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¿Entonces quién es el experimentador? Usted. ¿Y quién es usted? La conciencia. ¿Y qué es conciencia? Esa pregunta no tiene respuesta porque tan pronto como se da una respuesta se la falsifica y se la convierte en otro objeto. La conciencia, cuyo nombre tradicional es Espíritu, no se puede conocer en el sentido normal de la palabra, y es inútil buscarla. Todo el conocimiento reside en el ámbito de la dualidad: sujeto y objeto, conocedor y conocido. El sujeto, el yo, el conocedor sin quien sería posible todo conocimiento, toda percepción o todo pensamiento, debe eludir por siempre todo conocimiento. Esto se debe a que es informe, solamente las formas son susceptibles de conocerse y, no obstante, sin la dimensión informe, el mundo de la forma sería imposible. Es el espacio luminoso en el cual emerge y se sumerge el mundo. Ese espacio es la vida que Yo Soy. Es atemporal. Lo que sucede en ese espacio es relativo y temporaclass="underline" el placer y el dolor, la ganancia y la pérdida, el nacimiento y la muerte.

El mayor impedimento para descubrir el espacio interior, para encontrar al experimentador, es fascinarse con la experiencia hasta el punto de perderse en ella. Es la conciencia extraviada en su propio sueño. Es dejarse atrapar hasta tal punto por cada pensamiento, cada emoción y cada experiencia que en efecto permanecemos en una especie de ensoñación. Ese ha sido el estado normal de la humanidad durante miles de años.

Aunque no podemos conocer la conciencia, podemos reconocer en ella lo que somos. Podemos sentirla directamente en cualquier situación, independientemente de donde estemos. Podemos sentirla aquí y ahora como la Presencia, el estado interior en el cual se perciben las palabras de esta página y se convierten en pensamientos. Es el Yo soy de fondo. Las palabras que estamos leyendo y convirtiendo en pensamientos son la parte delantera del escenario y el Yo Soy es el telón de fondo, el substrato, la base subyacente de toda experiencia, pensamiento y sentimiento.

LA RESPIRACIÓN

Descubra su espacio interior creando vacíos entre el torrente de pensamientos. Sin esos vacíos, el pensamiento se vuelve repetitivo, pierde toda inspiración y chispa creadora, como sucede con la gran mayoría de las personas del planeta. La duración de esos vacíos no importa. Unos cuantos segundos bastan. Poco a poco se irán alargando por sí mismos, sin ningún esfuerzo de su parte. Más importante que la duración es la frecuencia, de tal manera que haya espacios entre las actividades diarias y el torrente de pensamientos.

Alguien me mostró hace poco el prospecto anual de una organización espiritual grande. Al hojearlo me impresionó la gran diversidad de seminarios y talleres importantes. Me recordó el smorgasbord, uno de esos banquetes suecos donde puede uno elegir entre una enorme variedad de platos. La persona me preguntó si le podía recomendar uno o dos cursos. "No sé", le respondí, "todos suenan muy interesantes". "Pero sí se lo siguiente", añadí. "Tome conciencia de su respiración tantas veces como le sea posible, cada vez que recuerde hacerlo. Hágalo durante un año y será un medio de transformación mucho más poderoso que asistir a todos esos cursos. Y no vale nada".

Al tomar conciencia de la respiración apartamos nuestra atención de los pensamientos y creamos espacio. Es una forma de generar conciencia. Si bien la conciencia plena existe ya como no manifiesta, estamos aquí en el mundo para traer la conciencia a esta dimensión.

Tome conciencia de su respiración. Note la sensación de respirar. Sienta cómo el aire entra y sale de su cuerpo. Note cómo se expanden y se contraen ligeramente el pecho y el abdomen al inhalar y al exhalar. Una respiración consciente basta para abrir algo de espacio en medio del tren interminable de pensamientos. Una respiración consciente (y dos todavía más) varias veces al día es una manera excelente de traer espacio a la vida. Aunque medite con la atención en la respiración durante dos horas o más, como lo hacen algunas personas, solo necesitará (o podrá) tomar conciencia de una respiración. Las demás son recuerdos o anticipación, es decir, pensamiento. Respirar no es realmente algo que hagamos, sino algo que presenciamos mientras sucede. La respiración sucede espontáneamente. La inteligencia de nuestro cuerpo se encarga de ella. No hace falta esfuerzo alguno. Note también a breve pausa de la respiración, especialmente el punto quieto, al final de la exhalación, antes de la siguiente inhalación.

La respiración de muchas personas es superficial, contrariamente a lo que debería ser. Mientras más se toma conciencia de la respiración, más se restablece su profundidad natural.

Puesto que la respiración carece de forma, desde tiempos antiguos se la ha asimilado al espíritu, a la Vida única informe. "Y Dios hizo al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices el aliento de vida y lo hizo un ser viviente".5 En alemán, respiración es atmen, palabra derivada del sánscrito antiguo atman que significa el espíritu divino interior o el Dios interior.

El hecho de que la respiración carezca de forma es una de las razones por las cuales tomar conciencia de ella es una forma muy eficaz de traer espacio a la vida, de generar conciencia. Es un objeto de meditación excelente precisamente porque no es objeto y carece de forma. La otra razón es que la respiración es uno de los fenómenos más sutiles y aparentemente insignificantes, lo "mínimo" que, según Nietzsche, es el ingrediente de la "mejor felicidad". Usted podrá decidir si desea practicar o no la conciencia de la respiración como meditación formal. Sin embargo, la meditación formal no reemplaza la acción de crear la conciencia del espacio en la vida diaria.

El hecho de tomar conciencia de la respiración nos obliga a estar en el momento presente, la clave de toda transformación interior. Siempre que tomamos conciencia de la respiración estamos absolutamente presentes. Podrá notar que no puede pensar y tomar conciencia de la respiración al mismo tiempo. Al respirar conscientemente se detiene la mente. Pero lejos de estar en trance o medio dormidos, estamos completamente despiertos y muy alertas. No caemos por debajo del pensamiento sino que nos elevamos por encima de él. Y si observamos más atentamente, descubrimos que esas dos cosas, estar completamente en el momento presente y dejar de pensar sin perder la conciencia, son una sola: el surgimiento de la conciencia del espacio.

LAS ADICCIONES

Podría decirse que un comportamiento compulsivo de vieja data es una adicción, y la adicción vive dentro de nosotros casi como una entidad o una personalidad secundaria, un campo de energía que se apodera periódicamente de nosotros por completo. Hasta se apodera de nuestra mente, de la voz mental, la cual entonces se convierte en la voz de la adicción. Podría decir, "hoy ha sido un día muy difícil, me merezco un premio. ¿Por qué negarme el único placer que me queda en la vida?" Entonces, si estamos identificados con la voz interior a causa de nuestra inconsciencia, abrimos el refrigerador para atacar la torta de chocolate. En otros momentos, la adicción puede dejar por fuera a la mente de un todo y, sin saber a qué horas, nos vemos con un cigarrillo en la boca o un vaso de licor en la mano. "¿Cómo llegó esto a mi mano?" La acción de sacar un cigarrillo de la cajetilla y encenderlo, o de servir el trago, ocurrió en medio de la inconsciencia total.

Si usted tiene un patrón de comportamiento compulsivo como fumar, comer en exceso, beber, ver televisión, Internet, o cualquier otro, haga lo siguiente: cuando note que la urgencia de la adicción comienza a manifestarse, pare y respire conscientemente tres veces. De esa manera se establece un estado de alerta. Deténgase durante unos minutos a observar la urgencia misma y a sentir ese campo de energía en su interior. Sienta conscientemente la necesidad física o mental de ingerir o consumir una determinada sustancia, o el deseo de manifestar el comportamiento compulsivo. Después respire conscientemente otras cuantas veces. Verá que la ansiedad desaparece, al menos transitoriamente. O quizás se dé cuenta de que el peso de la urgencia prevalece y no tiene otra salida que obedecer o manifestar el comportamiento nuevamente. No lo convierta en un problema. Convierta la adicción en parte de su práctica de conciencia tal como se describió anteriormente. A medida que aumente la conciencia, los patrones adictivos se debilitarán hasta disolverse finalmente. Sin embargo, recuerde tomar nota de los pensamientos que justifican el comportamiento adictivo, a veces con argumentos sagaces, a medida que van pasando por su mente. Pregúntese de quién es la voz, y se dará cuenta de que la que habla es la adicción. Mientras lo sepa, mientras esté presente en calidad de observador de su mente, es menos probable que ésta logre engañarlo para que usted haga lo que ella desea.