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– Papá, suéltame el hombro -susurró Randy.

Pero Andrew no era consciente de nada, porque Lindsay empezó a hablar.

– Bueno, todo empezó cuando yo estaba nadando en mi mundo, metiéndome en mis asuntos. De repente ese… ese mortal, apareció y se negó a dejarme en paz.

– ¿Se refiere al Gobernador Cordell?

– Sí.

Eso hizo que se produjeran algunas risas entre la multitud, entre la que había algunos que ya se habían dado cuenta de la presencia de él.

– Tuve miedo, porque nuestras leyes dicen que tenemos que mantenernos apartadas de los mortales. Mis padres me educaron para que fuera obediente y no permitiera que un mortal se me acercara tanto como para poder capturarme.

– ¿Está diciendo que el Gobernador Cordell la capturó contra su voluntad?

– Hizo algo mucho peor.

Entonces Randy le dio un codazo en las costillas a su padre, pero Andrew estaba tan rígido como una columna de granito.

– Cuando estaba en peligro, me salvó la vida.

– Eso parece algo que nuestro gobernador es muy capaz de hacer. Es un gran defensor de los derechos de las mujeres. ¿Por qué está entonces tan enfadada?

– Porque una vez que una sirena tiene contacto físico con un mortal, su poder para resistirse a él se debilita. Ya no escucha a sus padres y trata de buscar oportunidades para estar con el mortal en cuestión todo el tiempo… hasta que es demasiado tarde.

– ¿Demasiado tarde? Creo que no comprendemos.

– Ya ve, el mayor miedo de una sirena es ser esclavizada por un mortal, cayendo bajo su poder. Una vez que eso sucede, no vuelve a estar a gusto con su vida bajo el mar.

– ¿Es eso lo que le sucedió a usted?

– Sí. Cuando ese mortal me pidió que viviera con él para siempre y que no volviera nunca a mi mundo, me entró el pánico porque todo lo que me dijeron mis padres resultó ser verdad. Ese mortal quería capturarme y no dejarme ir nunca.

– ¿Utilizó la fuerza con usted?

– ¡Oh, no! Hizo algo mucho más potente.

– ¿Qué fue?

– Me dijo que estaba enamorado de mí.

La multitud rugió, pero los latidos de su corazón eran tan fuertes que Andrew apenas lo oyó.

– Me asusté tanto que salí huyendo. Entonces fue cuando me hizo daño.

– ¿Nuestro gobernador la hizo daño? ¿Qué hizo?

– Se enfado. No sabía que se podía poner así, porque siempre había sido amable y cariñoso.

Andrew empezó a sentir entonces como si el corazón se le deshelara.

– Me dijo que volviera a mi mundo, que no teníamos nada más que decirnos.

– Pero, ¿no era eso lo que quería usted? ¿Ser libre?

– ¡Oh, no! Ya ve. Yo creía que quería ser libre, pero me habían dicho durante toda mi vida que me mantuviera apartada de los mortales. Pero cuando volví al mar, me quedé desolada y me, pasaba todo el tiempo llorando. Entonces descubrí que no quería vivir sola, teniendo que protegerme constantemente de los tiburones y otras criaturas marinas.

Entonces ella levantó la cabeza y miró directamente a la cámara.

– Quiero quitarme mi cola y ser una mortal como él. Quiero vivir con ese mortal para siempre, pero también quiero ayudar a servir a otros. El problema es que he sido sirena durante tanto tiempo que sólo puedo hacer bien una cosa. Así que he desarrollado un plan. Tengo que saber si ustedes piensan que funcionará.

– A nuestros espectadores les encantará oírlo, estoy segura.

– Bueno, verán, todas las sirenas trabajan en algo. El mío era enseñar a nadar a las sirenas pequeñas. Algunas de ellas tenían malformaciones de nacimiento en sus aletas y otras habían sufrido accidentes. Cuando eso sucedía, necesitaban lecciones de natación especiales para que sus colas se fortalecieran y pudieran seguir nadando con las demás. Si me transformo en una mortal con piernas, lo único que sabré hacer será enseñar a nadar a los demás. El mortal al que amo tiene una gran piscina, así que he pensado que podría enseñar a nadar a los pequeños mortales con problemas en las piernas, entonces él me dejará quedarme a su lado, trabajaremos juntos y seremos felices.

– Estoy segura de que, cuando él sepa sus planes, se pondrá muy contento y nunca más la dejará marcharse de su lado.

– Oh, eso espero. Ya ve, yo siempre soñé con tener una hija sirena para poder enseñarle. Ahora tendré que pensar en tener un mortal. Su hijo. Pero me temo que eso no sucederá nunca.

– ¿Porque el gobernador ya no la quiere? ¿Es eso lo que está diciendo?

– Sí. He pasado por todos los sitios por donde pasábamos, esperando verlo, pero no ha aparecido. Es por eso por lo que estoy aquí. Traté de llegar a su despacho, pero sólo he llegado hasta aquí. A no ser que él me quiera, nunca podré ser una mujer de verdad, con piernas.

– ¿Quiere decir que tendrá que quedarse ahí donde está?

– Sí. Incapaz de volver al mar e incapaz de caminar. Es el castigo más cruel de todos.

– Tiene todo el derecho a protestar. ¿Qué quiere que haga nuestra audiencia televisiva?

– Bueno, tengo entendido que sus votantes lo pueden llamar cuando lo crean necesario. Esperaba que, si todo el mundo oía esta historia, se apiadarían de mí y le suplicarían en mi favor. No tengo ningún sitio a donde ir.

– ¡Creo que deberíamos hacer una sentada aquí mismo, como protesta! -gritó Randy a la multitud mientras se acercaba a la sirena.

La gente gritó, animada ante esa sugerencia.

Andrew cerró fuertemente los párpados. Estaba demasiado emocionado como para moverse. Entonces se le ocurrió.

Lindsay lo amaba.

Y lo amaba lo suficiente como para haber montado todo aquello y para haberse ganado el apoyo de su propio hijo.

Cuando abrió los ojos, vio que Troy, Zack y Alex, con el pequeño Sean en brazos, estaban con Randy y Lindsay. Tenía allí mismo a todos los que amaba.

– ¿Hey, jefe? -murmuró Jake-. ¿Va a tomarla en brazos o quiere que lo haga uno de nosotros?

Andrew sonrió entonces.

– ¡Si le pones la mano encima, estás despedido!

Luego se acercó por fin a Lindsay.

La periodista lo interceptó a medio camino y sonrió.

– ¿Y bien, gobernador? Parece que tiene todo un problema aquí. La multitud está creciendo y se está enardeciendo. ¿Qué pretende hacer al respecto?

Andrew miró a Lindsay, que se había vuelto y lo miraba a él llena de ansiedad. Se dio cuenta de que no estaba muy segura de su respuesta.

Ella había perdido todo su orgullo para estar con él. Apenas podía encontrar palabras.

– ¿Gobernador?

Zack se le acercó y susurró:

– Incluso tú sabes cuando te tienes que rendir, cuñado. Nos pasa a todos. Hazlo con gracia.

Andrew se aclaró la garganta y miró a la cámara, no queriendo mirar de nuevo a Lindsay hasta que no estuvieran a solas. Habían pasado siete semanas desde que se separaron. Siete semanas sin significado que más le habían parecido siete años.

– El pasado otoño -empezó a decir-, cuando me eligieron para un segundo mandato, no sabía que una cierta sirena iba a entrar en mi vida y la iba a volver un caos. Háganme caso, las sirenas son unas criaturas de lo más complicado y conflictivo.

Hizo una pausa y la multitud se rió.

– Primero muerden y luego se retiran. Para defenderse de semejante tormento, un mortal tiene que hacer algo para proteger su frágil corazón y no terminar hecho pedazos.

– Pero, gobernador -dijo la periodista-. Si nuestros televidentes comprenden correctamente la situación, ella ya no quiere ser sirena y pretende ser una mujer mortal. De hecho, estará atrapada entre los dos mundos si usted no hace algo al respecto.

Obligándose a no mirar a Lindsay, Andrew dijo:

– Entonces, vamos a votar antes de que mis oponentes me acusen de alterar el medio ambiente y atacar a especies en peligro de extinción.

La gente volvió a reírse.