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No debería estar haciendo esto. Pero no podía obligarse a parar. Había pasado demasiado tiempo sin que un hombre la tocara. Desde que había permitido que ninguna pasión tocara su vida. Se suponía que carecía de emociones, pero aquí estaba ella, sintiendo su presencia en cada fibra de su ser.

¿Las estaba extrayendo de él como un Shifon? Esa era la explicación más lógica para estas emociones y todavía eso no le parecía bien. Los sentimientos eran demasiado reales. Los sentían como suyos. No era su cólera. No era su lujuria. Era su anhelo, de ella misma, que tenía y venía de lo más profundo de su maltratado corazón. Una necesidad de estar cerca de él.

Asustada de perder sus sentimientos, envolvió los brazos a su alrededor y los transportó de regreso a su cabaña. Profundizo el beso mientras se le aceleraba el corazón y le ardía la sangre. Esto era lo que más necesitaba.

Aidan.

Ella retrocedió para contemplarlo.

– Quiero estar contigo, Aidan,- murmuró mientras sus manos se demoraban en el dobladillo de la camisa.

Honestamente, esperaba que la apartara otra vez. Ciertamente no lo culparía si lo hiciera después de todo lo franco que había sido. Nadie lo culparía por eso.

Pero no lo hizo. Sus ojos verdes brillaban con calor, él le quitó de un tirón la camisa por la cabeza, y la arrastró de vuelta a sus brazos para continuar el beso.

Cerrando los ojos, ella saboreó su sabor, la sensación de sus manos examinando rápidamente su cuerpo mientras lo sujetaba contra ella. Sus músculos abultados y tensos bajo sus palmas, le recordó un tiempo muy distante en el que había tenido miedo de tocar a un hombre como este. Pero eso había sido hacía eónes y ella había cambiado mucho desde entonces.

Durante siglos, había luchado sola contra Dolor, tratando de salvar tantos seres humanos de como pudo. Había sentido que era su deber a pesar de estar insensibilizada para todo menos para el dolor.

Después de un tiempo esa ausencia de sentimientos había consumido y debilitado su determinación. Había aprendido a extraer como un shifon las emociones de los humanos en sus sueños. Durante un tiempo, había empezado a confiar en esas emociones y había tenido miedo de convertirse en un Skoti – uno de los dioses del sueño que hacían presa de los humanos con el fin de obtener sentimientos. No era necesariamente una cosa mala, excepto cuando tomaban demasiado y conducían a los anfitriones humanos a la locura y destrozaban anímicamente sus vidas. Era algo que ella no podía permitirse hacerle a una persona inocente. El momento en que viera que mentalmente se convirtiera en una Skoti, se encerraría en prisión con Dolor.

Ahora no tenía miedo a sus emociones o a las de Aidan. Las querían. Necesitando sentir más, los emitió al dormitorio y a la cama.

Aidan se apartó de sus labios mientras se percataba de dónde estaba.

– Un truco ingenioso.

– Puedo hacer uno mejor.

Las ropas desaparecieron.

Aidan se rió profundamente en la garganta.

– Si, eso definitivamente podría ser útil.

Ella le dio la vuelta, sobre su espalda. Él la contempló, bebiendo la visión del cuerpo desnudo contra el suyo. Los pechos eran lo más hermosos que alguna vez había visto, y había visto algunos de lo mejores del mundo. Se humedeció los labios y tiró de ella más cerca de modo que pudiera llevarse su fruncido pezón a la boca.

Leta tembló con la sensación de su caliente lengua rozándola. Ahuecó su cabeza hacia ella mientras su mente se tambaleaba con sensaciones olvidadas. Había pasado demasiado tiempo desde que había intimado con alguien. Demasiado tiempo desde que algún hombre la hubiera tocado…

Él gruñó profundamente antes de retroceder y frotar la barbuda mejilla contra su sensible pecho. Ella jadeó con fuerza mientras los escalofríos hacían erupción por todo ella.

Estaba borracha por la lujuria mientras rozaba su cuerpo con la mirada. Cada parte de él estaba esculpida con músculos. Había tanta fuerza en él, por dentro y por fuera. Y todo lo que quería hacer era tocar esa fuerza y mantenerlo cerca de ella.

Más que eso, ella quería saborearle.

Aidan la observó mientras descendía besando su camino a través de su cuerpo. Su largo pelo negro jugaba con la piel, enviándole escalofríos y haciéndolo arder. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había estado con una mujer que realmente tenía miedo de lo que vendría aún antes de que realmente la tocase.

Eso era todo lo que su maltratado ego necesitaba. Preferiría morir antes que avergonzase como algún niño de secundaria empalmado viendo a su primera mujer desnuda.

Cerrando los ojos, trató de pensar en alguna otra cosa además de esos delicados labios que se frotaban contra su carne. De la lengua dando golpecitos sobre su cuerpo. Con el corazón latiendo acelerado, quería que este momento durara.

Y cuando sintió que le mordía la punta del pene, apenas pudo contenerse para no gritar de placer. Abrió los ojos para observar como ella le tomaba aun más profundamente en la boca. Era la vista más increíble que alguna vez había contemplado. Su lengua se burló y le atormentó hasta el nivel más alto.

Leta sonrió ante el gusto salobre de Aidan y con la alegría que podía sentir que venía de su interior. Era increíble. Y lo más especial de todo era el sentimiento que ella tenía de que él tenía miedo de decepcionarla. El hecho de que si quiera se preocupase, le iluminó el corazón.

Su bondad le recordó un tiempo cuando había sido como él. Cuando sus sentimientos habían sido suyos y cuando había sido dueña de su propia vida. Cuando había sido libre para tomar sus propias decisiones. Había perdido tanto…

Sobre todo, había extrañado el sentimiento de conexión con alguien más. Siendo una parte vital de ellos-padeciendo cuando estaban de viaje, sabiendo que alguien estaba lejos ausente y contando los segundos hasta que volvieran a reunirse. No había nada como vivir y respirar por la sonrisa de alguien a quien se ama.

Aidan dejó escapar un áspero jadeo mientras ahuecaba su cabeza en las manos. Quería simplemente, sexoanimal. Ningún compromiso, nada de promesas. Nada excepto ambos saciando una picazón biológica.

Y aún así, mientras la observaba complacerlo, esa repugnante y tierna parte de él que odiaba se agitó. Era la parte que deseaba una mujer que no le engañara. Una en la que pudiera confiar que no lo lastimara o traicionara. Una persona que permanecería fiel a él sin importar lo que se arrojara en su camino.

Otras personas lo tenían. ¿Por qué no podía él?

Porque no te lo mereces…

No quería creer en eso. Sin duda para Dios, ya que siempre había hecho lo correcto en la vida, era digno de la lealtad de alguien. Del amor de alguien.

– ¿Alguna vez engañaste a tu marido, Leta?- Se encogió de miedo mientras las palabras salían de sus labios.

Mencionar al marido probablemente mataría el deseo sexual de ella.

Pero aun así, necesitaba saber si había sido digna de confianza o como Heather, una mentirosa que se vendió al mejor postor.

Los ojos se le llenaron de dolor mientras se apartaba de él.

– No. Nunca. Le amé completamente, y mientras vivió, ni siquiera miré a otros hombres. Nunca hubo nadie en mi mundo excepto él.

– ¿Era un Dios?

Negó con la cabeza mientras hacía círculos lentos con la mano sobre su abdomen.

– Fue un guerrero. Un buen hombre al cual visite una vez en sueños. Para un soldado, había sido asombrosamente artístico y sus sueños habían sido brillantes con colores y sonidos.-Se atragantó como si fuera casi demasiado para ella volver a pensar-.Y cuando le vi temblar al sostener por primera vez a nuestra hija…cada parte de mí lo amó más.

El estómago de Aidan se contrajo. Eso era lo que quería. Alguien que lo amara así.

– ¿Te engañó alguna vez?

Su mirada se encendió.

– Lo habría matado.

Aidan ahuecó su mejilla en la mano mientras clavaba la mirada en esos ojos luminescentes.