Brianne, mientras tanto, trataba de poner en práctica las clases de defensa personal a las que había asistido. Trató de darle una patada, pero estaba demasiado cerca como para que pudiera tener, un buen ángulo.
– A mí desde luego que no -replicó Ramírez-. Mientras no puedan demostrar que he estado aquí, estaré a salvo.
Brianne vio que llevaba guantes. Entonces, miró a su alrededor y vio que Norton estaba a los pies de Jake. El animal había estado muy agitado desde la llegada de Ramírez, pero no suponía ninguna amenaza y Ramírez lo sabía. Por eso lo había dejado en paz. Sin embargo, fuera o no amenaza, el perro era definitivamente un buen modo de distracción.
Trató de recordar la última vez que lo habían sacado a hacer sus necesidades, pero no pudo recordarlo. Estaba demasiado nerviosa.
Miró al perro y rezó por que Norton la obedeciera. Se aclaró la garganta e hizo el sonido con el que le indicaban que hiciera sus necesidades. Justo como esperaba, consiguió atraer la atención del animal, que se dirigió hacia donde estaban Ramírez y ella.
– Saca a ese maldito perro de aquí antes de que le pegue un tiro -le amenazó Ramírez.
– Por favor, no lo hagas. Él sólo está haciendo lo que cree que es su trabajo. Cree que está protegiéndome, ¿verdad, bonito?
Brianne miró a Jake y se dio cuenta de que éste había comprendido lo que ella estaba tramando.
– ¡Basta ya de hablar! -exclamó Ramírez-. Ya va siendo hora de que acabemos con esto.
Justo cuando terminó de hablar, Norton se acercó a él e hizo sus necesidades encima de la pierna de Ramírez. El delincuente bajó los ojos y se llenó de furia.
– ¡Maldito perro! -exclamó, mientras sacudía la pierna para quitarse al animal de encima.
En las décimas de segundo que duró el gesto, Brianne levantó la pierna tal y como la habían enseñado y le dio una buena patada en la entrepierna. La fuerza del movimiento hizo que la silla a la que estaba atada se volcara. Justo cuando la cabeza le golpeó en el suelo, creyó oír el ruido de un disparo. ¿Habría sido el arma de Jake? ¿La de Ramírez?
No lo sabía y, desde el extraño ángulo en el que había caído, no podía ver nada. Trató de incorporarse, pero tenía atrapado el brazo y temía que, si se movía, se lo partiría. El corazón le latía a toda velocidad en el pecho. Brianne cerró los ojos, mientras rezaba porque la siguiente voz que escuchara fuera la de Jake.
– ¿Brianne?
Era Jake. La alegría se apoderó de ella.
– ¿Te encuentras bien?
Jake no tuvo oportunidad de responder. Un fuerte ruido de pisadas resonó a través del apartamento. A los pocos segundos, la cocina se llenó de policías.
– Quiero que los dos vayáis a comisaría mañana por la mañana -les ordenó Thompson.
– Sí, señor -respondió Jake, mientras miraba a Brianne por encima del hombro de su teniente.
Ella estaba junto a los ventanales del salón, contemplando la ciudad. Norton estaba a su lado y la joven no cesaba de acariciarle la cabeza para calmar al animal.
Jake no había podido hablar con ella desde que había llegado la policía. No estaba seguro de por qué Thompson les había dado un respiro de una noche antes de ir a comisaría para hacer su declaración. Tal vez aquel gesto dejaba entrever el buen corazón del teniente.
– ¿Por qué se está mostrando tan humano en este asunto, teniente?
Jake se refería con aquella pregunta a la necesidad que sentía de estar a solas con Brianne y con la aceptación tácita de Thompson de que Jake había dejado oficialmente el cuerpo de policía.
El caso Ramírez había terminado. Como no podía caminar, lo habían tenido que sacar del ático en camilla, después de que le leyeran sus derechos como marcaba la ley. Acompañado de Vickers y Duke, iba de camino al hospital, cortesía de una bala de Jake.
Afortunadamente, todo había pasado, pero los momentos vividos en la cocina habían sido muy tensos. El cuerpo de Jake necesitaba una relajación que sólo Brianne le podía proporcionar. Sin embargo, ella no había hablado desde el incidente. Aunque Jake quería culpar a la confusión que se había montado, le daba la sensación de que Brianne seguía furiosa con él por haberla dejado esposada a la silla.
– Maldita sea, Lowell, no me estás escuchando -musitó el teniente.
– Tal vez sea porque ella es más guapa que usted, señor -replicó Jake, con una sonrisa, a pesar de la incertidumbre que rodeaba su futuro con Brianne.
El teniente frunció el ceño, pero Jake vio enseguida que no se había molestado por sus palabras.
– A las diez en punto de la mañana, Lowell -dijo Thompson, antes de marcharse con el resto de los policías.
Cuando todos se metieron en el ascensor y, por fin, se quedaron solos, Jake no pudo encontrar palabras. ¿Qué le decía un hombre a la mujer que amaba? La había dejado sola y sin defensa posible a merced de un asesino. No podría culparla si ella insistía en marcharse con su hermano al final del verano. No obstante, pensaba hacer todo lo posible para convencerla de que no lo hiciera.
Brianne sintió que Jake se acercaba a ella, masculino y dominante en sus intenciones. Sin embargo, no tenía miedo. Nunca lo había tenido y mucho menos después del episodio con Ramírez.
– Lo siento -susurró él, cuando ella se volvió para mirarlo.
– Te perdono. Incluso entiendo por qué te pareció que debías hacerlo. Como tú me dijiste, no te di opción.
– ¡Vaya! Eso es muy generoso por tu parte…
– La vida está llena de sorpresas. Eso lo aprendí cuando era una niña…
– … Y no querías hacer otra cosa que no fuera perderse en esas sorpresas para conseguir un poco de estabilidad -completó él, acariciándole suavemente una mejilla.
La excitación sexual se despertó inmediatamente en ella, algo que no le sorprendió. Había pocas cosas en la vida de las que pudiera estar segura, pero una de ellas era la fantástica química que tenía con Jake.
– Creo que tenía una visión un poco ingenua del mundo -comentó ella.
Aquello era algo que había aprendido en los días que llevaba viviendo con Jake.
– ¿Significa eso que has expandido tus horizontes?
– Tú los expandiste por mí de un modo que yo nunca pude imaginar.
De repente, Jake sintió que el miedo se apoderaba de su corazón. No quería darle ideas, pero necesitaba dejar las cosas claras, y pronto. Ya no podía soportar más la incertidumbre.
– Me sorprende que no hayas empaquetado ya tus cosas para marcharte.
– ¿Es eso lo que tú quieres? ¿Que me marche?
– No.
– Con eso no me dices mucho, Jake. ¿No quieres que me vaya ahora o no quieres que me vaya…?
– No quiero que te vayas nunca.
Ella se mordió el labio inferior y lo observó con cautela. Había oído lo que Jake había dicho, pero, evidentemente, no lo creía.
– Me dijiste que no estabas buscando una relación a largo plazo.
– Fuiste tú quien lo dijo primero y a mí me pareció prudente estar de acuerdo. Probablemente en aquel momento era lo que sentía, pero entonces dijiste que te querías mudar a California…
– Lo dije y era lo que sentía… en aquellos momentos. Me he dado cuenta de que Marc ya es lo suficientemente mayor como para vivir sin mí. En realidad, no creo que le gustara la idea de que su hermana mayor lo siguiera a California.
– Me dijiste que no quieres vivir al lado de una persona que se exponga a demasiados riesgos.
– No. Lo que no quiero es vivir al lado de una persona que se ponga en peligro sólo por diversión, que coloque el riesgo por encima de los sentimientos que tenga por mí…
Jake contuvo el aliento. Sabía que su futuro con Brianne dependía de la respuesta de ella. Sin embargo, por mucho que la amara, ser detective era parte de él.
Tal vez podría dejar la policía en favor de la investigación privada, algo que había pensado después de trabajar con David. Su profesión no sería muy diferente de todas formas y aquello era algo que Brianne tendría que aceptar. Tendría que aceptar vivir con él o…