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– ¿Y merece el daño que le has hecho a tu imagen pública?

Andrew se había estado preguntando eso mismo durante las últimas horas.

– ¿Sabes que, cuando la vi por primera vez, hubo unos cuantos segundos que pensé que era una sirena de verdad?

– ¿Así que es tan hermosa?

– La tengo grabada en vídeo y lo he puesto tantas veces que temo que se rompa la cinta. Estoy empezando a comprender tu fijación con Alex. Randy dice que guardaste todos sus posters en tu habitación después de decirle que los habías destruido.

– ¡Demonios, papá! -exclamó Randy.

Zack pareció igualmente contrariado.

– ¿Es que no hay nada privado en mi casa?

– No. Ni en tu casa ni en la mía. Gracias a este incidente me han llamado desde servidor público borracho y pervertido hasta lujurioso y depravado, acosador de jóvenes y desprevenidas sirenas.

– ¿Y lo has hecho? Me refiero a acosarla.

– ¿Tú qué crees?

– No soy el más indicado para preguntar eso. La primera vez que Alex y yo estuvimos a solas y la llevé a recorrer el rancho, le dije que le pagaría lo que me pidiera si posaba para una foto. Todavía estoy avergonzado por cómo actué ese día.

– ¿Con qué iba a posar?

– Con nada, sólo un poco tapada por un arbolito.

Andrew sonrió y movió la cabeza.

– Y yo que creía que lo sabía todo acerca de Zackery Quinn.

– No sabes ni la mitad.

– Sí, puede ser, si mi experiencia de estos últimos días sirve de barómetro. Ella es diez años más joven que yo, Zack.

– ¿Y qué?

– Me tiene miedo.

– ¿Qué le has hecho?

Andrew se pasó los siguientes diez minutos explicándole todo lo que había sucedido, incluyendo que la había invitado a cenar.

– Uno de estos días la verás por televisión, anunciando productos de belleza. Va a hacer rico al propietario de la compañía.

– Papá -los interrumpió Randy-. Dile que se ponga Troy.

– ¿Zack? Randy quiere hablar con Troy.

– Está fuera con algunos de los hombres. Le diré que llame tan pronto como vuelva. También quería hablar con Randy.

Andrew le pasó el mensaje a Randy y luego siguió con la conversación.

– Te agradezco la llamada, Zack. Me ayuda a mantenerme cuerdo en momentos como estos.

– Hablando de otra cosa, ¿os lo estáis pasando bien?

– Como nunca.

– Eso es lo que quería oír. Tienes suerte de tener un hijo como Randy.

– ¿No sabéis ya el sexo de vuestro futuro hijo? Yo creía que, hoy en día, todo el mundo sabe ya esas cosas.

– No. Alex y yo hemos pensado que no lo queremos saber. Eso hace más divertida la espera.

– Estoy de acuerdo. Dale recuerdos y dile que no lo tenga hasta que no estemos de vuelta.

– No saldrá de cuentas hasta final de mes.

– Entonces estaremos allí. Mantente en contacto, Zack. Si tiene el niño antes queremos ser los primeros en daros la enhorabuena.

Luego se despidieron y colgaron. Hablar con Zack le había puesto de buen humor, así que le dijo a Randy que se iban a bucear, a pesar de que la prensa pudiera estar vigilándolos, con lo que Randy se quedó encantado.

La casa de verano del gobernador le recordó a Lindsay las casas griegas que se veían en los posters de las compañías aéreas. Estaba tan impresionada que, en un momento dado, casi estuvo a punto de decirle al conductor de la limusina que la llevara de nuevo al hotel. Llevaba todo el día imaginándose el momento en que volvería a ver de nuevo, a ese hombre. En ese momento estaba tan llena de emociones contradictorias que no estaba segura de poder superarlas.

Mirando hacia atrás, se daba cuenta de que se había pasado cuando pensó que él podía representar una amenaza. Pero ahora que sabía la verdad, sentía una clase de tensión diferente.

Le había costado decidir la ropa que iba a llevar, pero por fin se había puesto un vestido corto de seda rosa y se había dejado suelto el cabello.

Jake se había quedado en el hotel, mientras que Fernando iba con ella en el asiento trasero de la limusina. Cuando se detuvieron, salió inmediatamente del coche y la ayudó a ella.

Inmediatamente se abrieron las puertas de la casa y Andrew Cordell apareció silueteado en la entrada, demasiado atrayente para la paz mental de Lindsay. Iba vestido con un elegante traje de verano color caramelo claro, una camisa más oscura y corbata de seda clara.

Con las piernas un poco inseguras, caminó hacia él.

– Te mentí cuando te dije que no me importaba la hora a que llegaras. Son más de las ocho y estaba a punto de irte a buscar yo mismo -dijo sinceramente y a ella se le secó la boca por los nervios.

– Es que se nos ha estropeado el motor del barco y Ken ha tardado en arreglarlo.

– Trataré de perdonarlo -murmuró él tomándola del brazo y acompañándola al interior.

Lindsay llevaba toda su vida rodeada de gente del cine, todos ellos guapos y atractivos. Entonces, ¿por qué era sólo ese hombre el que la podía hacer sentirse tan viva sólo con su contacto?

Toda la casa estaba decorada al estilo mediterráneo y las ventanas daban al mar.

– Mi hijo nos está esperando en el estudio -le dijo Andrew mientras la guiaba hasta una habitación cuya decoración le daba un aire árabe.

Cuando pasaron la puerta, un atractivo joven de cabello oscuro se levantó de donde estaba sentado delante de un aparato de televisión y vídeo. A su lado había un montón de cintas. Se sacudió los pantalones y arregló su chaqueta mientras sonreía de una forma encantadora.

– Hola -le dijo a Lindsay. Entonces ella vio inmediatamente cómo debía haber sido Andrew Cordell veinte años antes.

– ¿Randy? -dijo su padre mientras seguía sujetando posesivamente el brazo de Lindsay-. Te presento a una verdadera sirena viva. ¿Te puedes creer que se llama Lindsay Marshall?

Divertida por ese comentario, Lindsay sonrió y le dio la mano a Randy.

– Hola, Randy. Espero que me llames Lindsay.

– Nos alegramos de que hayas venido -dijo Randy-. Cuando papá me enseñó el vídeo donde apareces, comprendí enseguida por qué pensó que había visto a una sirena de verdad. ¡Está realmente bien! ¡Espera a verlo!

– Casi lo estoy temiendo. Había tomado demasiado aire y mi cuerpo tendía a subir mientras que yo trataba de nadar al mismo nivel. No paraba de mover los brazos.

– Me temo que ninguno de los dos nos hemos fijado en eso. ¿Quieres tomar algo antes de cenar?

– No, gracias. Para seros sincera, siempre me muero de hambre después de ensayar.

– Eso lo podemos remediar enseguida.

– Le diré al cocinero que ya estamos listos para cenar -dijo Randy.

– Gracias Randy. Nosotros vamos ahora mismo.

Cuando se hubo marchado, Lindsay dijo:

– Es un chico muy atractivo. Salvo por el cabello se te parece mucho.

– Gracias. Creo que la mayor parte de su atractivo lo heredó de su madre.

– ¿Tienes más hijos?

– No. Tuvimos suerte de tener a Randy. Mi esposa tenía una rara enfermedad de la sangre heredada de su madre. Las dos murieron jóvenes.

– Perder a alguien amado debe ser de lo más traumático. Pero estar a la luz pública en ese momento debe haber sido horrible.

– Fue un infierno, sobre todo para Randy. Por las exigencias de mi puesto, él terminó teniendo que afrontar todo el dolor solo. Estoy tratando de compensarlo por eso ahora.

– Me gustaría haber sabido todo esto antes…

– No te arrepientas de nada -la interrumpió él decididamente-. Yo estaba decidido a conocerte. Lo que pasó es que la forma de conocernos no era la que había pensado. Te confieso que hubiera preferido que nuestro primer encuentro después del del agua, fuera más parecido a mi plan original. Ciertamente, habría sido menos público.

El corazón le dio un salto a Lindsay.

– ¿Tu plan original?

– Iba a esperar a que terminaras de bucear ese día. Pokey y su tripulación tenían instrucciones de acercar nuestro barco al tuyo. En ese momento, yo le iba pedir a Don que nos presentara y que me diera la oportunidad de disculparme por haberme metido en tu territorio el día anterior. Si te lo tomabas bien, pretendía invitarte a cenar para poder darte la cinta de vídeo si la querías.