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– ¡Yo no estoy a tu cuidado! -dijo ella casi gritando-. Vine a Carson City porque la última vez que nos separamos me porté mal sin querer y quería explicarme. ¿Es qué no lo ves? Te haces cargo de las cosas sin pensar. Es algo tan normal para ti como respirar. Un matrimonio entre nosotros no funcionaría nunca.

Andrew se quedó pálido.

– ¡No sabes lo que estás diciendo!

– Mis padres siempre dicen eso cuando se enfadan. Andrew, si nos casamos y yo sigo queriendo ser bióloga marina, sinceramente, ¿puedes decir que no será causa de peleas entre nosotros? ¿Que no me exigirías ser una esposa convencional? Ya me has dicho que odias sólo la idea.

– Y así es.

En ese momento apareció uno de los médicos y Andrew se contuvo.

– ¿Qué indican las radiografías? -le preguntó él al médico.

– Buenas noticias, gobernador. No hay ningún daño. En mi opinión todo se ha debido a que,*como la señorita no ha montado nunca antes a caballo, hizo demasiada fuerza con unos músculos que nunca había utilizado y le dio un calambre en cuanto el caballo empezó a galopar.

– ¿Es esa la única razón para que se me durmieran las piernas? -le preguntó ella, incrédula.

– Eso es. Una sensación temporal. Ahora las siente de nuevo, ¿no es así?

Entonces levantó la sábana y le hizo cosquillas en la planta del pie, lo que hizo que Lindsay lo retirara inmediatamente como reacción.

Una mirada de extrañeza cruzó a Lindsay por el rostro y, con un poco de dificultad, se sentó en la cama.

– No me lo puedo creer. Es como…

– La inyección que le hemos puesto la ha relajado -dijo el médico-. Su experiencia pasada hizo que se tensara más todavía y el dolor se incrementó. La voy a mandar a su casa con una receta de un relajante muscular y un antiinflamatorio. Pasará un tiempo un poco incómoda, pero puede marcharse cuando quiera. Dese doce horas de descanso antes de empezar con sus actividades habituales. Un baño caliente y un buen sueño la ayudarán.

«Doce horas para hacerla comprender», pensó Andrew. Luego se volvió al médico y le dijo:

– Eso era lo que quería oír.

El médico asintió y le dio a ella unos golpecitos en la pierna.

– Cuando esté completamente recuperada, podrá empezar a hacer ejercicio para fortalecer esos músculos y, más adelante, podrá intentar montar a caballo. Pero tómeselo con calma y por etapas. De esa manera no se repetirá lo de hoy. Buena suerte.

Cuando el médico se hubo marchado, el primer impulso de Andrew fue abrazarla. Pero supo que no debía hacerlo. La mujer que anteriormente había admitido que lo deseaba más que a nada, se había transformado en una persona completamente diferente ahora.

– ¿Quieres que venga alguien a ayudarte a vestirte?

Ella se subió la sábana hasta la barbilla en lo que él pensó que era un gesto de protección.

– Sí, por favor.

– Cuando estés lista, la limusina te estará esperando en la entrada de urgencias.

Ella agarró convulsivamente el borde de la sábana y, evitando su mirada, le dijo:

– Gracias por todo. Me siento como si fuera un fraude.

– Y yo me siento aliviado de que puedas salir de aquí andando con esas hermosas piernas tuyas.

– Andrew…

– No ahora, Lindsay -le cortó él firmemente y salió de la habitación.

Sabía ya lo bastante de ella como para darse cuenta de que ella evitaría irse a su casa con él. Pero Lindsay necesitaba ayuda ahora y él estaba dispuesto a ser el que se la diera. Si pudiera conseguir que confiara en él… Entonces podrían superar juntos ese problema, por mucho tiempo que tardaran.

– ¿Papá? Instala a Lindsay en el dormitorio junto al mío. Así, si necesita algo por la noche, yo la oiré.

– Prometo que no molestaré a nadie -murmuró Lindsay.

Andrew apretó los labios contra su cabello mientras la subía en brazos por las escaleras hasta el segundo piso de la mansión. A pesar de que el instinto le estaba gritando que la llevara a su dormitorio, se contuvo. Pronto ella estaría durmiendo en su cama porque, a pesar de todos sus miedos, pretendía hacerla su esposa.

– Dado que no vas a poder entrenar a tu equipo por la mañana, ¿por qué no pides una baja y te quedas todo el mes? -le preguntó Randy bromeando-. Tenemos una piscina aquí y podrás nadar todos los días. Y así podrás ayudar a Troy al mismo tiempo.

– Eso me parece una idea maravillosa, Randy, y estoy encantada de que pienses que puedo ser una ayuda. Pero me temo que el dueño del club de natación puede que tenga algo que decir acerca de que me tome todo el mes libre.

Andrew pensó que, en un futuro cercano, el dueño del club iba a tener que encontrar a alguien que la sustituyera para siempre. Y, cuanto antes, mejor. Pero guardó silencio, aplaudiendo mentalmente a su hijo. Andrew estaba encantado con Lindsay y estaba haciendo todo lo que podía para ganarla para su causa.

– Papá me ha dicho que te ha invitado a venir cuando esté aquí el Gobernador Stevens y su familia. ¿Qué es una semana más? ¡No te vas a creer todas las cosas divertidas que tenemos planeadas!

Andrew la metió en la habitación siguiente a la de Randy y la dejó sobre la cama.

– Aunque parece maravilloso, me temo que tengo otros compromisos. Pero me siento honrada de que hayáis pensado en mí.

Andrew tenía algo que decir al respecto, pero prefirió esperar a que estuvieran solos. Randy dejó la maleta de ella en el suelo.

– ¿Tienes hambre, Lindsay?

– No, pero sí sed.

– ¿Quieres un refresco?

– Algo sin cafeína.

– Ahora mismo lo traigo -dijo Randy apresurándose a salir de la habitación e intercambiando una señal de ánimo con su padre antes de desaparecer.

Lindsay empezó a hablar en el mismo momento en que se marchó, pero anticipándose a otro rechazo, Andrew tomó la iniciativa y se dirigió al cuarto de baño del dormitorio con el neceser de ella.

– El médico ha dicho que te vendría bien un baño caliente -dijo-. Voy a abrir los grifos y mandaré a mi ama de llaves para que te ayude.

El baño tenía otra puerta que daba al pasillo. Haciendo como si no oyera a Lindsay, Andrew salió e interceptó a Randy en lo más alto de las escaleras, le quitó el bote de refresco de las manos, comunicándose entre ambos sin palabras.

– Gracias, hijo. Dile a Maud que suba, ¿quieres?

Randy asintió y salió corriendo.

Tan pronto como el baño estuvo lleno, Andrew cerró el grifo y le preparó todo a ella. Luego salió de nuevo al pasillo, donde se encontró con Randy y la doncella. Le dio el frasco con las medicinas a Maud diciéndole:

– Asegúrate de que se las toma antes de meterse al baño. Cuando esté presentable ven a mi estudio y házmelo saber. Yo me ocuparé de todo entonces. Si quiere cenar algo más tarde, ya se lo prepararé yo.

Maud asintió.

– Es bueno tener de nuevo una mujer en casa, Andrew.

– Yo estaba pensando lo mismo.

Todos sonrieron con la camaradería que les daba haber pasado cinco años juntos viviendo lo mejor y lo peor.

Randy y él se dirigieron luego al dormitorio principal.

– Vaya, papá. ¿Qué vas a hacer con Lindsay? No es que esté precisamente cooperando.

– ¿Te has dado cuenta? Voy a tener que mantenerla aquí hasta que la pueda convencer de que los miedos que tiene sobre mí no tienen sentido.

– Es evidente que te ama, así que sé que encontrarás la forma.

Andrew le dio una palmada en el hombro.

– Tengo suerte de tenerte a mi lado. Ahora sal de aquí y disfruta de los fuegos artificiales.

– Lo haré. Troy y yo vamos a ver a esas chicas que salieron en las fotos de la universidad.