– En cuanto lleguemos a la residencia -le dijo a la vez que le besaba la palma de la mano-, telefonearé a Jacques a Bruselas y le diré que vuelva a casa. También invitaré a Angelique y les diré que por fin todo se ha solucionado entre tú yo. Quiero que estén cerca de nosotros y que seamos una gran familia unida.
– Me haría muy feliz que estuviéramos todos juntos. El dolor que hemos sufrido por culpa de la aventura que tuvieron nuestros padres debería haberse ido a la tumba con ellos. Gracias a Dios, al final podemos seguir viviendo juntos, como un auténtico matrimonio.
– Y gracias a Dios también, sobreviviste a tu terrible accidente -dijo Julien con voz temblorosa-. Cuando pienso lo cerca que estuve de perderte…
– Eso era imposible -afirmó Tracey mientras secaba las lágrimas de Julien beso a beso-, estando tú para cuidar de mí y de los bebés. Soy la mujer más afortunada del mundo, Julien Chapelle. Gracias por no darte nunca por vencido. Gracias por ser como eres, por hacer de padre y de madre durante un periodo de nuestras vidas tan traumático. Ahora me toca a mí cuidar de ti. A partir de ahora, y durante el resto de nuestras vidas, pienso pasar cada minuto, cada segundo a tu lado, para demostrarte lo mucho que significas para mí. Te quiero tanto que no puedo expresarlo con palabras.
Julien le dio un beso profundo que se alargó durante varios deliciosos minutos.
– Julien -prosiguió Tracey-, ¿tú crees que alguien podría morirse por sentir demasiado amor?
– Sólo hay una manera de averiguarlo -respondió con aparente serenidad mientras la colocaba sobre la cama-. Pero si esta noche nos abrasamos en nuestra pasión, vida mía, al menos arderemos juntos eternamente. Una cosa te puedo prometer, nos lleven donde nos lleven los pasos de nuestro amor, nuestro camino no ha hecho más que comenzar.
REBECCA WINTERS