Olvidándose del dios por un momento y enfocando su atención en la mujer que sangraba en sus brazos, Aidan bajó a Leta al suelo. Se sentía enfermo ante la vista de la sangre de ella mezclándose con el barro.
¿Cómo pudo ocurrir?
– ¿Leta? -preguntó él, sin molestarse en cubrir la nota de miedo de su voz.
– Chis,-dijo ella, tocando sus labios-.Soy inmortal. No moriré por esto.
– Entonces, ¿por qué estás sangrando?
Ella sonrió pálidamente.
– Porque éste es tu miedo. Déjalo ir, Aidan.
Era más fácil decirlo que hacerlo.
– No sé cómo.
– Sí sabes. Recuerdas el tiempo antes de que tu hermano se volviera en contra tuya. ¿Cuál era tu miedo entonces?
Que perdiese su carrera y los estudios dejasen de llamarlo. Que los fans que pagaban por ver sus películas se volvieran contra él y ya no apareciera en taquilla. Que estuviera solo en el mundo sin nadie en quien confiar.
– Tenía miedo por la mala publicidad. De que las personas me odiaran.
– ¿Ahora?
Eso no lo había herido. Si bien el mundo había oído las mentiras, había visto a su familia ir a por su garganta, los fans se habían quedado y habían visto la verdad de él. Incluso había ganado el Premio de la Academia de ese año y había conseguido el papel principal en una de las películas más taquilleras. Una película que le había puesto en libertad de retirarse si lo hubiera deseado. Profesionalmente, a nadie le había importado las mentiras que su hermano había arrojado.
Con respecto a estar solo, había aprendido que no era tan malo. Le había enseñado a ser autosuficiente. Se había alejado de las maquinaciones de Donnie y se había hecho incluso más fuerte de lo que nunca había sido antes.
Se había vuelto valiente, con una fuerza interior y claridad que no tenía rival.
Pero no era lo mismo con Leta sangrando y herida.
– No quiero perderte, Leta.
– Entonces no lo temas. Confía en que estaré aquí contigo, siempre.
De nuevo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Pero tenía que poner fe en ella. Confiaba en ella a pesar de que una parte de sí mismo no quería tener fe en nadie más que en sí mismo.
La levantó contra de él y colocó la cabeza contra el hueco de su garganta.
– Confío en ti, Leta.
Ella levantó la mano para enterrarla profundamente en su pelo mientras lo besaba. Y con cada latido en su interior, él se sintió cada vez más fuerte.
Él rompió el beso para encontrarla sonriéndole.
– Tus miedos tienen poder. Es lo que alimenta a Dolor y Timor. No les des un poder que no merecen.
Asintiendo, echó un vistazo alrededor.
– Hablando de Timor, ¿qué le sucedió?
Ella negó con la cabeza.
– No estoy segura.
– ¿Los derrotamos?
– Me gustaría poder decir que sí, pero no lo creo.
Maldición…
– No los venciste… todavía. -Levantaron la mirada para encontrarse a Deimos de pie sobre ellos con una fría y sombría expresión.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Leta.
Él dejó escapar un cansado suspiro aunque había un indicio de diversión en los ojos.
– Entrometerse en algo que debería dejar solo pero pensé en meter la cabeza de todos modos. ¿Qué diablos? Joder a los dioses es lo que mejor se me da.
Leta frunció el ceño ante él.
– ¿Y de qué estamos hablando exactamente?
– Resumiendo, Dolor encontró un sacrificio humano en otro lado. Él está ahora en forma humana. Su altamente poco entretenido nacimiento es la razón por la que dejó de existir aquí tan abruptamente. Está en camino para matar el cuerpo de Aidan mientras su conciencia está atrapada aquí.
Leta maldijo al enterarse de que Dolor había encontrado un donante de cuerpo. La mayoría de la gente tendía a echar marcha atrás para evitar ser asesinada de ahí que un Dios pudiera usar sus cuerpos para asesinar a sus enemigos. Aparentemente no eran tan afortunados esta vez.
– ¿Quién era el sacrificio?
Él sacudió con fuerza la barbilla hacia Aidan.
– Su sobrino. Donnie le dio al chico para que el fantasma proveyera un cuerpo para el uso de Dolor.
Aidan se quedó frío de repente con las noticias.
– ¡De ninguna manera!
– Si quieres que el dios Dolor haga su oferta, tienes que pagar un alto precio por ello. Sangre y Hueso, amigo mío. Sangre y Hueso.
Eso dejó tambaleando los sentidos de Aidan. Sabía que su hermano le odiaba, pero no tanto… Seguro por Dios, Donnie no podía haber matado a su propio hijo para vengarse de él.
¿Verdad?
No, no era posible.
– No pudo haber hecho algo así.
Pero por la luz en los ojos de Deimos, sabía la verdad que sólo quería negar.
– Hablas sobre un hombre que se dispuso a arrastrar a la ruina al hermano excesivamente amoroso que le dio a su jodido culo un camino fácil. ¿Por qué crees que esto está más allá de él?
Porque Aidan recordó cuando ambos eran niños. Recordaba la risa que habían compartido. Los tiempos difíciles, habían sido un frente único en contra de un mundo que estaba afuera para derrotarlos totalmente. Sin Donnie, no habría superado la muerte de sus padres. No habría tenido la confianza para salir y hacerlo por su cuenta.
¿Cómo era posible que ese chico que solía reírse con él se hubiera convertido en el tipo de monstruo que podía matar a su propio hijo?
– No puedo creerlo. Sólo no puedo. ¿Cómo pueden hacer esto los celos? ¿Cómo? No pueden envenenar a alguien hasta este extremo, ¿verdad? Quiero decir, realmente…
Deimos lo miró compasivo, pero no había alivio o confort en esa mirada fija. Ninguna pacífica comprensión para algo tan parecido a la brutal realidad.
– Puede y lo hacen. Créeme. He visto a muchos peores que éste en mí más o menos billón de años de existencia, que el primer asesinato cometido por el hombre fuese el de un hermano contra el otro por ninguna otra razón más que la mezquina emoción. Los celos recurren al odio que luego empieza a envenenar. Se infecta y destruye hasta que se come a alguien vivo. Tu hermano estaba tan enfadado porque hiciste algo de tu vida, porque tenías fans que harían cualquier cosa por ti. Él no podía tenerlo; no podía entender por qué tenías algo como eso mientras que él no. Su única meta ha sido la de hundirte y volver a ponerte de nuevo donde perteneces… debajo de él. Si no puede conseguirlo, entonces maldición si lo harás tú.
Todavía no tenía sentido para él que Donnie sintiera algo como eso por él.
– Pero nunca dejé que la fama me ganara. Nunca he cambiado. Siempre he recordado quién soy y de dónde procedo.
– Sip, -dijo Deimos-. ¿Y te acuerdas de la vieja canción de Joe Walsh, Been Life Good?
– ¿Qué pasa con ello?
– Todo el mundo es tan diferente, yo no he cambiado.
Aidan se quedó en silencio mientras las palabras hacían eco en su cabeza. No había pensado en esa canción en años, pero Deimos tenía razón. Él seguía siendo el mismo muchacho que prefería correr descalzo en verano porque necesitaban conservar los zapatos para ir a la escuela. Todavía decía "por favor" y “gracias” a todo el mundo a su alrededor, independientemente de quienes fueran.
Pero Donnie… no era el hombre que había sido una vez. Al minuto en que Aidan le había dado a probar el sabor de la riqueza, había empezado a tratar a las personas como si estuvieran por debajo de él. Como si fuera incluso mejor aunque no había sido el que la había ganado.
Y Donnie no era el único que había cambiado. Tantas personas entrado y salido por la vida de Aidan. Esos que habían tenido poca utilidad para él cuando había sido un actor muerto de hambre tratando de conseguir un descanso, se había convertido en el colega de todos en el momento en que había empezado a obtener papeles de su elección. De repente era importante y las personas querían ponerse en contacto con él. Pero Aidan todavía se sentía como el joven actor que había sido dejado fuera de populares pubs nocturnos porque no lo apreciaban. El mismo actor que otros habían tildado de insignificante.