Si la posibilidad de que ella se fuera a marchar a California al final del verano no era motivo suficiente para no comenzar ninguna relación con él, a eso se añadía el hecho de que tenía una profesión de alto riesgo. Brianne había construido su presente y establecido un futuro del modo en que le gustaba vivir. No iba a consentir que nadie volviera a arrebatarle aquella estabilidad, aunque fuera un hombre que la excitaba de un modo que ella deseaba desesperadamente explorar.
Tras dejar los papeles encima de la cama, se dirigió a la ducha para así poder tranquilizarse. Se desnudó, abrió el grifo del agua y entró en la cabina. El agua caliente le cayó con fuerza sobre su ya sensible piel. Besar a Jake la había excitado, por lo que necesitaba aquella casi dolorosa sensación contra su carne para mitigar la necesidad que él había inspirado.
Sin embargo, a medida que el agua caliente le fue cayendo sobre la piel, en vez de apagar el deseo que se había despertado en ella lo encendió aún más. Sentía los pechos henchidos, los pezones erguidos y la tierna piel de entre las piernas a punto de estallar. Trató de decirse que el modo en el que la sangre le corría por la piel era la respuesta a saber que era libre, que estaba reaccionando ante la atracción de tener de nuevo una vida.
Cuando el verano terminara y con ello la temporada que debía pasar con Jake, se mudaría al oeste y volvería a empezar. Podría tener un único trabajo y disfrutar de la libertad de regresar a casa después del trabajo y poder disponer de su tiempo libre como quisiera sin tener que salir de nuevo a trabajar.
Sin embargo, Brianne sabía perfectamente que se estaba engañando sobre las causas de su excitación. Estaba respondiendo a Jake, a sus insinuaciones y a la tensión sexual que vibraba entre ellos.
Rápidamente, decidió cortar el agua, ya que sabía que la ducha no estaba haciendo nada más que aumentar su estado de excitación. Ningún hombre había ejercido aquel efecto sobre ella y nada podía apagar el deseo que ardía en su interior.
Salió de la ducha y agarró la toalla que había dejado colgada detrás de la puerta. El vapor llenaba el cuarto de baño y la había puesto más caliente que antes, si aquello era posible. Colocó el pie sobre el borde de la bañera para poder secarse la pierna y fue subiendo poco a poco hacia el muslo, pensando en Jake, en su lesión, en su dolor y los deseos que ella sentía por calmarlo.
Y lo haría, con ligeros movimientos de los dedos sobre la piel de él. ¿Qué le impediría bajar un poco más, deslizar las manos desde su varonil torso hasta los pezones, que se habrían endurecido esperando sus caricias?
¿Qué podría evitar que siguiera bajando un poco más, dibujando su firme abdomen, pasar más allá de la cinturilla de sus pantalones hasta que se encontrara con el poderoso músculo, que, rígido y firme, la estaría esperando?
¿Y qué podría detener a Jake de hacer lo mismo con ella, de deslizar sus fuertes dedos entre las piernas de Brianne, de introducir los dedos entre los sensibles pliegues de su carne y aliviar el ardor que los embargaba con sus caricias…?
Nada, absolutamente nada. La respuesta le llegó inmediatamente. La respiración de Brianne se hizo más agitada y se dio cuenta de que estaba reproduciendo todos aquellos gestos con sus propias manos. Supo que nada podría detener lo que estaba a punto de ocurrir. Conocer a Jake había alentado la llama que se había prendido justo en el momento en que habían cruzado la primera mirada ilícita. La sensual voz de Jake, sus seductoras caricias, habían avivado el fuego.
Nada podría detener ya su fantasía, nada podría detenerlos…
El placer se adueñó de ella y la sacudió por dentro. Y el nombre de Jake apareció en sus labios.
Después de un largo día en el hospital, Brianne se dirigió al restaurante para decir adiós a Jimmy una vez más. Le había prometido concederle dos semanas de antelación, pero cuando había llegado para darle los detalles, él la había despedido prácticamente en aquel momento. Jimmy sabía cuánto dinero estaba en juego y no quería que ella perdiera aquella oportunidad. Comprendía perfectamente la libertad que el dinero de Rina podría otorgarle.
Brianne recogió las pocas cosas que todavía guardaba en el café, las metió en una bolsa y se volvió para hablar con Jimmy.
– No me gusta tener que dejarte tan repentinamente.
– Cielo, por mucho que yo te aprecie, te aseguro que no hay escasez de camareras en la ciudad de Nueva York.
– ¿Estás diciendo que no me vas a echar de menos cuando me haya ido? -preguntó ella, fingiendo sentirse ofendida.
– Eres una mujer muy entregada a tus obligaciones y muy leal, pero casi nunca llegas a tiempo. Además, te costó mucho tiempo y tres juegos de platos aprender. De hecho, ¿puedes volver a recordarme por qué te contraté? -añadió Jimmy, con una sonrisa en los labios, mientras le guiñaba un ojo.
– ¡Oye! ¡Que no fui tan mala! -replicó ella, lanzándole un trapo a la cara.
Brianne le estaba muy agradecida por su amistad y apoyo. Sin embargo, a pesar del evidente atractivo del rubio Jimmy, nunca se había sentido atraída por él, al menos no del mismo modo en que Jake lo había hecho. Aunque la había invitado a salir, siempre había respetado los límites de la amistad y había aceptado sus «noes» casi inmediatamente. Como tenían tantas cosas en común, él se había convertido en su mejor amigo.
– Bueno, ahora en serio -dijo Jimmy-. Si ese tipo te acosa o te molesta de alguna manera, no dejes de llamarme.
– Gracias -contestó ella, sabiendo que cualquier avance que Jake hiciera hacia ella no sería mal recibido, aunque sabía que sería mejor rechazarlo-, pero estaré bien. Y tú deja los cigarrillos. Te aseguro que te matarán si alguna mujer no lo hace antes -añadió, después de colgarse su bolsa al hombro.
– Iré a tu apartamento bien temprano para ayudarte a trasladarte -replicó él, sin darse por aludido.
– Eres un amor, Jimmy.
– Eso es lo que dicen todas. Por cierto, no estás enfadada conmigo por ayudar a esa mujer a preparar todo este lío, ¿verdad?
– ¿Cómo puedo estar enfadada cuando me has sacado de un agujero bien profundo? Por fin veo la luz del sol. Te estoy muy agradecida, aunque debes reconocer que tienes la boca algo grande -añadió ella, con una dulce sonrisa.
– ¿Te mantendrás en contacto?
– Claro. Dile a Kellie que la llamaré.
Sabía que, después de pasar tanto tiempo con Jake, necesitaría que tanto Jimmy como Kellie le dieran consejo. También tenía a sus amigas del hospital, especialmente a Sharon, otra terapeuta en la que siempre podía confiar. No obstante, estaba segura de que quería mantener el tema de Jake tan privado como fuera posible.
– Cuídate mucho, Brianne.
Rodeó la barra del bar y abrazó a su mejor amigo. Entonces, salió a la calle. El aire era húmedo y las aceras despedían un calor casi insoportable, pero Brianne tenía la sensación de que sus noches iban a ser aún más calurosas.
La comisaría tenía un olor familiar, viejo y polvoriento, que se completaba con la visión de los suelos de linóleo y las paredes descascarilladas. Aquél había sido su lugar de trabajo durante muchos años. Se había alistado en la policía al salir de la academia y nunca se había arrepentido de ello. Hasta aquel momento.
A medida que se iba encontrando con sus compañeros, los saludaba con una ligera inclinación de la cabeza.
Entonces, Jake entró en la sala de su escuadrón y colocó una silla al lado de un escritorio de metal.