Leta sonrió ante eso. Había mucho de verdad en la declaración de su madre.
– Puedo entender sus sentimientos.
Él asintió.
– Yo también estoy de acuerdo. Pero algo de lo que me di cuenta con mi hermano es que no puedes tirar las perlas antes que el cerdo. Creo que por eso mi madre insistió en que diera anónimamente. Al instante en que alguien ve que eres amable y das, inmediatamente sacan ventaja de ello. Parecen confundir bondad con debilidad y dar con estupidez.
– ¿Cómo crees?
Él suspiró.
– Mi hermano me envió a mi sobrino para un trabajo cuando Roland estaba todavía en el instituto. Donnie me dijo que no podía proporcionarle la enseñanza en el colegio privado de Roland y me preguntó si Roland podía trabajar para mí a tiempo parcial mientras iba al colegio. Igual que un tonto, estuve de acuerdo, y incluso aunque no había hecho demasiado dinero por aquel entonces, empecé a pagarle las clases. Seis años después, Donnie vino a decirme que se iba a divorciar y que su esposa le estaba sacando todo. Había perdido su casa, su coche, todo. Me dijo que no quería una limosna, pero quería saber si tenía algún trabajo que pudiera hacer.
– Así que le diste empleo.
Su cara abandonó toda emoción a excepción de la dura línea de sus labios. Incluso así, ella podía sentir la amargura ardiendo dentro de su corazón.
– Sip. Le pagué bastante por ser mi manager. Dios sabe, no quería a mi propio hermano en la calle. Y durante aproximadamente un año, todo fue fantástico.
– ¿Hasta?
– Empecé a darme cuenta que el dinero estaba desapareciendo. Misteriosos cargos que no tenían explicación. Peor, ninguno de ellos hacía su trabajo. Siempre tenían alguna excusa de por qué estaban a punto de conseguir lo que yo necesitaba que hicieran o porqué no estaba hecho todavía. Una y otra vez, entraba en la oficina para encontrar a Roland dormido en mi silla,al menos en los días que realmente aparecía por el trabajo. Era increible. Les dije que si no se enderezaban, iba a despedirlos.
– ¿Y que dijeron?
Curvó el labio antes de burlarse en un tono seco.
– No puedes despedirme. Si lo haces, te arruinaré. Conozco a todos tus fans, todos tus amigos, y todos tus socios. Soy intocable, hah, hah.
Aidan maldijo cuando habló nuevamente en un tono normal.
– Al principio pensé que como poco era un chiste y como mucho una vaga amenaza,hasta que miré a mi alrededor y me di cuenta que realmente se habían congraciado con todo el mundo en mi vida. Metódicamente. Uno por uno. Los persiguieron a todos. Aquellos que les ofrecían su Amistad caían de acuerdo con su viciosa locura, cortaban y pateaban hasta el límite. Entonces en una muestra de poder justo antes de Navidad, volvieron seis solidamente contra mí, cortando a uno de ellos echándolo completamente de mi vida, y entonces fue cuando se volvieron realmente descarados.
– ¿Cómo así?
– Dame cinco millones de dólares o te quitaremos todo lo que tienes. Para cuando vayamos a por ti, cada fan y amigo que has tenido te odiarán y nunca pagaran otra vez un centavo para ver otra película de las tuyas.Estarás arruinado.
Él dejó escapar un ligero y enfadado suspiro.
– Ese fue el regalo de navidad de mi hermano. Después de que yo le hubiese comprado a él y a su hijo un coche para cada uno, una casa para cada uno, les pagué más de lo que su hábil nivel les permitía. Todavía no era suficiente para ellos. Tenían que tener más porque yo lo tenía y ellos no. Por supuesto yo era el único que trabajaba veinte horas al día durante meses sin la fecha definitiva, atendiendo funciones publicitarias, entrevistas, y dejándome el culo leyendo y aprendiendo guiones cuando estaba en casa mientras ellos trasnochaban, jugaban a juegos online, y después dormían hasta el mediodía o más tarde. Gastando dinero en mujeres, bebidas y caros jueguetes. Gee. No puedo imaginar porqué tenían tan poco, ¿huh? Como mi madre solía decir sobre Donnie, un día de trabajo duro lo mataría.
Ella se inclinó contra su brazo, queriendo confortarlo.
– Lo siento mucho, Aidan.
– No lo hagas. Debería haberlo sabido. Scrooge tenía razón. No puedes dejar que las personas sepan nada de ti. No puedes darte libremente a ellos, por que nunca tienen bastante. Siempre quieren más de lo que cualquier humano puede darles. Si les dejas, te succionarán el alma directamente del cuerpo. La verdadera regla de oro es si les das una pulgada, tomarán una milla.-él sacudió amargamente-. Hubo una película el año pasado en la que estuve llamada 300. Era acerca de la antígua batalla de las Termópilas…
Ella frunció el ceño cuando mencionó una referencia que ella comprendía completamente.
– ¿Dónde el Rey Leónidas y su banda de trescientos guerreros detuvieron a la armada Persa?
Él parecía sorprendido por su pregunta.
– ¿Conoces la historia?
Ella sonrió reprendiéndolo.
– Soy un dios Griego, Aidan. Por supuesto que conozco la historia.
Había una luz en sus ojos que decía que decía que todavía le costaba aceptar quien y que era ella.
– Sip… de todos modos, me llamó la atención la historia de la batalla, y al contrario que tú, no soy lo bastante afortunado par ser un testigo ocular de aquello. Cuando la ví, descubrí que fueron traicionados por un propio soldado espartano.
– Ephialtes.
Aidan asintió.
– Él quería dinero, así que por eso, vendió a sus propios compatriotas y soldados y le habló a los Persas acerca del pequeño paso de cabras que les permitiría matar a todos los hombres de Leónidas. Hombres que habían protegido su espalda en batalla. Hombre con familias que alimentar. Hombres que luchaban para proteger su propia patria y familia e hijos que él había dejado atrás igual que ellos. Una familia que sufriría bajo la ocupación persa. Pero nada de eso le importaba al codicioso y egoísta bastardo. Todo lo que quería era más y al resto del mundo que lo maldijeran. Me horroricé cuando me enteré de eso. No podía entenderlo entonces y todavía no puedo entender como alguien podría hacer tal cosa.
Desafortunadamente, ella lo entendía. Había visto a las personas hacer eso una y otra vez a lo largo de la historia.
– Simple. Siempre hay algún lametable humano que quiere lo que otras personas tienen y no quieren tener que trabajar para ganarlo.
– Exactamente, y la parte que me mata es lo lejos que están dispuestos a llegar y como se sienten tan justificados en su robo. Si hubiese aplicado la mitad del esfuerzo en ganar el dinero que gastan intentando robarlo, serían más ricos que yo.
Leta no podía estar más de acuerdo. Las personas así siempre la enfadaron.
– La familiaridad cría el desprecio. Por mantenerlos cerca, se dan cuenta que sólo eres tan humano como ellos. Ahí es cuando se asienta la locura. No pueden entender por que tú tienes más que ellos cuando eres un simple humano al igual que ellos. Entonces te odian por eso.
– Sí, ¿Pero por qué?
Leta suspiró.
– Realmente no lo sé. Los humanos son capaces de tanta creatividad y bondad al mismo tiempo que son destructivos y crueles. Es como si los de tu clase necesitaran de la adversidad para conseguir algo.
– No, no lo somos. Eso es sólo una mentira que la gente se dice a si misma para sentirse mejor acerca de toda la gente que les golpea en los dientes cuando es casi tan fácil ayudar a un hombre a levantarse como patearlo hacia el suelo. Eso es por lo que me he retirado de este mundo. No quiero tener que mirar mi espalda todo el tiempo y estoy cansado de intentar imaginarme si la lealtad que alguien profesa es real y verdadera, o sólo otra mentira que se desmoronará en el instante en el que prueben los celos.
– Yo soy incapaz de sentir celos.