– Hoy, con Ramírez, he visto cómo actúas. En ningún momento lo hiciste alocadamente o sin pensar. No trataste de hacer que Ramírez te disparara a ti en vez de a mí, ni siquiera cuando entraste y viste que me había desgarrado la blusa…
Jake la agarró por los antebrazos y le acarició suavemente la piel. Quería reemplazar los malos recuerdos por otros más agradables.
– A pesar de todo, quise hacerlo. Quise disparar primero y preguntar después, quitarle la vida con mis propias manos y luego dispararle para rematarlo…
– Pero no lo hiciste -susurró ella, con los ojos llenos de lágrimas-. Eso me ha demostrado algo muy importante, algo que debería haber sabido desde el principio.
– ¿De qué se trata?
– Que no corres riesgos innecesarios. Todo lo que haces, está justificado. Y con eso puedo vivir perfectamente… Si tú quieres que así sea -añadió, mirándolo tiernamente a los ojos.
– Cariño…
Brianne contuvo el aliento. Una vez más, se había sincerado con él, pero en esa ocasión Jake no tenía ninguna excusa para no contestar. El gesto serio que se reflejaba en su rostro no parecía tener buenos augurios para el futuro.
– ¿Qué es lo que ocurre, Jake?
– Vivo en un apartamento de un dormitorio en el West Side.
Brianne entornó los ojos. Aquélla no era la respuesta que ella había esperado.
– Entre los dos -prosiguió él-, tal vez podamos permitirnos uno de dos habitaciones, a menos, por supuesto, que tú quieras mudarte a las afueras. Si sigues queriendo marcharte a California, una vez que Rina regrese y que yo sepa que está bien, también puede ser una posibilidad…
– Lo único que he entendido de esa frase ha sido lo de los dos. Y, después de todo lo que ha ocurrido, lo tomo sin vacilar -respondió ella, con el corazón más alegre de lo que lo había sentido nunca.
– Te amo -susurró él, con una sonrisa en los labios.
Brianne se sentía plena de felicidad. Tenía todo lo que había querido en la vida en aquellos momentos.
– ¿Y la familia que quisiste tener con tu ex esposa?
– Cariño, eso es algo que deseo más que nada, pero contigo. Si no tuvimos suerte cuando lo hicimos en el jacuzzi, estoy dispuesto a seguir intentándolo. Te amo… Te lo debería haber dicho mucho antes…
– Yo también te amo. Siempre te he amado y siempre te amaré -musitó ella, con un hilo de voz.
– Siento haberte esposado -dijo Jake, deslizando la mano por debajo de la camisa que ella se había puesto después de que la policía la liberara.
– ¿Cuánto lo sientes?
– ¿Cuánto quieres que lo sienta? -le preguntó él, iniciando una serie de apasionadas caricias.
Brianne le mostró la mano que había mantenido oculta hasta entonces y le enseñó unas esposas.
– Quiero que hagas un acto de contrición, que te cargues de grilletes -respondió-, pero, sobre todo, quiero que seas mío.
Epílogo
Rina estiró los pies en su asiento de primera clase. Se quitó unas sandalias de diseño, que, en realidad, no había necesitado comprarse, y levantó la copa de agua mineral que la azafata le había servido antes de despegar. Mientras tomaba un sorbo, se preguntó por qué el agua del grifo era algo que los ricos siempre desdeñaban, junto con la honradez y la franqueza. Gracias a Dios, ya iba de camino a casa.
Ante la perspectiva de regresar a Nueva York, y al mausoleo de apartamento que allí poseía, tenía sentimientos encontrados. Aunque nunca lo había querido admitir, su hermano tenía razón. El ático era un palacio y sólo había sido su hogar cuando Robert estaba vivo. Después de su muerte, el apartamento era tan frío como el cadáver de su marido.
Rina se echó a temblar, pero se negó a esconderse de la verdad, después de todo, aquél había sido un viaje de descubrimiento y de renovación. Entonces, sacó una hoja de papel del bolso y se puso a escribir.
Número 1: poner el ático en una agencia inmobiliaria.
La satisfacción reemplazó el vacío que antes había sentido. Sintió que acababa de dar un paso para su nueva vida.
Igual que su hermano lo había hecho, gracias a ella. Cuando había contratado a Brianne Nelson como fisioterapeuta de Jake, había esperado darles a ambos un verano de diversión. Sexo y alegría. Porque Rina estuviera de luto, Jake no tenía por qué estarlo también. Sólo una estatua no hubiera notado la tensión sexual que había entre ambos, aunque ninguno de los dos tenía agallas para dar el primer paso. Esperaba que estuvieran juntos mucho tiempo. Desde el accidente de Robert, no se atrevía a decir para siempre. Sólo el destino sabía cuánto tiempo podrían compartir dos enamorados y precisamente por eso estaba muy agradecida de que su plan hubiera funcionado. Los dos estaban esperando a que Rina regresara para casarse.
En cuanto a ella misma, Rina había estado pensando mucho. El dinero que Robert le había dejado la mantendría de sobra durante el resto de su vida, pero… ¿la haría también feliz?
Como Robert había preferido que ella no trabajara, ella había cumplido con sus deseos. Al principio, le había gustado, pero poco a poco el aburrimiento había hecho presa en ella. Como no necesitaba trabajar, había pensado en empezar una nueva carrera. Antes de casarse, siempre había querido escribir, pero como los artículos ocasionales para las revistas no ayudaban a pagar las facturas, nunca había intentado hacerlo. Robert había tratado aquel deseo como un capricho pasajero…
Ella había adorado a su marido, pero se preguntaba qué clase de futuro habrían tenido cuando él se hubiera dado cuenta de que Rina estaba aburrida de no hacer nada. Un fuerte sentimiento de culpa se apoderó de ella por aquel pensamiento traidor al reconocer que el matrimonio no había sido tan ideal para ella como había pretendido que era, pero sabía que todo aquello era cierto. Por mucho que Robert la había amado, nunca la había comprendido. ¿Cómo podía haberlo hecho cuando procedían de dos mundos tan diferentes?
Rina pasó la hoja de papel y empezó a tomar notas. El bolígrafo se movía con rapidez por encima de la página.
Pregunta: ¿Qué querían los hombres?
Respuesta: Una mujer.
Pregunta: ¿Qué clase de mujer?
En resumen, Rina se preguntó lo que excitaba a un hombre. La emoción se apoderó de ella al comprobar que tenía el inicio de su primera historia. Sin embargo, primero tendría que investigar…
Carly Phillips
Carly Phillips inicio su carrera como escritora en 1999, desde entonces ha publicado más de 20 novelas, que han estado entre las más vendidas en las listas más conocidas de Estados Unidos. Actualmente publica en dos sellos, Harlequín y Warner.
Carly vive en Purchase, New York con su marido, sus dos hijas pequeñas y un juguetón Wheaton Terrier.
Su pasatiempo favorito es leer, le gusta escuchar opera y le encanta recibir correos de sus lectoras, ya sea por mail o por correo normal. También se confiesa adicta a la televisión, especialmente a las telenovelas y acostumbra a tenerla puesta incluso mientras trabaja. Pero no todo es “diversión” en la vida de Carly, cuando no se encuentra escribiendo, colabora activamente con varias asociaciones benéficas.