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Se sentía ya demasiado involucrada con Randy y su padre. Lo último que quería hacer era despedirse, pero eso era exactamente lo que iba a hacer mientras le quedaba un poco de fuerza de voluntad.

– Acabáis de recordarme que tengo un ensayo mañana temprano. Creo que debería irme antes de que se me haga demasiado tarde.

Un silencio extraño llenó la habitación mientras Andrew se levantaba para encender las luces. Luego se apoyó en el quicio de la puerta.

– Mañana es domingo, tu último día de libertad antes de empezar el rodaje. ¿Qué te parecería pasar una parte del día buceando con nosotros en Balmoral Island? Vamos a llevar el almuerzo.

Ella bajó la mirada, temerosa de que los dos pudieran darse cuenta de la explosión de excitación que sintió al oír esa invitación. Pero, por mucho que quisiera aceptar, no podía permitirse un día más en compañía de ese hombre, no podría controlar las consecuencias emocionales.

Andrew se apartó de la puerta con una expresión que hacía difícil saber qué estaba pensando.

– No tienes que decidirlo ahora mismo. Si quieres, llámame mañana antes de las diez.

– No… no. Puedo decírtelo ahora mismo -dijo ella frotándose las húmedas, manos contra las caderas-. Me gustaría ir, pero toda la gente llegará mañana y tengo que estar con los de atrezzo y maquillaje. No… no sé cuándo estaré libre, así que no puedo hacer planes definitivos.

– Te pareces a papá cuando lo llamo al despacho -dijo Randy, francamente disgustado.

Lindsay contuvo la respiración, esperando a que Andrew dijera algo, pero continuó en silencio. Tomando la iniciativa, dijo:

– Ha sido una velada maravillosa que no olvidaré. Gracias por la cena y la compañía.

– De nada.

Unos guardaespaldas, entre los que estaba Fernando, aparecieron de alguna parte y la acompañaron a la limusina. Randy y Andrew la acompañaron también y él la ayudó a entrar.

– Buenas noches, dulce sirena -murmuró él.

Por Randy, igual que por ella, hizo como si no hubiera sentido el roce de los labios de Andrew contra el cabello ni la cálida caricia de sus dedos contra la piel. Luego Andrew sé apartó y cerró la puerta. A través del cristal que los separaba, hizo un gesto de despedida de Randy, que le sonrió y se despidió también cuando el coche arrancó. Lindsay se obligó a sí misma a no volver a mirar a Andrew.

Ya sabía que algo significativo le había sucedido, algo nuevo y poderoso. Cuando pensó en volver a California, lejos de él y de su hijo, se apoderó de ella una sensación de desolación. Aquello no tenía sentido. No tan pronto. Y no cuando estaba a gusto con su vida. Por lo menos, lo había estado hasta el día anterior.

Capítulo 6

– ¿Andrew? -preguntó uno de los guardaespaldas asomándose por la puerta del dormitorio-. Te llaman por teléfono. Es Clint.

Andrew había oído el teléfono y pensó que era Troy llamando a Randy. Si era Clint, su segundo al mano, y lo llamaba tan tarde, eso significaba que había problemas.

Tomó el teléfono de al lado de la cama, y lo que oyó no era nada bueno. Después de dar unas instrucciones se dirigió al dormitorio de Randy, desagradándole por más de una razón, lo que iba a tener que hacer.

Encontró a su hijo en el cuarto de baño, limpiándose los dientes. Randy lo miró por el espejo y sonrió.

– No sólo es guapa. También está bien, de todas las maneras, papá. Y tengo que decirte que has jugado realmente bien.

Andrew se rió, aliviado por la aprobación de Randy. Sin ella hubiera tenido un verdadero problema, ya que tenía toda la intención de verla más veces. Y sabía por instinto que ella había querido aceptar la invitación que le había hecho.

– ¿Quién ha llamado?

– Clint.

– Vaya. ¿Un terremoto, tornado o algo así?

– Algo así.

Randy se secó con una toalla y miró a su padre.

– ¿No me digas que tenemos que volver a casa?

– Eso me temo. Ha habido unas lluvias torrenciales que han cegado el río Truckee. Si no se limpia va a haber falta de agua en Reno. Tengo que volver para ver los daños y cómo van las labores de limpieza. Y, si es necesario, poner en marcha el plan de emergencia.

– ¡Demonios…!

Andrew respiró profundamente.

– ¿Te crees que yo quiero irme? ¿Tienes idea de lo mucho que quiero volver a ver a Lindsay?

Randy asintió por fin.

– Sí, creo que sí lo sé. Si quieres ir ahora a su hotel para despedirte, yo haré las maletas y nos reuniremos en el aeropuerto.

Andrew se quedó maravillado por la sensibilidad de su hijo.

– Gracias, Randy. Pero, después de rechazarme, ¿crees que querrá volverme a ver?

Entonces se miraron el uno al otro.

– Te lo garantizo.

Dejándose llevar por la emoción, Andrew le dio un golpe cariñoso en la barbilla.

– ¿Qué he hecho para merecerme un hijo como tú?

– Lo pensaré y ya te lo haré saber. Buena suerte, papá.

Andrew abrazó a su hijo, luego reunió a sus hombres para hacer los arreglos de último momento. De camino hacia el hotel de ella, llamó por teléfono para terminar de arreglarlo todo para su llegada, así cuando viera a Lindsay podría concentrarse por completo en ella.

Lindsay estaba demasiado agitada como para meterse en la cama y estaba en el balcón mirando al mar, iluminado por la luna. Apartar a Andrew de sus pensamientos, mucho menos de su vida, le estaba resultando más difícil de lo que se había imaginado.

– ¿Lindsay?

Ella tragó saliva cuando oyó su voz y se volvió, sorprendida.

No podía haber pasado más de una hora desde que se habían despedido y allí estaba él, en su habitación. Estaba tan contenta de volverlo a ver que hasta se asustó.

– Jake me dijo que estabas aquí fuera. No te habría molestado tan tarde si no fuera importante.

Lindsay se asustó realmente.

– ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido Randy? ¿Está bien?

– No. No le ha pasado nada. Ni a mí.

Ella frunció el ceño y se mordió el labio inferior.

– Por favor, no me tengas intrigada. Dime qué ha pasado.

Él se acercó entonces.

– Una emergencia exige que vuelva a casa inmediatamente. Randy me está esperando en el aeropuerto.

Lindsay apartó la mirada, temiendo que él se diera cuenta de lo mucho que le afectaba aquella noticia inesperada. Aunque había decidido no pasar más tiempo con él, no podía evitar esa reacción.

– Pobre Randy -logró decir-. Debe ser terrible para los dos, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que hace que no teníais unas vacaciones de verdad.

– Esto son gajes del oficio. Pero tengo que admitir que me sorprendió lo mucho que me disgusté cuando Clint me llamó desde Carson City y me contó la situación.

– Esa emergencia, ¿amenaza vidas humanas?

– El río Truckee está bloqueado y Reno está a punto de quedarse sin agua. Voy a tener que inspeccionar los daños en helicóptero, reunirme con mi equipo y decidir los pasos que hay que dar.

Lindsay se dio cuenta de que el bienestar de todo el estado de Nevada dependía de ese hombre. Y, aun así, había dedicado parte de su precioso tiempo para verla.

– Yo… habría comprendido si me hubieras dejado un mensaje con Jake o Fernando.

– ¿En vez de venir a despedirme en persona? No me cabe duda de que eso es lo que hubieras preferido, pero al contrario que tú, a mí me gusta la sinceridad.

Eso la hizo mirarlo, intrigada.

– ¿Qué quieres decir?

– No hagas como si no supieras de lo que te estoy hablando. Tú también has notado la química que hay entre nosotros. Pero por alguna razón desconocida, tienes miedo de ella, miedo de mí.

– Eso… no es cierto. Me salvaste la vida y luego has hecho lo imposible para protegerme de cualquier cosa desagradable. No sería sincera si no te dijera lo agradecida que te estoy por tu preocupación y generosidad.