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La mesa estaba cubierta de los envoltorios de un restaurante llamado The Eclectic Eatery. De entrada, no había nada de particular en que la comida fuera de uno de los restaurantes que estaban más de moda en la ciudad. Sin embargo, también había algo que parecían caramelos de menta, pero que probablemente no lo eran.

Segundos después, los forenses lo metieron todo en bolsas, incluso los caramelos o las pastillas. Una de éstas tenía una marca muy similar a la firma que Ramírez solía poner en sus productos. A Jake nunca le había quedado ninguna duda de que aquel tipejo fuera a volver a las andadas, aunque hubiera creído que habría sido lo suficientemente inteligente como para cambiar su sello.

Aquél era exactamente el mismo argumento que Duke estaba utilizando. Creía que se trataba de alguien que estaba tratando de imitarlo para quedarse con la clientela de Ramírez. Sin embargo, Jake estaba seguro de que aquellos productos habían salido de manos de Ramírez.

Al menos ya tenían una pista. Jake podría vigilar el restaurante para ver si Ramírez volvía a presentarse y descubrir si el nuevo restaurante era sólo una tapadera para vender drogas. Jake era consciente de que nunca habría encontrado aquella pista si hubiera seguido en las nubes, fantaseando sobre Brianne. Debía recordar que su trabajo era la prioridad en aquellos instantes.

Desgraciadamente, Jake sabía perfectamente de dónde procedía su falta de concentración. Estaba obsesionado con una mujer que se había prometido que sería algo prohibido para él. Sin embargo, a pesar de los pensamientos de que ella lo distraía y de que ponía en peligro el caso, ya no podía decirse que una aventura sólo fuera a estorbarlo. De hecho, una relación sentimental, lo último que había creído que quería, podría resultar la única solución, el único modo de sacarse a Brianne de la cabeza de una vez por todas y centrarse así en el trabajo que tenía entre manos. Sabía que no era un razonamiento muy coherente, pero no dejaba de ser una solución.

Además, llegó a la conclusión de que si tenía una aventura con Brianne, podría vigilarla mejor y conocer su paradero. Ramírez reclamaba toda su atención y, si no tenía que preocuparse por saber dónde estaba ella, podría dedicarse al caso por completo. La muerte de Frank le había demostrado lo efímera que podía llegar a ser la vida. Si Brianne accedía a sus propósitos; la resolución del caso Ramírez se solucionaría casi al mismo tiempo que empezara a desvanecerse su obsesión con Brianne.

La cuestión era si ella estaría de acuerdo. El modo en que se había deshecho entre sus brazos parecía indicar que el deseo de Brianne era casi tan ardiente como el suyo, pero también que ella daba marcha atrás igual de rápidamente. Con un poco de suerte y de persuasión, podría convencerla de que se dejaran llevar por un amor de verano. La cordura de Jake dependía de ello.

Cuando regresó al ático, no le sorprendió encontrar que la casa estaba a oscuras, pero ello no evitó que se sintiera algo desilusionado. Ni siquiera Norton salió a recibirlo. Jake se imaginó que el perro estaría durmiendo en la cama de Brianne, justo donde él quería estar.

No obstante, mientras se dirigía a su dormitorio, descubrió que había luz en el gimnasio. Jake no pudo evitar asomarse. Evidentemente, Brianne acababa de realizar unos ejercicios y estaba de pie, secándose los brazos, el cuello y la frente. Norton estaba tumbado en una esquina, feliz de poder dormitar y contemplar a Brianne al mismo tiempo, algo que él entendía perfectamente. Sin embargo, cuando miró a la joven, dormir fue lo último que le acudió a la mente. Sus largas piernas estaban embutidas en unos leggins negros y un minúsculo top de ejercicio le cubría el pecho, terminando justo por debajo de sus senos. Los pezones se erguían orgullosos sobre un vientre plano de piel muy blanca.

Jake tragó saliva. Le resultaba imposible apartar la mirada de aquella visión tan inesperada y tentadora.

De repente, ella levantó la vista y vio a Jake en la puerta.

– ¡Vaya! No te había oído entrar. ¿Va todo bien?

– Sí -dijo él, acercándose un poco más a ella-. No. Tengo que hablar contigo.

– Pues sentémonos -replicó Brianne, señalando el banco de ejercicios que había cerca de una de las paredes de espejos.

Jake se acomodó a su lado.

– Sé que has estado recibiendo sesiones de fisioterapia, Jake -dijo ella, retomando la conversación que habían dejado antes de que él se marchara-. Con la ayuda que te han estado dando, no me necesitas -añadió. Entonces, se dispuso a levantarse, pero él le agarró la muñeca y la obligó a seguir sentada.

– Sí, Brianne, claro que sí.

– ¿Qué es lo que estás diciendo?

– Que necesito más sesiones.

– Pero no tanto como cree todo el mundo.

– ¿Puedo confiar en que me guardes un secreto?

– Tienes mi palabra.

– Tienes razón. He estado haciendo sesiones de fisioterapia y he progresado mucho, más de lo que Rina o el departamento creen.

– ¿Y por qué mantienes tus progresos en secreto?

– Tengo mis razones.

De momento, Jake no creía que las pudiera compartir con ella. No sólo porque estaba trabajando en un caso sin estar oficialmente autorizado para hacerlo, sino porque la seguridad de Brianne dependía de que no conociera muchos detalles.

Ella estaba tan cerca de él que Jake podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su feminidad. La adrenalina lo afectaba mucho más de lo que pudiera sospechar.

– Algunas de mis razones tienen que ver con una insatisfacción general con la vida y otras son mucho más personales. No puedo contártelas, pero…

– Sss… -susurró ella, mientras le colocaba un dedo sobre los labios-. No me debes explicación alguna. No has sido tú quien me ha contratado.

– Pero yo soy el que quiere que te quedes -afirmó Jake. Aquellas palabras provocaron una gran sensación de alivio en Brianne. De ese modo, sus planes de futuro no se desvanecerían en el aire… y tampoco dejaría de ver a Jake-. Quiero que sigamos con el trato al que llegaste con mi hermana para el verano.

– ¿Quieres que me haga cargo de tu rehabilitación o, mejor dicho, de lo que queda de ella?

– En parte sí.

– ¿Y qué más hay?

– Me gustaría que llegáramos a un acuerdo -respondió, con una sensual sonrisa-. Estoy dispuesto a cooperar completamente contigo, lo suficiente para que tú sientas que no estás engañando a Rina cuando ella vuelva y quiera comprobar los resultados. Y te garantizo que eso será lo primero que hará.

– Ya lo ha hecho. Esta misma noche -dijo ella. Jake no pudo evitar lanzar un gruñido de frustración-, pero no te preocupes, no le hice sospechar que había habido problemas. Quería hablar contigo en primer lugar.

– Te lo agradezco mucho.

– ¿Y qué quieres tú a cambio de lo que me ofreces?

– No se trata de un quid pro quo, Brianne. Puedes decir que no y eso no significará que yo te retire mi más completa cooperación. Sólo creo que tenemos algo más que ofrecernos el uno al otro.

– ¿A qué te estás refiriendo exactamente?

– Necesito explorar esta atracción que existe entre nosotros. No me podrás negar su existencia. Yo sé cómo me siento cada vez que estamos juntos, ¿tú no?

– Sabes que sí -musitó ella, al sentir que Jake se acercaba un poco más-, pero no creo que sea una buena idea -añadió, por mucho que aquella proposición la atrajera.

– ¿Por qué no?

– Estamos viviendo juntos, trabajando juntos… las cosas pueden complicarse demasiado.

– O pueden ser maravillosas. Piénsalo, Brianne. Un verano entero nos pertenece. Además, ya hemos demostrado que no podemos estar juntos sin que se prenda fuego a nuestro alrededor. Yo creo que eso es razón de más para dejarse llevar.