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Logré entender que se negaba a pagar la cuenta de los servicios porque los administradores del inmueble no habían realizado unas reparaciones. Ellos, por su parte, amenazaban con demandar.

Habló durante cerca de diez minutos. Yo me limité a oírla en silencio. Súbitamente dejó de hablar, miró los papeles esparcidos por todas partes como si acabara de despertar de un sueño. Se calmó y dulcificó. Todo su campo de energía cambió. Después me miró y dijo, "esto realmente no tiene importancia alguna, verdad?" "No, no la tiene", respondí. Permaneció en silencio un par de minutos y después recogió sus papeles y se fue. A la mañana siguiente me detuvo en la calle y me dirigió una mirada de suspicacia. "¿Qué me hiciste? Anoche, por primera vez en muchos años, pude dormir bien. En realidad dormí como un bebé".

Pensaba que yo le "había hecho algo", pero no era así. En lugar de hacerme esa pregunta, quizás ha debido preguntar sobre lo que yo no había hecho. No había reaccionado, no había confirmado la realidad de su historia, no había alimentado su mente con más pensamientos ni su cuerpo del dolor con más emoción. Le había permitido experimentar su experiencia de ese momento, y para permitir tal cosa es preciso no interferir y no hacer. Estar presente siempre es una vía mucho más poderosa que hacer o decir, si bien algunas veces el hecho de estar presente puede dar lugar a palabras o actuaciones.

Aunque no se produjo en ella una transformación permanente, pudo vislumbrar lo posible, aquello que ya vivía en ella. En el Zen, ese destello se denomina satori. Satori es un momento de Presencia, es un instante en el cual dejamos de lado la voz mental, los procesos de pensamiento y su manifestación física en forma de emoción. Es el afloramiento de un espacio interior donde antes residían el tumulto y la perturbación causados por los pensamientos y las emociones.

Como la mente pensante es incapaz de comprender la Presencia, suele interpretarla erróneamente. Nos acusará de indiferentes, distantes, crueles y de no establecer relaciones. La verdad es que sí nos relacionamos pero a un nivel más profundo que el del pensamiento y la emoción. En realidad es que a ese nivel hay una verdadera comunión, una unión que va mucho más allá de la relación. En la quietud de la Presencia podemos sentir la esencia informe de nuestro ser y de los demás también. Reconocer la unicidad en nosotros mismos y en el otro es el verdadero amor, el verdadero interés y la verdadera compasión.

"FACTORES DESENCADENANTES"

Algunos cuerpos del dolor reaccionan solamente ante una determinada situación o ante un cierto factor desencadenante, el cual por lo general resuena con un determinado tipo de dolor emocional experimentado en el pasado. Por ejemplo, si un niño crece con padres para quienes el dinero es motivo de dramas y conflictos frecuentes, podría absorber el temor de sus padres con respecto al dinero y desarrollar un cuerpo del dolor que se activa cuando hay de por medio problemas económicos. Estas son personas que se molestan o se enojan por cantidades insignificantes de dinero. Detrás de su rabia o su molestia hay problemas de supervivencia y de temor intenso. He conocido personas espirituales, relativamente conscientes, que comienzan a gritar, culpar y acusar tan pronto como alzan el teléfono para hablar con sus corredores de bolsa o de finca raíz. Así como hay una advertencia del riesgo del tabaquismo en las cajetillas de cigarrillos, quizás debería haber unas etiquetas semejantes en todos los billetes y los extractos bancarios: "el dinero puede activar el cuerpo del dolor y provocar un estado de inconciencia total".

Un niño abandonado o descuidado por sus padres en la infancia seguramente desarrollará un cuerpo del dolor que tenderá a activarse en todas las situaciones que resuenen aunque sea remotamente con su sufrimiento primordial de abandono. El amigo que llega tarde a recogerlo en el aeropuerto o el cónyuge que llega tarde a la casa puede desencadenar un gran ataque del cuerpo del dolor. Si su compañero o cónyuge los abandona o se muere, el dolor emocional que sienten es mucho más intenso que el que sería natural en una situación como ésa. Podría manifestarse en forma de angustia intensa, depresión debilitante o ira obsesiva.

La niña víctima del abuso de su padre podrá descubrir que su cuerpo del dolor se activa fácilmente en cualquier relación cercana con un hombre. O la emoción constitutiva de su cuerpo del dolor puede empujarla hacia un hombre cuyo cuerpo del dolor es semejante al de su padre. Su cuerpo del dolor puede sentir una atracción magnética hacia alguien que pueda alimentarlo con el mismo dolor. A veces, ese dolor puede interpretarse equivocadamente como enamoramiento.

Un hombre que vino al mundo sin ser deseado y no recibió amor sino apenas un mínimo de cariño y atención de su madre desarrolló un cuerpo del dolor pesado y ambivalente constituido por un intenso anhelo insatisfecho por el amor y la atención de su madre, y al mismo tiempo un odio profundo hacia ella por negarle lo que necesitaba desesperadamente. Al llegar a la edad adulta, casi todas las mujeres desencadenaban la carencia de su cuerpo del dolor (una forma de dolor emocional) la cual se manifestaba como una compulsión adictiva por "conquistar y seducir" prácticamente a todas las mujeres a quienes conocía a fin de obtener el amor y la atención femenina de los cuales estaba sediento su cuerpo del dolor. Llegó a ser muy experto en seducción, pero tan pronto como la relación llegaba a la intimidad o alguna mujer lo rechazaba, la ira contra su madre se apoderaba de él y acababa con la relación.

Cuando aprendemos a reconocer el afloramiento de nuestro cuerpo del dolor, aprendemos rápidamente cuáles son los factores que lo activan, trátese de situaciones o de ciertas cosas que los demás dicen o hacen. Tan pronto como se presentan esos factores, los reconocemos inmediatamente por lo que son y entramos en un estado de alerta. Al cabo de uno o dos segundos también notamos la reacción emocional que cobra forma en el cuerpo del dolor, pero en el estado de Presencia alerta no nos identificamos con él, lo cual significa que el cuerpo del dolor no puede apoderarse de nosotros y convertirse en la voz de la mente. Si nos encontramos en ese momento con nuestra pareja, podemos decirle: "lo que acabas de decir (o de hacer) activó mi cuerpo del dolor". Así, podemos establecer un acuerdo según el cual cada vez que alguno de los dos diga o haga algo que active el cuerpo del dolor del otro, lo mencionamos inmediatamente. De esta manera, el cuerpo del dolor no puede renovarse a través del drama en la relación y, en lugar de sepultarnos en la inconciencia, nos ayudará a estar completamente presentes.

Cada vez que estamos presentes cuando el cuerpo del dolor se manifiesta, parte de la energía emocional negativa se quema, por así decirlo, y se transmuta en Presencia. El resto del cuerpo del dolor se retirará rápidamente a la espera de una oportunidad más propicia para aflorar nuevamente, es decir, cuando estemos menos conscientes. El cuerpo del dolor tendrá una mejor oportunidad cuando perdamos Presencia, quizás después de beber unos tragos o mientras vemos una película violenta. La emoción negativa más insignificante como estar irritados o ansiosos también puede servir de puerta para el regreso del cuerpo del dolor. El cuerpo del dolor necesita de la inconciencia. No tolera la luz de la Presencia.

EL CUERPO DEL DOLOR COMO MEDIO PARA DESPERTAR

A primera vista, parecería que el cuerpo del dolor es el mayor obstáculo para el despertar de la nueva conciencia de la humanidad. Ocupa nuestra mente, controla y distorsiona nuestro pensamiento, perturba nuestras relaciones y se siente como una especie de nube negra que invade todo nuestro campo de energía. Tiende a llevarnos a la inconciencia, hablando en términos espirituales, a la identificación total con la mente y la emoción. Nos pone a la defensiva, nos lleva a decir y hacer cosas destinadas a acrecentar la infelicidad interior y la del mundo.