, que nunca están completamente latentes. Pueden sonreír y conversar educadamente, pero no hace falta tener poderes psíquicos para sentir el nudo de infelicidad que bulle bajo la superficie, esperando el siguiente suceso que les permita reaccionar, la siguiente persona a quien culpar o confrontar, la siguiente razón para ser infelices. Sus cuerpos del dolor nunca se satisfacen, siempre están hambrientos. Intensifican la necesidad del ego de tener enemigos.
Su reactividad hace que las cosas más nimias se salgan de toda proporción porque tratan de arrastrar a otros hacia su drama haciéndolos reaccionar. Algunas de estas personas viven en batallas prolongadas y finalmente inútiles o en litigios contra empresas y personas. Otras se consumen de odio obsesivo contra su antiguo cónyuge o pareja. Sin reconocer el dolor que llevan adentro, proyectan su dolor sobre las situaciones y los sucesos a través de su reacción. Puesto que no tienen conciencia alguna de lo que son, no distinguen entre un suceso y su reacción frente al mismo. Para ellos, la infelicidad, y hasta el sufrimiento mismo, es parte integral del suceso o de la situación. Al no tener conciencia de su estado interior, ni siquiera saben que son profundamente infelices y que están sufriendo.
Algunas veces, las personas que poseen esos cuerpos tan densos se convierten en activistas en favor de alguna causa. La causa puede ser loable y es probable que al comienzo logren sus objetivos. Sin embargo la energía negativa que rodea lo que dicen y hacen, junto con su necesidad inconsciente de tener enemigos y conflictos, tiende a generar oposición creciente contra su causa. Por lo general también terminan haciendo enemigos dentro de su propia organización, porque a donde quiera que van encuentran razones para sentirse mal, de tal manera que su cuerpo del dolor continúa encontrando lo que busca.
¿Por qué las películas violentas atraen a un público tan grande? Hay una industria enorme, parte de la cual se sostiene gracias a la adicción de los seres humanos por la infelicidad. Es obvio que las personas ven esas películas porque desean sentirse mal. ¿Qué es lo que motiva al ser humano a querer sentirse mal y decir que eso es bueno? El cuerpo del dolor, por supuesto. Buena parte de la industria del entretenimiento está dirigida a él. Entonces, además de la reactividad, los pensamientos negativos y el drama personal, el cuerpo del dolor también se renueva indirectamente a través del cine y la televisión. Son cuerpos del dolor los que escriben y producen esas películas para que otros cuerpos del dolor paguen por verlas.
¿Acaso siempre es "malo" mostrar y ver violencia en la televisión y en las pantallas de cine? ¿Alimenta toda esa violencia al cuerpo del dolor? En la actual etapa evolutiva de la humanidad, la violencia no solamente es generalizada sino que va en aumento, a medida que la vieja conciencia egotista, amplificada por el cuerpo colectivo del dolor, se intensifica antes de su muerte inevitable. Si las películas muestran la violencia dentro de su contexto más amplio, si muestran el origen y las consecuencia de esa violencia, si muestra lo que le hace a la víctima y también al victimario, si muestran la inconsciencia que está detrás de ella y que se pasa de generación en generación (la ira y el odio que viven en forma de cuerpo del dolor en cada ser humano), entonces las películas pueden desempeñar un papel fundamental en el despertar de la humanidad. Pueden ser el espejo en el cual la humanidad vea reflejada su locura. Aquello que reconoce la locura como tal (aunque sea la propia) es cordura, es el despertar de la conciencia, es el fin de la demencia.