El ático de Rina era muy espacioso, pero, en aquellos momentos, la cocina parecía demasiado pequeña para poder acogerlos a los dos. De nuevo, había una fuerte corriente sexual entre ellos. Brianne dio un paso hacia él. Jake no se movió, pero se notaba que aquello lo incomodaba.
– No te enfades conmigo, Jake. No me ocurrió nada y sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Tenía un plan y un spray de defensa…
– ¡Que te habría servido de mucho si te hubieras tenido que enfrentar a un traficante que ha matado a un policía! -exclamó él, en tono muy airado-. ¿Quieres hacerme un favor? -añadió, al cabo de unos segundos-. Permanece en silencio, porque cada vez que hablas, empeoras las cosas.
– ¡Mira quién habla! Tú eres el que quiere convertirse en un blanco humano para capturar a Ramírez. ¿Y te enfadas porque yo haya hecho lo mismo?
– En lo de que estoy enfadado, estás completamente en lo cierto. Si yo hubiera ido por Ramírez, habría estado cumpliendo con mi trabajo. Tú no tienes experiencia en este campo y encima te deshiciste de tu guardaespaldas…
Cuando se dio cuenta de que estaba gritando Jake dio un paso atrás. De repente, se chocó con la encimera y se vio prisionero entre los muebles de la cocina y el delicioso cuerpo de Brianne.
– Estás de baja -replicó ella, sin miedo alguno.
Por la actitud que ella mostraba, Jake sospechó que su estado de ánimo había cambiado. Se dio cuenta de que estaba disfrutando, tanto por haber colaborado para arrestar a Ramírez como por estar discutiendo con él.
Jake debía admitir que a él también le estaba gustando. Lo excitaba su fuerza tanto como su belleza. Sin embargo, seguía estando muy enfadado con ella y quería que Brianne comprendiera la gravedad de la situación. Con el restaurante cerrado, el traficante se sentiría acorralado y no tendría remordimiento alguno sobre quién era la víctima de sus zarpazos, especialmente con Jake, lo que significaba que Brianne debería tener mucho cuidado. El teniente había doblado la protección de la familia de Frank. Rina estaba a salvo en Italia, por lo que sólo quedaba Brianne. Ella tenía que aceptar estar en un segundo plano. No podría andar correteando por ahí en solitario.
El teléfono empezó a sonar, lo que impidió que Jake replicara a lo que Brianne le había dicho.
– Lowell -dijo, tras levantar el auricular. Era Vickers-. Te escucho, compañero.
– El cocinero ha delatado a Ramírez. Tenemos su declaración y la dirección de su nuevo laboratorio. Cuando estábamos preparados para ir a hacerle una visita, nos llamó el propio Ramírez. Nos ha dicho que se va a entregar él mismo.
– ¿Qué es lo que está intentando?
– Que tú no intervengas. Nos ha pedido que no te muevas de aquí. Dice que no se arriesgará a presentarse en la comisaría mientras tú andes por ahí, esperando poder dispararle por la espalda.
– Voy para allá enseguida -le dijo a Vickers. Tras colgar el teléfono, se volvió a Brianne-. Tengo que irme a la comisaría.
– ¿Se trata de Ramírez?
– Sí -respondió Jake. Durante un segundo, le pareció vislumbrar de nuevo el miedo en los ojos de Brianne.
– ¿Qué es lo que está pasando exactamente?
– Dame un minuto.
– De acuerdo.
Brianne se sentó en una silla mientras Jake salía de la cocina. Supuso que tenía que recoger algunas cosas de su cuarto. Mientras esperaba, empezó a morderse las uñas, algo que no había hecho nunca, mientras trataba de encontrar un modo de pedirle que le contara lo que estaba pasando o que se la llevara con él.
Cuando regresó, se había puesto unos vaqueros y una camiseta negra. Ella se levantó del asiento y lo agarró por el brazo.
– Tranquila. Volveré enseguida.
– ¿Dónde vas?
– Si te lo digo, ¿me prometes que no te moverás de aquí mientras yo esté fuera?
– ¿Cómo puedo prometerte nada cuando no sé lo que vas a decirme?
– Brianne, por favor, no me lo pongas más difícil. Yo te diré la verdad y tú me prometerás no salir de aquí -insistió él, suplicándole con sus hermosos ojos.
– Dime dónde vas y déjame que juzgue yo misma si puedo hacerte esa promesa o no.
– De acuerdo. Ramírez va a entregarse. Y yo voy a reunirme con él.
– ¿Estás diciéndome que vas a ir a la comisaría? Pensaba que se te había prohibido entrometerte en nada que tuviera que ver con este caso.
– ¡Maldita sea! No tengo tiempo para tantas explicaciones. Ramírez quiere que yo esté allí cuando se entregue. Ahora, prométeme que no te moverás de aquí mientras yo esté fuera.
– No -le espetó ella. No estaba dispuesta a dejarse intimidar y dejar que él se enfrentara solo a aquel peligro.
– No sé por qué ahora eres tan testaruda…
– Siempre lo he sido. Cuando amo a alguien, no lo abandono. Pregúntaselo a Marc.
Jake abrió los ojos de par en par, pero no dijo nada. Brianne se negó a retirar o corregir las palabras que acababa de decir, ya que no las había dicho sin pensar. Le habían salido del corazón y decirlas en voz alta confirmaba de alguna manera sus sentimientos.
– Llévame contigo.
– No. Una vez más, Brianne, prométeme que no saldrás de aquí. Yo, por mi parte, te prometo que regresaré pronto.
– Querría hacerlo, pero no puedo. Te pido que me entiendas.
– Espero que seas tú la que me entienda a mí. No me puedo arriesgar a que te ocurra algo, como le pasó a Frank.
Antes de que Brianne pudiera reaccionar, Jake se sacó un par de esposas. Le colocó una de ellas en la muñeca y la otra en la silla.
– ¿Cómo has podido ser capaz de hacerme esto?
– No me has dejado elección. Ya has demostrado de lo que eres capaz si se te da un pequeño margen.
Entonces, recogió sus llaves y le encendió el pequeño televisor que había en la cocina para entregarle después el mando a distancia. Salió y regresó un segundo más tarde con una revista, que le colocó encima de la mesa.
– Lo siento, pero no me has dejado otra opción.
– Dile eso a alguien que le importe.
Brianne observó cómo se marchaba. No le importaba que sintiera lo que había hecho o que se hubiera disculpado. Sabía que si le hubiera prometido lo que él quería, habría estado mintiendo. Tiró con fuerza de las esposas pero el cierre era firme. Furiosa, agarró la revista y empezó a hojearla sin prestarle en realidad atención a lo que veía. A medida que fueron pasando los minutos, Brianne se fue dando cuenta de que él no iba a regresar, por lo que no le quedó más remedio que resignarse.
Por la dirección que aparecía en la primera página, sabía que la revista era de Rina. En la televisión sólo había talk shows sin interés alguno, por lo que decidió concentrarse en la lectura.
Empezó a pasar las páginas una vez más y sólo se detuvo cuando encontró un artículo que se titulaba Las sensuales noches de la ciudad. Las frases que aparecían impresas la hicieron reír, pero cuando vio las fotos, se tomó el tiempo suficiente para mirarlas detenidamente. En la primera de ellas, vio una pareja que estaba compartiendo un helado… Sin poder evitarlo, Brianne recordó la noche en que Jake la había llevado a la heladería.
Al pensar en aquella noche, no era el sexo lo más memorable, a pesar de que había sido estupendo. Ni el helado, que había sido delicioso. Lo que más destacaba había sido el hecho de lo mucho que Jake se había esforzado en elegir un lugar que significara algo para ella, en cómo la había escuchado cuando Brianne le explicó sus temores de que alguien la estuviera siguiendo. Tal vez no hubiera sido del todo sincero con ella, pero al menos no la había menospreciado.
Porque sentía algo por ella. No era que aquello lo exculpara por haberla esposado a aquella silla, pero si sus razones habían sido las mismas que las de Brianne cuando fue al restaurante, tal vez…
Cariño. Amor. ¿Un futuro? Aquello era todo lo que quería. No podía consentir que él se alejara de su vida sin presentar batalla. En aquel momento, se dio cuenta de que podría vivir con la arriesgada vida de Jake porque, simplemente, no quería vivir sin él.