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– Si tú lo dices.

Entonces, Brianne agarró la bolsa, que él había dejado en el suelo, y se dirigió al cuarto de baño. Muy pronto llegó a los oídos de Jake el sonido del agua corriente. Se imaginó el calor húmedo, que envolvía unos cuerpos, el de ella y el suyo propio, en la ducha, fuera de la ducha…

Fricción y placer. Con aquellos pensamientos, su cuerpo no tardó en reaccionar. Decidió que debía controlarse ya que no podría planear una estrategia o un plan sobre cómo podría ocultarle que podía mover bastante bien el brazo. No sabía lo que implicaba la terapia de Brianne, pero estaba a punto de descubrirlo.

Brianne se encerró en el cuarto de baño y respiró profundamente. Entonces, se echó un poco de agua en la cara antes de empezar a preparar el equipamiento para Jake. Cuando volvió al gimnasio, esperó tener más control sobre sus reacciones físicas con respecto a él.

Cuando lo miró, se dio cuenta de que no le había pedido que se desnudara para realizar la terapia. Suspiró y se preparó para lo inevitable.

– Si vamos a hacer esto bien, tendrás que quitarte la camisa.

Mientras se disponía a hacerlo, Brianne captó un brillo pícaro en sus ojos. Parecía un hombre que estaba a punto de ver cumplido su más ansiado deseo, o más bien concedérselo a ella, sólo por desnudarse en presencia de Brianne.

– Tranquilo, Don Juan. Se trata de algo puramente profesional. No puedo calentarte el hombro muy bien si llevas una prenda encima.

– ¿Estás diciendo que no quieres verme el torso desnudo? -preguntó, entre risas. Evidentemente, no estaba en absoluto ofendido.

– He visto los torsos de muchos hombres a lo largo de mi carrera. Estoy segura de que el tuyo no se diferencia en nada del de los demás -mintió.

El pecho de Jake era espectacular.

– Me hieres.

Aquella vez, Brianne se echó a reír. Poco a poco, Jake empezó a quitarse la camisa, con más movilidad de su lado lesionado de lo que ella hubiera esperado.

– Me dijiste que no habías hecho fisioterapia.

– Yo nunca te dije eso. Tengo un amigo que se dedica a esto y me dio algunos ejercicios. De vez en cuando, me echa un vistazo. He trabajado un poco con mi hombro.

– Un poco de ejercicio no es suficiente.

– Para eso te tengo a ti -replicó él, guiñándole un ojo.

– Yo sólo te sirvo si tú quieres cooperar y todavía no me has garantizado nada.

– No me preocupa.

– Pues a mí sí. Venga, déjame que te ayude a quitarte la camisa.

En aquel momento, Brianne comprendió perfectamente la razón por la que él llevaba las camisas rasgadas y recortadas. Le permitían moverse mucho mejor. En aquel momento, la joven decidió que iba a devolverle la movilidad completa fuera como fuera.

– Venga, Jake, déjame que te ayude. Todo el mundo me ha dicho que tengo muy buenas manos.

– De eso estoy seguro -susurró él.

Brianne agarró la camisa y, sin querer, le rozó la piel con los dedos. Al sentir el contacto, él tensó los músculos del vientre y contuvo el aliento de un modo casi audible. Ella comprendió aquella reacción. Su cuerpo reaccionaba también de un modo íntimo y sexual. La necesidad le acechaba en el vientre y los pezones se le erguían como si esperaran las caricias de un amante.

Nunca en su trayectoria profesional había tenido una sesión con un paciente que estuviera tan jalonada por el deseo. Mientras le levantaba la camisa, las manos le temblaban. Por fin, un excepcional torso quedó al descubierto. Brianne sintió la tentación de ceder y olvidarse de sus inhibiciones.

En vez de eso, dejó caer la camisa. Aunque el instinto le decía que diera un paso atrás, se sentía atraída por él de una manera que no comprendía y que deseaba explorar más profundamente. Despacio, para no hacerle daño, le recorrió la piel con la palma de la mano. Jake dejó escapar un gruñido, un murmullo que reverberó dentro de ella. De repente, él levantó las manos y le enmarcó el rostro.

– Cuando me tocas me gusta tanto…

– Es mi trabajo hacer que te sientas bien -susurró ella, sintiendo que el corazón le latía a toda velocidad en el pecho.

Quiso apartarse de él, pero la unión era demasiado fuerte, demasiado poderosa.

– Entonces, te pido que te esmeres al máximo -musitó Jake, mientras le acariciaba suavemente la mejilla con un dedo.

Incapaz de resistirlo más, Brianne se inclinó y depositó un beso en la parte de su pecho que presentaba menos hematomas.

– Brianne…

Antes de que ella pudiera darse cuenta, los labios de Jake estaban sobre los suyos… ¿o acaso había sido al revés? No hubiera podido asegurarlo, pero todo lo que había entre ellos era real y mutuo, caliente y apasionado. Jake introdujo la lengua entre sus labios con pasión y necesidad, aceptando todo lo que ella le ofrecía y dándole incluso más a cambio. Le acarició suavemente la espalda hasta llegar al trasero y se detuvo allí, acariciándola suavemente. La estrechó con tanta fuerza contra él que Brianne pudo sentir su firme erección luchando por abrirse paso de los confines de los vaqueros.

La deseaba. No era que lo hubiese dudado antes, pero en aquellos momentos estaba sintiéndolo de un modo inequívoco. Aquella certeza le daba un valor que no sabía que poseyera. Dibujó con la lengua una línea desde los labios de Jake hasta su mejilla. Luego, le mordisqueó el lóbulo de la oreja y le acarició la zona de tal modo que su enorme y masculino cuerpo temblaba como respuesta a sus caricias.

Brianne respiró profundamente y dejó que el aroma del cuerpo de Jake la envolviera. Por primera vez en su vida sintió que no estaba sola. El deseo explotaba dentro de ella, centrándose en el estómago, envolviéndole el corazón y haciéndole que anhelara mucho más de lo que habían compartido hasta entonces. Quería sentir la piel desnuda de Jake cubriendo la suya, lo necesitaba dentro de ella para que así pudiera llenar el vacío que había llevado durante tanto tiempo. Era un anhelo que sentía que sólo él podía satisfacer.

Aquello fue precisamente lo que le hizo recobrar el sentido común y obligarla a romper aquella conexión eléctrica y dar un paso atrás para alejarse del fuego. El era la única persona que podía llevarla hasta cimas nunca conocidas antes… y destruir también sus sueños. Era mejor concentrarse en fines tangibles, o sea, en terminar su trabajo, estar con su hermano y mudarse a California.

– ¡Vaya! -exclamó ella, sin poder contenerse.

– Creo que esa expresión lo resume todo perfectamente -susurró Jake, mientras se pasaba una temblorosa mano por el cabello-. ¿Estás bien?

– Sí, sí. Estoy bien -mintió-. ¿Y tú?

– Vuelve a tocarme y estaré mucho mejor.

– Te estaba preguntando sobre el dolor del hombro -dijo, volviendo a mentir.

– Si tú lo dices, Brianne… Mira, con respecto a lo que ha ocurrido…

– Olvídalo -replicó ella, antes de que Jake pudiera completar la frase-. Se veía que iba a ocurrir, pero por mi parte ya está olvidado -añadió. Otra mentira. Nunca olvidaría lo agradable que había sido sentir la boca de él contra la suya ni las caricias que habían compartido-. Ahora, ¿qué te parece si nos ponemos a trabajar? Siéntate y volveré enseguida.

Para su sorpresa, Jake obedeció inmediatamente. Sus ojos nunca dejaban de mirarla, como desafiándola. A Brianne le daba la sensación de que aquella repentina cooperación era sólo por ella, porque sentía lo afectada que estaba. A Brianne no le importaba la razón. Sólo agradecía no tener que luchar con él en aquellos momentos. Además, necesitaba estar un minuto a solas.

Volvió a entrar en el cuarto de baño y, tras respirar profundamente, se salpicó la cara con agua fría. Al mirarse en el espejo, vio unos ojos brillantes y unas sonrosadas mejillas. Todo su rostro expresaba perfectamente el deseo que había sentido. Sin embargo, sabía que no podía esconderse allí para siempre, por lo que volvió a salir al gimnasio, aun sabiendo que ni siquiera la armadura de su profesión la protegería en aquellos instantes.