– ¡Aidan!
Él se volvió con la llamada de Leta para ver a ocho Dolor viniendo hacia él.
Y además ellos parecían enfadados.
El primero lo cogió por la cintura y lo lanzó al suelo, de espaldas. Antes de que pudiera moverse, otro hizo bajar un pesado martillo sobre su cabeza. Logró bloquearlo con el brazo, pero juraría que sintió como el hueso se hacía pedazos.
Maldiciendo, Aidan intentó clonarse a si mismo, pero no podía enfocar su atención lo suficiente en la meta para lograrlo cuando ellos le golpeaban una y otra vez y todo su ser se dolía por los ataques. Eso en cuanto a no poder sentir dolor en un sueño, ¿huh? Con el cuerpo latiendo, intentó manifestar un escudo, un arma, cualquier cosa.
Pero no podía.
Él oyó más risas.
De repente, Leta estaba allí, intentando separarle de los demás. Sintió como lo cubría con su cuerpo mientras los clones de Dolor seguían golpeándole con los pesados mazos.
La tierra bajo ellos intentaba tragarlos.
– Estamos perdidos -le susurró ella al oído.
– Y una mierda -fue todo lo que pudo decir.
El cielo sobre ellos se abrió dejando caer una lluvia tan fuerte que cortaba contra su cuerpo como lacerantes agujas. Sip, no se veía nada bien para el equipo local.
Él comenzó a rodar con Leta, intentando mantenerla a un lado para que no la alcanzara más daños de Dolor. Los golpes continuaron cayendo sobre su espalda, hasta que temió que se la hubieran roto.
Él solo pensaba en protegerla, la acunó bajo él del mismo modo que ella luchaba por escudarle.
– Estate quieta, Leta, -le susurró al oído.-No te opongas a mí.
– Dolor va a matarte.
Extrañamente, eso no le importaba. No era como si tuviese algo por lo que vivir de todas maneras.
Cansado por la pelea y rendido por la soledad, colocó la cabeza contra su hombro y esperó la muerte. Pero cuando lo hizo y captó la suave esencia de su piel femenina se dio cuenta de que había olvidado algo que dejaba en este mundo que realmente le importaba. Algo por lo que valía la pena luchar.
Leta.
Su sangre alimentada por la pelea, dejó escapar un gruñido fiero y cerró los ojos. No lo derrotarían.
El último hombre en pie.
Con la mente, hizo astillas los mazos y lazó por los aires a los dioses. Se puso de pie y se volvió para enfrentarse a un solo Dolor cuyos ojos estaban ensanchados.
– Aparta el culo. -Aidan le asestó un golpe en la mandíbula que levantó al dios hasta dos pies del suelo. A cámara lenta, el dios se arqueó por los aires antes de aterrizar sobre su espalda con un sólido golpe.
Timor se lanzó contra él. La ropa de Aidan lo escudó y lo siguió al suelo con el fin de poder darle puñetazos a Timor en el pecho. Dolor se acercó por la espalda, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Leta pateó al dios de vuelta. Todavía la lluvia caía a cántaros sobre ellos mientras relampagueaba intermitentemente. Los arbustos a su alrededor comenzaron a sangrar.
Timor salpicó en el barro que los cubrió antes de levantarse de un salto y abalanzarse con furia contra Aidan y atrapándolo de un hombro. Aidan oyó la tela de la camisa desgarrándose. Saboreó la sangre de la nariz un instante antes de que ambos dioses le atacasen.
– Ponte de nuestro lado, Leta, -gruñó Dolor-. Te devolveremos tus emociones.
Ella contestó fulminándolo con una ráfaga que extrajo de algo del dolor de Aidan.
Aidan manifestó otra espada. Girando alrededor, la levantó para bajarla de golpe sobre Timor que atrapó la hoja con la mano izquierda. Él se movió para patear a Aidan. Soltando la espada, Aidan cayó a un lado y manifestando otra espada para cortar profundamente en el costado a Timor.
El dios cayó con un brillante relámpago de luz. Dolor lanzó a Leta a los brazos de Aidan un instante antes de que el dios guiara su espada a través de ella.
Aidan gritó de dolor mientras veía la sangre saliendo a raudales de su cuerpo.
– ¡Bastardo!
Dolor se rió mientras se lanzaba contra Aidan.
Pero nunca llegó a hacerlo.
Justo cuando lo hubiera alcanzado, Dolor se desvaneció. Aidan frunció el ceño mientras miraba alrededor, esperando que el dios lo atacase desde otra área.
– ¿Dolor?
No hubo respuesta, a excepción de la lluvia torrencial que salpicaba la hierba alrededor de ellos.
Olvidándose del dios por un momento y enfocando su atención en la mujer que sangraba en sus brazos, Aidan bajó a Leta al suelo. Se sentía enfermo ante la vista de la sangre de ella mezclándose con el barro.
¿Cómo pudo ocurrir?
– ¿Leta? -preguntó él, sin molestarse en cubrir la nota de miedo de su voz.
– Chis,-dijo ella, tocando sus labios-.Soy inmortal. No moriré por esto.
– Entonces, ¿por qué estás sangrando?
Ella sonrió pálidamente.
– Porque éste es tu miedo. Déjalo ir, Aidan.
Era más fácil decirlo que hacerlo.
– No sé cómo.
– Sí sabes. Recuerdas el tiempo antes de que tu hermano se volviera en contra tuya. ¿Cuál era tu miedo entonces?
Que perdiese su carrera y los estudios dejasen de llamarlo. Que los fans que pagaban por ver sus películas se volvieran contra él y ya no apareciera en taquilla. Que estuviera solo en el mundo sin nadie en quien confiar.
– Tenía miedo por la mala publicidad. De que las personas me odiaran.
– ¿Ahora?
Eso no lo había herido. Si bien el mundo había oído las mentiras, había visto a su familia ir a por su garganta, los fans se habían quedado y habían visto la verdad de él. Incluso había ganado el Premio de la Academia de ese año y había conseguido el papel principal en una de las películas más taquilleras. Una película que le había puesto en libertad de retirarse si lo hubiera deseado. Profesionalmente, a nadie le había importado las mentiras que su hermano había arrojado.
Con respecto a estar solo, había aprendido que no era tan malo. Le había enseñado a ser autosuficiente. Se había alejado de las maquinaciones de Donnie y se había hecho incluso más fuerte de lo que nunca había sido antes.
Se había vuelto valiente, con una fuerza interior y claridad que no tenía rival.
Pero no era lo mismo con Leta sangrando y herida.
– No quiero perderte, Leta.
– Entonces no lo temas. Confía en que estaré aquí contigo, siempre.
De nuevo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Pero tenía que poner fe en ella. Confiaba en ella a pesar de que una parte de sí mismo no quería tener fe en nadie más que en sí mismo.
La levantó contra de él y colocó la cabeza contra el hueco de su garganta.
– Confío en ti, Leta.
Ella levantó la mano para enterrarla profundamente en su pelo mientras lo besaba. Y con cada latido en su interior, él se sintió cada vez más fuerte.
Él rompió el beso para encontrarla sonriéndole.
– Tus miedos tienen poder. Es lo que alimenta a Dolor y Timor. No les des un poder que no merecen.
Asintiendo, echó un vistazo alrededor.
– Hablando de Timor, ¿qué le sucedió?
Ella negó con la cabeza.
– No estoy segura.
– ¿Los derrotamos?
– Me gustaría poder decir que sí, pero no lo creo.
Maldición…
– No los venciste… todavía. -Levantaron la mirada para encontrarse a Deimos de pie sobre ellos con una fría y sombría expresión.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Leta.
Él dejó escapar un cansado suspiro aunque había un indicio de diversión en los ojos.
– Entrometerse en algo que debería dejar solo pero pensé en meter la cabeza de todos modos. ¿Qué diablos? Joder a los dioses es lo que mejor se me da.
Leta frunció el ceño ante él.
– ¿Y de qué estamos hablando exactamente?
– Resumiendo, Dolor encontró un sacrificio humano en otro lado. Él está ahora en forma humana. Su altamente poco entretenido nacimiento es la razón por la que dejó de existir aquí tan abruptamente. Está en camino para matar el cuerpo de Aidan mientras su conciencia está atrapada aquí.