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– Eso es cierto -añadió Jake-. El gobernador se siente responsable por implicarla y, delo por seguro, no descansaría hasta saber que está a salvo. No se le ocurra contarle que le hemos dicho esto, pero se le conoce en sus círculos cercanos como un tipo que se preocupa por todo.

Lindsay sonrió. No se le ocurría ningún hombre que le pareciera menos obsesionado por las preocupaciones que el Gobernador Cordell.

– Por razones de seguridad, el gobernador ha hecho que le cambien de habitación y la instalen en la suite de personalidades. Un ascensor privado lleva a ella desde el garaje. Nosotros nos quedaremos en habitaciones contiguas, para asegurar su intimidad y seguridad.

El gobernador se movía a una velocidad que la dejaba sin respiración. Pero no podía aceptar aquello.

– Por favor, transmítanle mi agradecimiento, pero me quedaré en la habitación que tengo ahora.

– Me temo que ya es tarde, señorita Marshall. Sus cosas ya están allí y su antigua habitación está lista para otro huésped. ¿Vamos?

– Le enseñaré el ascensor privado -dijo el señor Herrera.

Lindsay sólo pudo asentir y seguirlo. Ignoró las miradas interesadas de los empleados del hotel.

La suite era de lo más lujoso. Constaba de dos habitaciones, salón, baño y una pequeña cocina. En uno de los sillones del salón estaba su vestido de sirena. Más allá, escondida detrás de un impresionante biombo chino, se veía una gran mesa de comedor con sus sillas.

Fernando le enseñó toda la suite y ella lo siguió como atontada.

– Todo está en orden, señorita Marshall -le dijo cuando terminaron-. Háganos saber si piensa salir del hotel.

– No. Voy a cenar y a meterme en la cama. Tengo que estar lista a las seis y media de la mañana.

– Ya nos hemos puesto en contacto con su jefe de buceo y le hemos informado de todo. El gobernador le ha pedido la cena antes de marcharse y lo único que hay que hacer es llamar a la cocina para que se la suban. Yo se la serviré en la mesa de desayuno. ¿Necesita algo más?

Lindsay miró a su alrededor.

– No. Todo está perfecto. Me están haciendo sentirme como una princesa.

Fernando sonrió.

– El gobernador nos dijo que la tratáramos como si lo fuera. Y, créame, bajo mi punto de vista, no es nada difícil hacerlo. Perdóneme por decir algo tan poco profesional, pero nunca antes había visto un cabello tan hermoso.

– La mayor parte del tiempo es una completa molestia, pero gracias por el cumplido, Fernando.

– De nada. Después de que le haya servido la cena estaré en la habitación de la izquierda. Jake se quedará en la de la derecha. Si tiene algún problema puede llamarnos marcando el uno, cero, uno, uno.

– No creo que vaya a tener ninguno, pero gracias de todas formas.

Sabía que no serviría de nada protestar por lo que a ella le parecía una protección excesiva.

– Nosotros contestaremos a todas las llamadas que tenga. Si son legítimas, se las pasaremos. Usted puede hacer todas las llamadas que quiera, pero recuerde que se las vamos a grabar. Le daremos la cinta cuando vuelva a California.

Un estremecimiento involuntario la recorrió. El poder del gobernador era como un puño de hierro envuelto en un guante de terciopelo.

¿Cómo lo hacía para vivir así diariamente? Lindsay sabía que ella no podría nunca. Le recordaba demasiado a sus dos últimos años en casa de sus padres.

Trató de quitarse de encima esa sensación claustrofóbica y se preparó para meterse en la cama. Había terminado de ponerse la bata cuando sonó el teléfono. Pensó que era Fernando para decirle que ya había llegado la cena.

– ¿Diga?

– ¿Señorita Marshall? -dijo una voz profunda que ya le resultaba conocida.

– ¿Sí, gobernador?

– Llámame Andrew. Eso me ayudará a olvidarme de mis responsabilidades por un rato.

– ¿No te preocupa lo que podrían pensar tus oponentes si oyeran eso? -bromeó.

Él se rió.

– Si Jake y Fernando están haciendo su trabajo, no tengo nada de que preocuparme.

– Se han portado maravillosamente y la suite es preciosa. Gracias por tu generosidad. Pero por favor, no hagas nada más. Sé que lamentas lo que ha pasado, pero me siento mal por haberte molestado de esa forma mientras estabas de vacaciones con tu hijo. Me gustaría hacer algo para compensar todos los inconvenientes que os he causado, pero no puedo. Así que, por favor, no me hagas sentirme más en deuda contigo que lo que ya estoy o me sentiré peor.

– ¿Lo suficiente como para cenar mañana con Randy y conmigo? Puedes venir a casa después de que termines de ensayar. Hemos filmado todas nuestras inmersiones, así que podrás reírte con las peripecias de dos novatos. También puede que te guste ver la cinta que te grabé. Bueno, eso si no estás demasiado ocupada.

La invitación la pilló completamente por sorpresa. Y también le gustó. Pero si pasaba más tiempo en compañía de ese hombre, sabía por instinto que querría cada vez más de él.

– ¿No sientes curiosidad por ver el aspecto de la última sirena? Eso es algo que cualquier ser humano debería ver por lo menos una vez antes de que ella vuelva al mar y desaparezca para siempre.

¿Era esa su forma de decirle que lo que quería era sólo un ligue de vacaciones? ¿Nada más? Ese pensamiento la deprimió y se sintió más confusa que nunca antes.

Medio en serio, le dijo:

– Tal vez desaparezca porque no es una verdadera sirena.

– Me niego a creer eso -le contestó él con una intensidad que la dejó sorprendida-. Pero dejaré que seas tú la que juzgue. Randy y yo iremos a buscarte a las siete y media.

– Estaré practicando hasta las siete, así que no puedo prometer que sea puntual.

– No me importa si no apareces hasta medianoche, con tal de que vengas. Jake y Fernando conocen el camino. Una cosa más. Si no quieres preocuparte mañana, no leas los periódicos. ¿De acuerdo?

– De acuerdo. Gracias por todo, incluyendo la invitación a cenar. Buenas noches, gob… Andrew.

Las manos le temblaban cuando colgó el teléfono. Quiso echarle la culpa al hambre, pero sabía que no era por eso.

Cuando pasó de nuevo por el salón, se detuvo a examinar su vestido de sirena. Alguien había cosido el desgarro que él le había hecho y había reparado también la cremallera.

¿Cómo habría él encontrado a una costurera o un sastre tan rápidamente? Parecía que no había nada que quisiera que no pudiera conseguir. Y eso era exactamente lo que ella se temía…

Capítulo 5

– Hey, papá. Es Tío Zack al teléfono.

Andrew sabía que su cuñado nunca lo llamaría a no ser que se tratara de una emergencia, así que eso sólo podía significar una cosa. Apartó el periódico que había estado leyendo y fue a contestar.

– ¿Zack? Ya veo que has visto lo que dicen los periódicos.

– Es que ha sido difícil no hacerlo. Los titulares del Sun dicen: «El Gobernador Cordell Salva a Una Hermosa Sirena en un Heroico Rescate», y hay una gran foto tuya llevando algo que se parece sospechosamente a una cola de pez. Por el amor hermoso, Andrew, antes me preocupaba por que Randy no saliera en las columnas de cotilleos, ¡pero es que tú has conseguido la primera página!

Zack no hizo nada para controlar la risa. Andrew gimió.

– No hay nada sagrado en estos días. Ya me temía que la prensa se agarraría a esta historia.

– Alex te manda recuerdos y me dice que lo mires por el lado bueno. Cree que un toque de romance es exactamente lo que necesita la oficina del gobernador.

– ¿Y tú? ¿Qué crees?

– Llevo mucho tiempo esperando y rogando porque encuentres a alguien que reemplace a mi hermana. Eres demasiado joven y lleno de vida como para seguir solo. ¿Pero una sirena?

Andrew se rió y Zack hizo lo mismo.