Andrew hizo una pausa y la miró a los ojos.
– ¿Hubieras aceptado esa invitación?
Lindsay se quedó pensativa un momento. Sabía que, aunque se había asustado en el agua, seguramente la personalidad persuasiva de ese hombre la habría hecho aceptar.
– La cena está lista, papá.
La interrupción no pudo llegar en mejor momento para Lindsay.
Sin dejar de mirarla a los ojos, Andrew respondió:
– Vamos enseguida.
De nuevo Lindsay notó el calor de la mano de él contra su brazo. Un calor que se esparció por todo su cuerpo.
Antes de que llegaran al comedor, él le murmuró al oído:
– Si tu presencia aquí esta noche indica algo, entonces pienso que la respuesta hubiera sido que sí.
Se sentaron a la mesa y, mientras les servían los aperitivos, Randy le preguntó:
– ¿Cómo es que no te hemos visto nunca en ninguna película?
Lindsay se atragantó con el vino y dejó de nuevo la copa sobre la mesa.
– Porque no soy actriz.
– Eres tan guapa que bien podías ser modelo entonces.
Ella agitó la cabeza y sonrió.
– Gracias por el cumplido, pero te equivocas de nuevo. Estoy trabajando en este anuncio para ganar el dinero suficiente como para ir a la escuela de posgraduados este otoño. La única razón por la que me contrataron para hacer de sirena es que soy buena nadadora y que tengo el cabello largo.
– Seguramente no sea la única -murmuró Andrew-. ¿Qué piensas estudiar, y dónde?
Eso lo preguntó con tanta intensidad como si su respuesta le importara mucho.
– Quiero estudiar biología marina en el Scripp's Institute en La Joya.
– ¡Conozco ese sitio! -exclamó Randy-. Un par de amigos míos fueron a un campamento de verano allí para bucear.
– Eso es. Algunos de mis viejos amigos hicieron lo mismo cuando terminaron el instituto. En su día pretendo estudiar el comportamiento de los tiburones y esa clase de cosas.
– ¡Estás de broma! ¡Eso es fantástico! ¿Viste muchos tiburones durante tu inmersión de ayer? Papá y yo quisimos ir contigo, pero todavía no somos tan buenos buceadores como tú.
Aparentemente, lo sabían todo sobre sus actividades diarias, gracias a Don y Ken. Randy no parecía nada avergonzado por los poco ortodoxos métodos de su padre para conseguir informaciones personales. Miró a Andrew esperando ver una sonrisa, pero se sorprendió al ver su ceño fruncido.
Entonces ella respondió tranquilamente a la pregunta de Randy.
– Creo recordar que había ocho.
Entonces llegó el plato principal y dejaron de hablar por un rato, hasta que Andrew le preguntó:
– Seguramente, de todos los animales del mar, los tiburones son los más peligrosos. ¿Por qué vas a elegir una carrera que la mayoría de la gente consideraría de alto riesgo?
A ella le habían hecho esa misma pregunta más veces de las que recordaba.
– Hay poco riesgo si sabes como tratarlos y su comportamiento. Deja que te haga una pregunta. ¿Por qué te metiste en política, un trabajo que considero mucho más arriesgado, no sólo para tu familia, sino también para tu salud física y emocional?
Sus miradas se cruzaron.
– Estás utilizando una analogía equivocada. Si los tiburones me muerden, políticamente hablando, siempre puedo volver a ejercer como fiscal del distrito. ¿Qué posibilidades tienes tú si un tiburón blanco, un jaquetón, decide que tú eres su almuerzo?
Ella le dio otro trago a su vino antes de responder.
– Es cierto que en algunas raras ocasiones un gran blanco ha atacado a alguien, pero no son los únicos tiburones que hay en el mar. Los peces martillos son fascinantes para los científicos. Y no tienen la boca tan grande.
– Así que sólo te quitan un bocado, en vez de comerte entera, ¿es eso lo que estás diciendo?
– ¿Qué haces con ellos? -le preguntó Randy.
– Bueno, para darte un ejemplo, se los tiene que marcar para averiguar sus hábitos migratorios. Así que te tienes que acercar lo suficientemente como para asegurarte de que el transmisor está bien fijo. A veces el dolor hace que el tiburón se revuelva. Por supuesto, el buceador es consciente de ello y toma todas las precauciones posibles.
– ¿Es eso lo que vas a hacer este otoño?
– No. Scripp's ofrece un programa de seis años y el primero de ellos estaré recibiendo clases. Luego seguiré un curso especializado de buceo de un par de semanas y luego empezaré a trabajar en algún proyecto submarino con científicos que ya se dedican a eso.
– ¡A mí me encantaría hacer eso! -exclamó Randy excitadamente.
– Por suerte, todavía te quedan por delante cuatro años de estudios, durante los cuales podrás cambiar de opinión por lo menos una docena de veces -dijo Andrew-. Si hemos terminado todos, ¿por qué no vamos al estudio, donde nos servirán los postres y así Lindsay se verá en el vídeo?
– No estoy segura de estar preparada para esto.
Se levantaron y luego se instalaron en los sillones del estudio delante de la televisión. Una vez allí, ella dijo:
– Antes de ver ese donde salgo yo, me gustaría ver los demás que habéis hecho por aquí. Tal vez luego pueda ser capaz de ver mi poco experta actuación.
La siguiente hora pasó rápidamente para ella.
– ¡Para ser un par de aficionados, sois muy buenos buceadores, y los vídeos son espectaculares! -exclamó luego-. ¿Cómo habéis aprendido a manejar tan bien una cámara submarina? Me siento celosa de las inmersiones que habéis hecho… y documentado.
– Mi amigo Troy, que ahora es también mi pariente, es muy bueno con las cámaras. Probablemente termine trabajando para el National Geographic o alguna otra revista famosa. Él nos enseñó a manejarlas.
– Estoy impresionada, Randy. ¿También bucea?
– No. Se rompió una pierna de mala manera jugando al fútbol americano hace un par de años y no ha hecho ningún deporte desde entonces.
– Eso no está bien -dijo Lindsay-. Nadar sería una excelente terapia para él.
Randy la miró con interés.
– ¿Tú crees?
– Lo sé -respondió ella sonriendo y muy consciente de que Andrew también la estaba mirando fijamente-. Yo enseño natación y, algunos de mis alumnos tienen problemas físicos o se están recuperando de accidentes. Para muchos de ellos, nadar es esencial para su recuperación.
– ¿Crees que podría sacarse el título para bucear?
– Claro.
– ¿Papá? ¿Has oído eso?
– Sé lo que me vas a decir, Randy. Cuando volvamos a casa le contaremos lo que nos ha dicho Lindsay, y tal vez se pueda sacar el título a tiempo para venirse con nosotros a las islas Caimán en agosto.
– Me han dicho que son el sueño de cualquier fotógrafo -murmuró Lindsay fascinada, como dejándose llevar por la imaginación.
Randy se arrodilló delante del aparato de vídeo entonces.
– De acuerdo, ya estamos casi.
El corazón empezó a latirle frenéticamente a Lindsay cuando vio una figura alta entre medias de los bancos de coral. Era una apariencia casi fantasmal. Pero cuando, súbitamente, se vio a sí misma nadando delante de la cámara, incluso ella se tuvo que preguntar qué era lo que tenía delante. ¡Parecía de verdad una sirena real! Randy apretó el botón de pausa.
– No me lo puedo creer -dijo ella anonadada.
– Eso es precisamente lo que me pasó a mí -respondió Andrew en voz baja-. Tal vez ahora comprendas mi encantamiento un poco mejor.
Randy la miró por encima del hombro.
– Ese anuncio vendería cualquier cosa, incluyendo tinta de calamar, Lindsay.
– Gracias por el voto de confianza -dijo mientras se ponía en pie.