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¿Estaba mintiendo?

Cerrando los ojos, cubrió su mano con la de él y saboreó la suavidad de ese toque. Pero, ¿se atrevería a creer en eso?

¿Lo haría?

Aspirando profundamente para darse coraje, se preparó psicológicamente para un momento de brutal verdad.

– ¿Sabéis qué? -preguntó él, abriendo los ojos para observar a Timor y Dolor-. Cuando dije la verdad nadie quiso creerme a pesar de que no les di ninguna razón para que dudaran de mi. Aunque habían visto la verdad sobre mí una y otra vez, quisieron creer en la basura y las mentiras sobre mi carácter. Así que es más fácil creer en las mentiras por encima de la honradez. Por lo tanto, mucho más fácil y seguro culpar a aquello que amas.

Él tomó su mano de la cara y la miró a esos ojos que estaban bordeados de aprensión.

– Hasta que me des una razón para no hacerlo, Leta, confío en ti. -Le besó la mano antes de soltarla a regañadientes.

Las emociones de Leta la estrangularon mientras se daba cuenta de lo que él le había concedido. Pero no tuvo tiempo de insistir en ello antes de que Dolor diese un grito de furia y se lanzase hacia Aidan. Lo dos se enredaron y cayeron al suelo.

Ella apenas tuvo tiempo de evitar el punzón que Timor meció ante ella. Retrocediendo, le dio un fuerte codazo en las costillas. El cielo por encima de ellos se ensombreció peligrosamente, como si se tratara de la respuesta de su lucha. Leta golpeó con fuerza a Timor mientras él bloqueaba y regresaba golpe a golpe. Cuando le conectó un golpe bien dado en la barbilla, ella saboreó la sangre. La cara le dolía por el sólido golpe, pero no podía dejarse atontar.

Gruñéndole, sacó algo y bloqueó su revés. Él regresó con una espada que hizo aparecer por arte de magia. Ella rodó por la hierba que empezaba a serpentear como serpientes mientras él se abalanzaba una y otra vez. Una de las estocadas pasó tan cerca de ella que sintió arañarle la piel. Ella lo pateó, dándole otra vez en las costillas y devolviéndole el golpe.

Timor se tambaleó a los lados.

Aidan se tomó un segundo para revisar a Leta. Le dolía literalmente el no poder ayudarla, pero ella parecía arreglárselas con el dios Timor.

Debido a la distracción de Aidan, Dolor conectó un sólido golpe en su mandíbula. Antes de que pudiera recuperarse, la tierra bajo sus pies se transformó. Él maldijo mientras las hierbas se envolvían alrededor de sus pies como largos y esqueléticos dedos, agarrándole firmemente y manteniéndole en el lugar. Aidan trató de quitárselos de encima, pero eran persistentes.

Dolor se rió.

– Gracias, Hermana Lyssa.

Aidan entrecerró los ojos antes de extender las manos. Usando la imaginación, convocó mágicamente una solución pegajosa para que estallara desde sus palmas. Se enrolló alrededor de Dolor como una cuerda. Él tiro bruscamente con fuerza del Dios hacia adelante para darle un cabezazo.

– Sip.-dijo él con una siniestra risa-. Gracias, Lyssa, por recordarme que estoy en un sueño.

Dolor dejó escapar un bramido de furia. Aidan se rió otra vez antes de librarse de las hierbas. Corrió hacia el lado de la pared más próxima y manifestó una larga vara.

Cuando Dolor intentó seguir, Aidan usó la vara para derribar al Dios. Dolor le disparó una carga. Aidan alzó el brazo y usó la mente para bloquearla con un escudo invisible.

– Maldito si no surte efecto, -entonces Aidan se rió.

Oh, sí, esto le hacía sentirse mejor. Empezaba a pensar que después de todo puede que tuvieran una oportunidad. Si sólo pudiera encontrar un modo de matar a la bestia.

– ¡Aidan!

Él se volvió con la llamada de Leta para ver a ocho Dolor viniendo hacia él.

Y además ellos parecían enfadados.

El primero lo cogió por la cintura y lo lanzó al suelo, de espaldas. Antes de que pudiera moverse, otro hizo bajar un pesado martillo sobre su cabeza. Logró bloquearlo con el brazo, pero juraría que sintió como el hueso se hacía pedazos.

Maldiciendo, Aidan intentó clonarse a si mismo, pero no podía enfocar su atención lo suficiente en la meta para lograrlo cuando ellos le golpeaban una y otra vez y todo su ser se dolía por los ataques. Eso en cuanto a no poder sentir dolor en un sueño, ¿huh? Con el cuerpo latiendo, intentó manifestar un escudo, un arma, cualquier cosa.

Pero no podía.

Él oyó más risas.

De repente, Leta estaba allí, intentando separarle de los demás. Sintió como lo cubría con su cuerpo mientras los clones de Dolor seguían golpeándole con los pesados mazos.

La tierra bajo ellos intentaba tragarlos.

– Estamos perdidos -le susurró ella al oído.

– Y una mierda -fue todo lo que pudo decir.

El cielo sobre ellos se abrió dejando caer una lluvia tan fuerte que cortaba contra su cuerpo como lacerantes agujas. Sip, no se veía nada bien para el equipo local.

Él comenzó a rodar con Leta, intentando mantenerla a un lado para que no la alcanzara más daños de Dolor. Los golpes continuaron cayendo sobre su espalda, hasta que temió que se la hubieran roto.

Él solo pensaba en protegerla, la acunó bajo él del mismo modo que ella luchaba por escudarle.

– Estate quieta, Leta, -le susurró al oído.-No te opongas a mí.

– Dolor va a matarte.

Extrañamente, eso no le importaba. No era como si tuviese algo por lo que vivir de todas maneras.

Cansado por la pelea y rendido por la soledad, colocó la cabeza contra su hombro y esperó la muerte. Pero cuando lo hizo y captó la suave esencia de su piel femenina se dio cuenta de que había olvidado algo que dejaba en este mundo que realmente le importaba. Algo por lo que valía la pena luchar.

Leta.

Su sangre alimentada por la pelea, dejó escapar un gruñido fiero y cerró los ojos. No lo derrotarían.

El último hombre en pie.

Con la mente, hizo astillas los mazos y lazó por los aires a los dioses. Se puso de pie y se volvió para enfrentarse a un solo Dolor cuyos ojos estaban ensanchados.

– Aparta el culo. -Aidan le asestó un golpe en la mandíbula que levantó al dios hasta dos pies del suelo. A cámara lenta, el dios se arqueó por los aires antes de aterrizar sobre su espalda con un sólido golpe.

Timor se lanzó contra él. La ropa de Aidan lo escudó y lo siguió al suelo con el fin de poder darle puñetazos a Timor en el pecho. Dolor se acercó por la espalda, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Leta pateó al dios de vuelta. Todavía la lluvia caía a cántaros sobre ellos mientras relampagueaba intermitentemente. Los arbustos a su alrededor comenzaron a sangrar.

Timor salpicó en el barro que los cubrió antes de levantarse de un salto y abalanzarse con furia contra Aidan y atrapándolo de un hombro. Aidan oyó la tela de la camisa desgarrándose. Saboreó la sangre de la nariz un instante antes de que ambos dioses le atacasen.

– Ponte de nuestro lado, Leta, -gruñó Dolor-. Te devolveremos tus emociones.

Ella contestó fulminándolo con una ráfaga que extrajo de algo del dolor de Aidan.

Aidan manifestó otra espada. Girando alrededor, la levantó para bajarla de golpe sobre Timor que atrapó la hoja con la mano izquierda. Él se movió para patear a Aidan. Soltando la espada, Aidan cayó a un lado y manifestando otra espada para cortar profundamente en el costado a Timor.

El dios cayó con un brillante relámpago de luz. Dolor lanzó a Leta a los brazos de Aidan un instante antes de que el dios guiara su espada a través de ella.

Aidan gritó de dolor mientras veía la sangre saliendo a raudales de su cuerpo.

– ¡Bastardo!

Dolor se rió mientras se lanzaba contra Aidan.

Pero nunca llegó a hacerlo.

Justo cuando lo hubiera alcanzado, Dolor se desvaneció. Aidan frunció el ceño mientras miraba alrededor, esperando que el dios lo atacase desde otra área.

– ¿Dolor?

No hubo respuesta, a excepción de la lluvia torrencial que salpicaba la hierba alrededor de ellos.