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Y entonces allí había estado Heather…

Demonios, el viejo Joe había sido un profeta con esa canción. Le hacía preguntarse quién había jodido al cantautor con el fin de haber podido expresarlo tan elocuentemente.

Deimos dio un paso adelante.

– Tenemos que conseguir despertaros a los dos. Dolor va de camino hacia tu casa para machacaros a los dos mientras estáis inconscientes.

Leta maldijo.

– Estamos durmiendo como patos.

Deimos asintió.

– Es un buen plan para acabar con él.

Sí, lo era. Aidan miró a Leta antes de preguntarle a Deimos.

– ¿Puedes despertarnos?

– No lo sé. Pero habrá que intentarlo. -El dios se desvaneció.

Aidan se volvió hacia Leta que le observaba cuidadosamente. Tenía una mancha roja en la cara del golpe que le había dado uno de los otros dioses. Estaba despeinada y sus pálidos ojos llenos de admiración. Esa apariencia lo desgarró a través y hizo que se doliera.

Le tendió la mano.

Su tierna caricia lo dejó en llamas mientras ella envolvía sus dedos alrededor de los de él. Su pene se endureció instantáneamente, haciéndole desear que tuvieran un momento a solas. No podía creer que se hubiera infiltrado en su vida tan fácilmente, pero estaba contento de que lo hubiera hecho.

– Si acabo muerto esta noche, sólo quiero darte las gracias.

Ella le dedicó una mirada traviesa.

– ¿Por qué?

– Por llamar a mi puerta y meterte a la fuerza en mi vida.

Ella le sonrió.

– No hay problema. Sólo siento no haber hecho un mejor trabajo salvándote.

Esas palabras eran una sinfonía para sus oídos.

– Sabes, en una forma extraña, creo que lo hiciste.

– ¿Qué quieres decir?

Tiró de ella más cerca a fin de que pudiera sentir el calor de su cuerpo contra su piel. Esto le dejó los nervios de punta y recordándole exactamente lo que había traído ella a su vida.

– He estado dormido durante mucho tiempo. Viviendo en un lugar vacío. Ahora no me siento tan vacío. Hay algo más.

– ¿Algo más?

Él asintió, envolviendo con sus brazos alrededor de ella.

– Eres tú. -Él tocó su corazón-. Me despertaste y siento de nuevo. Es realmente agradable, y si ésta es la última oportunidad, entonces tengo que decirlo, sólo pensé que deberías saberlo.

El corazón de Leta saltó por las palabras que sabía eran difíciles de pronunciar para él. Lo significaban todo para ella. Y se sentía de la misma forma.

– Después de que murió mi marido, nunca pensé que sería capaz de encariñarme de otra persona. Y entonces te encontré. No permitiré que ellos te tengan, Aidan. No lo permitiré.

Él le besó la mano antes de ahuecar su cara en las manos y depositar el más tierno de los besos en sus labios. Sus sentidos dieron vueltas. Si pudiera, se quedaría aquí con él. No había nada que quisiera más que el ser humana y quedarse a su lado.

Si sólo pudiera.

– ¿Leta? -Ella oyó la voz de Deimos como un débil susurro en la cabeza.

Un minuto más.

Pero no fue así. Sintió que algo tiraba de ella de regreso, alejándola de Aidan.

¡No!

Y aún así se sintió a sí misma deslizándose, cayendo por un oscuro túnel hasta que volvió otra vez a despertar en el plano humano. Tan atontada que apenas podía moverse, parpadeó abriendo los ojos para encontrarse a Deimos mirándola.

– ¿Aidan?

Él indicó la zona al lado de ella con un movimiento de su barbilla.

– No consigo despertarlo.

– ¿Dónde está Dolor?

Como si fuese en respuesta a su pregunta, oyó a alguien próximo a las escaleras.

Con el corazón palpitando, se volvió para sacudir a Aidan.

– ¡Aidan! -lo zarandeó ella.

Él no se movió.

Deimos hizo una mueca.

– ¿Cuánto le distes?

– Al parecer más de lo que debería. Quise asegurarme de que ninguno se retiraría al principio del sueño. -Leta negó con la cabeza mientras clavaba los ojos en Aidan yaciendo allí en perfecto reposo. A pesar de la agitación y la lucha en el sueño, sus bellos rasgos estaban tan tranquilos, y su cuerpo aún relajado. Sin embargo, el tiempo para soñar se había acabado para ellos. Ahora tenían un enemigo al que enfrentar en este reino-. Por favor, despiértate -susurró, pero lo sabía. Estaba demasiado lejos. No se despertaría. Al menos no durante algún tiempo.

Alguien golpeaba contra la puerta de la cabaña, tratando de romperla.^

Pasó la mano contra la mejilla barbuda de Aidan antes de levantarse de la cama.

– Tenemos que derrotarlos.

– Estoy de tu lado.

Ella besó impulsivamente a Deimos en la mejilla.

– Gracias.

Él asintió antes de fluctuar a la sala de estar. Leta fue tras él, a sabiendas de que ellos eran lo único que se interponía entre Aidan y la muerte.

Ella miró de nuevo el dormitorio donde él dormía antes de susurrar una solemne promesa.

– No te decepcionaré, Aidan. Lo juro.

Aidan se tambaleó por la sorpresa cuando oyó la voz de Leta en su estado de ensueño. Revoloteó por el cuarto, incapaz de despertarse. Era como si él estuviera atrapado entre el sueño y la realidad. Ese extraño reino inferior donde los sueños se hacían realidad. Podía verla a ella y a Deimos, vio a Dolor y a Donnie cuando entraron a través de la puerta y se diseminaron por la sala de estar.

– Tengo que despertarme. -Pero no importaba lo que intentase, no podía hacerlo. Era la cosa más frustrante que podía imaginar.

Miró a su hermano, cuyo pelo rubio llevaba casi rasurado. Donnie había ganado músculo en prisión y los ojos verdes se veían enloquecidos mientras miraba alrededor. Aidan no estaba seguro de cómo había sacado Dolor a su hermano de la cárcel, pero probablemente no sería difícil para un dios hacer lo que quería.

– ¿Dónde esta él? -gruñó Donnie-. ¡Aidan!

Leta se fortaleció a si misma en medio del cuarto.

– No lo tendrás.

Donnie se volvió contra ella con una mirada de acero.

– Como el infierno, zorra. Él es mío, y si no te mueves, entonces voy a pasar sobre ti para llegar a él.

Ella cerró los ojos un instante antes de que apareciese una vara en sus manos.

– Entonces bailemos porque la única forma de que llegues a él es a través de mí.

Dolor, quien estaba en el cuerpo de Ronald, clavó los ojos en Deimos.

– No debes estar en esta pelea, Demon. ¿Estás seguro de que deseas estar por aquí?

– No hay lugar en que prefiera estar.

Ronald/Dolor lanzó una descarga a sus pies. Deimos lo esquivó antes de devolverle uno propio.

Leta pateó con un tijeretazo a Donnie y lo tiró de espaldas hacia el cuarto de Aidan.

Aidan observaba la pelea con ansiedad. Era inconcebible para él que aquellos dos estuvieran dispuestos a ser golpeados para protegerlo. Antes nadie había hecho algo así por él.

Donnie barrió a Leta haciéndola caer. Cuando fue a patearla, ella empezó a escabullirse y retorció el cuerpo para derribarle. Maldición, la mujer era mejor luchador que Jackie Chan. Pero Donnie no era menos y obviamente la cárcel le había enseñado unas cuantas cosas.

Deimos y Dolor estaban enzarzados en una gran batalla mientras se lanzaban golpeando la pared, el suelo y otra vez la pared. Estaban igualados, y vencer en esa pelea no sería fácil.

Y justo cuando estaba seguro de que Leta tendría a Donnie, Donnie la atrapó desde atrás con una tensa cuerda.

El corazón de Aidan se detuvo mientras observaba la pelea.

– No puedo desvanecerme -gritó en busca de Deimos.

Dolor se rió.

– Es uno de los juguetes de Artemis. Estás atrapada.

– No -Donnie se rió en un tono siniestro-. Estás muerta