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Tras dar una última calada a su cigarrillo, lo tiró al suelo y lo apagó con el pie. Lowell era un maldito estúpido si creía que el dinero lo mantendría a salvo. Cuando llegara el momento adecuado, ningún portero o guardia de seguridad podría impedirle la entrada a Louis Ramírez.

Capítulo 4

Jake se pasó la tarde en las calles, hablando con sus antiguos soplones e incluso con viejos amigos. Nadie tenía ninguna información sobre Ramírez, aunque este hecho no sorprendió a Jake. Lo único que quería, era que aquel canalla supiera que andaba tras él y que estaba haciendo preguntas.

Cuando llegó a casa, el apartamento estaba tranquilo a excepción de Norton. Aunque Jake no quería nada más que darse una ducha y relajarse, agarró la correa del perro y lo sacó a pasear. Como la acera estaba caliente por el calor, el can iba de mala gana y, a cada momento, trataba de regresar a casa o de meterse por cualquier puerta abierta, donde pudiera guarecerse del sol.

Tenía que admitir que el perro era listo, algo que había demostrado cuando se había puesto a rodar por el suelo para que Brianne le frotara la tripa.

Cuando Norton consiguió llegar a su trozo favorito de césped, le dio la orden que su hermana le había enseñado para que hiciera sus necesidades con rapidez. Como el perro terminó con mucha celeridad, Jake lo recompensó con un veloz regreso a casa y un bol de agua fría. Entonces, él se dio una ducha fría.

Para cuando oyó que Brianne entraba por la puerta, ya estaba listo para enfrentarse a ella y evitar por todos los medios que ella empezara con la fisioterapia… y muchos otros contactos físicos que no podía permitirse.

Jake se dijo que su código moral no le permitiría aprovecharse de la situación de que estuvieran viviendo bajo el mismo techo. Se recordó que su prioridad tendría que ser encarcelar a Ramírez.

– Bienvenida a casa -le dijo, cuando salió a saludarla.

Brianne respondió con una breve inclinación de cabeza y siguió su camino con rapidez. Evidentemente, ella había llegado a la misma conclusión. Además, su uniforme verde revelaba una actitud completamente profesional, algo que ella había ideado para mantenerlo a raya.

Jake lo comprendía perfectamente. Se había pasado la noche anterior dando vueltas en la cama con sólo pensar que ella estaba dormida en otra habitación del mismo apartamento. Con sólo recordar el beso, sabía que le hubiera gustado ir más allá, hacerle el amor y satisfacer el anhelo que ella le inspiraba.

De repente, Brianne se detuvo delante de él y dejó escapar un enorme suspiro.

– Estoy agotada.

Antes de que Jake pudiera responder, Norton entró corriendo en el vestíbulo y, tras deslizarse por el suelo, terminó frente a los pies de Brianne. Entonces, ella se inclinó sobre el animal para rascarle detrás de la oreja.

– Hola, Norton, ¿cómo estás? Te he echado de menos hoy.

Jake pensó que era mejor dejar que el perro rompiera el hielo. Deseó que ella le hubiera echado de menos tanto como él y, entonces, se dio cuenta de que estaba celoso del perro. Disgustado consigo mismo, sacudió la cabeza y contempló la escena.

– Estoy seguro de que él también te ha echado de menos. Como Rina no está, se siente algo perdido. O no deja de lloriquear o no lo encuentro por ninguna parte, como anoche. Creo que debió de dormir en algún lugar que le recordara a Rina.

– Estaba conmigo -dijo Brianne, para sorpresa de Jake-. Pesa una tonelada. Cuando se tumbó a mi lado, yo no me podía ni mover. Estoy segura que sabes de lo que estoy hablando ya que debe de haber dormido contigo antes de que yo me mudara.

– No. Se sentaba a los pies de la cama, sin dejar de lloriquear toda la noche.

Jake sacudió la cabeza. No podía creer lo que estaba escuchando. Mientras él había estado casi toda la noche despierto, fantaseando con Brianne, el maldito perro había estado poniendo en práctica sus sueños. Miró a Norton, que seguía a los pies de Brianne, con furia.

– ¿De verdad? Mmm… Lo siento -añadió, tras bostezar-. Estoy un poco cansada. Además, anoche no dormí muy bien y… bueno… lo siento. Y, además, estoy muerta de hambre.

En aquel instante, Jake decidió que todo, lo que incluía estar celoso de Norton, podía esperar. Ella parecía más cansada de lo que nunca la había visto. Además, no habían tenido muchas conversaciones, algo que cambiaría dado que estaban viviendo bajo el mismo techo. Al mirar a su agotado rostro, Jake tuvo un fuerte deseo de tomar a Brianne entre sus brazos y de protegerla del mundo exterior y de su propia vida, que le hacía pagar un peaje tan alto. Su instinto protector de policía salió rápidamente a flote, aunque lo que sentía iba más allá de un impulso protector.

– ¿Te puedo preparar algo de beber? ¿Un vaso de soda, un poco de agua…?

– No, gracias, sólo quiero comer algo. Sé que nunca hemos hablado de los detalles de mi presencia en esta casa, pero hice algo de compra a la hora de la comida y pensé que me podría hacer algo de cenar. ¿Puedo…?

– En realidad, pedí una pizza antes de ducharme y ya la tengo en la cocina. Si quieres, puedes compartirla conmigo.

– Gracias, me encanta la pizza y, para serte sincera, estoy tan cansada que cocinar es lo último que quiero hacer.

Rápidamente, Brianne se dio la vuelta y, con un incesante movimiento de la coleta, se dirigió a la cocina, con Norton pisándole los talones. Jake los siguió a una corta distancia.

Cuando llegaron a la cocina, Brianne dejó la bolsa que llevaba colgada al hombro en el suelo, al lado de unos taburetes. Entonces, respiró profundamente y se sentó en una de las sillas. Tras apoyar las manos en la mesa, aspiró profundamente.

– Mmm, huele de maravilla. Hace mucho tiempo que no he tomado pizza.

– ¿Y eso?

– ¿Y eso qué?

– Si te gusta tanto la pizza, ¿por qué no la has comido últimamente? Tienes dos trabajos, tu jornada laboral es muy larga y tú misma has dicho que estás agotada. Todo el mundo sabe que comprar comida preparada es mucho más fácil que cocinar.

– También es más caro.

– Con dos trabajos, debes de ganar bastante dinero. ¿Para qué quieres el dinero, si no te importa que te lo pregunte?

– Mis padres murieron cuando yo tenía veinte años. Mi hermano tenía nueve y yo lo he criado desde entonces.

– Oh, lo siento.

Jake se acercó a ella y le colocó una suave mano en el hombro. Sin embargo, en lo que se refería a Brianne, ninguna caricia era gratuita. Al tocarla, sintió un potente calor en las yemas de los dedos. A pesar de todo, no apartó la mano. No quería romper el contacto.

– Hace mucho tiempo, pero gracias. Marc, mi hermano, es muy especial. Es muy inteligente y sería una pena que sus habilidades se desperdiciaran en la escuela pública. Todo lo que gano se divide entre pagar su educación y llegar a fin de mes.

Jake la miró, asombrado de tanta generosidad. Brianne lo había sacrificado todo por su hermano y, aunque Jake estaba seguro de que haría lo mismo por Rina, el corazón le dio un vuelco en el pecho. Brianne era una mujer increíble.

– Tu hermano tiene mucha suerte de tenerte a su lado.

– Yo tengo mucha suerte de tenerlo a él -susurró ella, mientras un ligero rubor le cubría las mejillas-. Estamos muy unidos.

Jake asintió y, de repente, sintió un nudo en la garganta.

– Bueno, empieza a comer -le dijo, señalando la caja-. Tus días de privaciones están a punto de terminar. Ella sonrió e hizo lo que él le había pedido. Durante la duración de la breve comida, la observó más de lo que comió, mostrándose muy satisfecho por sus evidentes señales de gratitud. Algo tan simple como compartir una pizza era capaz de romper las barreras más que nada en el mundo.

Cuando Brianne terminó de comer, se limpió los labios con una servilleta de papel y se levantó para recoger la mesa. Jake la ayudó y, a pesar del tamaño de la enorme cocina, se chocaron el uno contra el otro con frecuencia, cargando así de nuevo la atracción que había entre ellos.