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– Claro que lo es. Significa que puedes realizar ejercicios muy duros -replicó Brianne.

No se sentía intimidada por la atracción que había entre ellos aun después del beso que habían compartido. Jake pensó que, en aquel caso, le había ganado la partida. Tenía agallas, algo que no se encontraba frecuentemente en una mujer. La fuerza de Brianne le contagiaría a él y los ayudaría a ambos si iban a vivir juntos en aquel apartamento.

– Puedo aceptar cualquier cosa que tú me ofrezcas, nena. Sólo dime lo que tienes en mente.

– Tal vez te arrepientas de haber preguntado. La fisioterapia implica fortalecer y ejercitar los músculos por medio de masajes y de otros medios. La terapia con el agua también funciona muy bien. La resistencia al agua es una gran ayuda. Si se añade el hidromasaje, entonces la potencia de los chorros de agua hace maravillas para ejercitar el músculo.

– Potencia de los chorros, ¿eh?

Al oír el modo en que pronunciaba aquellas palabras, Brianne se sonrojó.

– Cada terapeuta toma un enfoque diferente, pero hay muchas posibilidades.

Jake se preguntó si ella se los estaba imaginando desnudos en el jacuzzi, con el agua haciendo remolinos alrededor de sus cuerpos. Se preguntó si Brianne sabía lo mucho que dos personas se podían divertir con los chorros de agua que había mencionado.

– Todo suena muy interesante, especialmente eso de la potencia de los chorros -comentó él, mientras movía provocativamente las cejas.

– He de decirte que yo reservo la terapia del agua para pacientes que cooperan más -replicó ella, observándolo con cautela.

Tal y como probablemente había sido intención de Brianne, el cuerpo de Jake empezó a agitarse a un ritmo constante, un ritmo que sólo podrían igualar esos chorros de agua que ella había mencionado. Contuvo el aliento y se obligó a pensar como el policía que todavía era. Primero, y lo más importante, necesitaba información sobre el horario de ella para poder planear mejor el suyo y saber cuándo podría estar solo en la casa y cuándo podría salir a trabajar en el caso de Ramírez sin que ella se lo dijera a su hermana.

– Bueno, entonces, ¿cuándo vas a empezar a convencerme? Te advierto que, con los incentivos adecuados, puedo llegar a cooperar muchísimo. Además, aprendo muy rápido… y puedo ser aún mejor maestro…

Jake observó cómo Brianne luchaba por mantener la compostura y se congratuló por ello. Si conseguía mantenerla fuera de control, sería él quien llevaría las riendas de la situación, algo que era fundamental. Le habría resultado muy fácil dejarlo todo, incluso a la familia de Frank y a Ramírez, en favor de Brianne. Aquel pensamiento le turbaba.

– Tranquilo, muchacho. Empezaremos tan pronto como yo tenga el informe, el diagnóstico y las recetas de tu médico, algo que será probablemente la semana que viene.

Jake la miró y vio que se había recostado contra el sofá. Parecía más relajada que antes, por lo que él llegó a la conclusión de que ella se acababa de otorgar tiempo antes de enfrentarse con él y con su desgana para comenzar la terapia, antes de tener que convencerlo del único modo en que él lo permitiría: mediante un juego de seducción. Mientras Brianne viviera allí, tenía la intención de controlar la situación.

Evidentemente, ella había comprendido sus intenciones y esperaba conseguir un tiempo para poder adaptarse a la situación mientras el médico respondía a sus peticiones. Desgraciadamente para ella, el expediente estaba en su dormitorio. Hacía semanas que lo tenía y simplemente no lo había mostrado antes porque un íntimo amigo suyo lo había estado ayudando en privado.

– Lo siento, pero no dispones de ese tiempo, nena.

– No me llames así.

– ¿Es que te ofende?

– No, me excita -contestó Brianne. Jake la contempló atónito, lo que hizo querella se echara a reír-. Lo siento, pero no voy a consentir que lleves siempre las de ganar.

Jake respiró profundamente, forzándose a no concentrarse en lo que ella acababa de decir y a no pensar en el hecho de que ella pudiera estar realmente excitada en aquel momento y con él.

– Tengo el expediente en mi dormitorio.

Tal y como había esperado, aquellas palabras disminuyeron la intensidad de su sonrisa.

– Necesito instalarme.

– ¿Cuánto tiempo?

– No mucho. Llevo toda la semana pasada haciendo preparativos.

– ¿Puedo ayudarte a trasladar tus cosas?

– Si puedes hacerlo, entonces es que no me necesitas.

– Estoy seguro de que podrás encontrarme alguna utilidad.

– Eso no pienso ni tocarlo -replicó ella, riéndose. Aquel sonido hizo que Jake se sintiera más vivo de lo que lo había estado desde la muerte de su amigo-. Jimmy, el dueño del café, me puede ayudar.

Jake asintió, tratando de no prestar atención a unos inesperados y poco bienvenidos celos que sintió al oír el nombre de otro hombre en los labios de Brianne. Decidió cambiar de tema.

– Supongo que Rina te mencionó que hay un gimnasio privado, una piscina en el tejado y un jacuzzi, ¿no?

– Sí, claro, aunque, si quieres, podríamos realizar la terapia en el hospital y así utilizar las instalaciones que tienen allí.

– Me estaba refiriendo a que utilizaras la piscina y el jacuzzi en tu tiempo libre, no para la terapia.

– Es cierto, me olvidaba de que todavía no has accedido a nada.

– Exactamente.

– ¿Te importa decirme por qué no? -le preguntó ella. Jake, inmediatamente, desvió la mirada-. Ya veo que sí -añadió, con cierta desilusión en el rostro, que, sorprendentemente, turbó a Jake.

– Siento curiosidad. ¿Cuál fue exactamente el trato que hiciste con Rina?

– Simplemente que debía darte sesiones privadas de fisioterapia.

– ¿Cuándo, Brianne? ¿Con qué frecuencia?

– Trabajo en el hospital durante el día, así que tus sesiones serían por la tarde.

Las tardes de Jake estaban dominadas por la rutina: la cena, ver la televisión y marcharse a la cama. De repente, se imaginó unas sensuales oportunidades con una mujer que le interesaba profundamente, tanto física como intelectualmente.

– ¿Cuántas noches a la semana?

– Al menos cinco.

– Rina es una negrera -comentó él, entre risas-. Estoy seguro de que podemos pensar en algo que sea más cómodo para ti. Después de todo, también trabajas durante el día.

– No. He hecho un trato y pienso trabajar las horas por las que se me paga -replicó Brianne, mirándolo con sus ojos verdes llenos de astucia-. No vas a librarte tan fácilmente, ¿sabes?

Como sabía lo que le convenía, Jake se tomó aquella advertencia muy en serio.

Brianne estaba disfrutando de unos días de calma. No podía mudarse al ático hasta que hubiera recogido todas sus cosas y tampoco podía empezar a trabajar con Jake hasta que no hubiera satisfecho sus obligaciones para con Jimmy. No podía abandonar a su jefe y amigo sin un intervalo de tiempo adecuado.

La noche anterior, había salido rápidamente del ático porque necesitaba espacio, aire fresco. Si no hubiera salido de aquel apartamento, podría haber sucumbido a sus encantos de seducción. Tal vez se hubiera visto tentada a robar otro beso… Le daba la sensación de que él no la habría detenido. Y de que ella no se habría sentido satisfecha con solo uno.

Se acurrucó en su cama, mientras la luz de la mañana empezaba a entrar por la ventana y sacó los papeles que Jake le había dado. Muchas de las respuestas que no quería saber estaban ante sus ojos. Si leía aquellos documentos, lo conocería como hombre. Se haría más real, más de carne y hueso de lo que ya era para ella.

Sin embargo, no le quedaba elección. No había querido pensar en el hecho de que tendría que estudiar sus informes médicos antes de comenzar la terapia, pero no podía hacer nada al respecto.

Abrió la carpeta y lo primero que vio la llenó de sorpresa, desilusión y preocupación. Era policía, detective, y había resultado herido en acto de servicio y necesitaba rehabilitación para poder regresar a su trabajo. Con la fisioterapia, le estaría dando la oportunidad de retomar su carrera y de volver a ponerse en peligro otra vez. Aparentemente, su vida estaba destinada a cruzarse con las de las personas que habitualmente corrían muchos riesgos en las suyas. Suspiró. Al menos tenía una razón muy concreta para no relacionarse con Jake a otro nivel que no fuera el profesional.