Meneé la cabeza ante aquel extenso cuarto, con sus cien mesas. Es cierto que las mejores ideas siempre nos llegan completas y terminadas, pero no estaba dispuesto a aceptar que provinieran de…
— Ya duele bastante fracasar cuando renunciamos a aquello en que creemos — dijo Tink —, pero más aún duele cuando las ideas en las que hemos basado la vida resultan equivocadas. — Me frunció el ceño, pura, resuelta. — ¡Por supuesto que las ideas provienen de una fundición! Y no de acero. El acero cedería.
— ¡Esto es maravilloso! — dijo Leslie, nuevamente absorta en el cristal, con el ojo pegado a la mirilla como un comandante de submarino — Escucha esto: El comercio es idea y elección expresadas. Mira en este instante a tu alrededor: todo cuanto ves y tocas fue, anteriormente, idea invisible, hasta que alguien eligió darles ser. ¡Qué pensamiento! No podemos dar dinero a un yo alternativo necesitado, en otras apariencias de tiempo y espacio, pero podemos darle ideas para que él las convierta en fortunas, si así lo quiere. ¡Ven a ver, wookie!
Me cedió su lugar ante la mirilla, mientras se volvía hacia Atkin.
— ¡Estoy estupefacta! — confesó— ¡Todo aquí es tan exacto, está tan bien pensado!
— Hacemos lo posible — dijo él, modestamente— Esta es un desafío, una idea medular; se llama Elecciones. Si una idea medular tiene fallas, tienes que detener toda la marcha de tu vida hasta que la aclaras. Nuestra misión no es deteneros, sino ayudaros a seguir adelante.
Su voz se esfumó en cuanto apliqué el ojo al visor, a tal punto capturaron mi atención los diseños interiores del cristal.
Eran, a un tiempo, extraños y familiares. Resultaba extraño que la matriz de rayos luminosos y planos iridiscentes cambiara de inmediato de color a pensamiento. Y era familiar porque yo estaba seguro de haber visto eso anteriormente, de haber observado la misma imagen tras los ojos cerrados, atacado por ideas meteóricas.
¡Cómo arrojamos redes a las ideas! pensé. En cualquier lenguaje, del árabe al zulú, de la caligrafía a la taquigrafía, de las matemáticas a la música, del arte a la piedra tallada, todo, desde la Teoría de los Campos Unificados a una maldición, desde un clavo oxidado a un satélite en órbita, todo lo expresado es una red alrededor de cierta idea.
Un esplendor violáceo me atrajo la vista. Expresé la idea en voz alta, lo mejor que pude.
— Lo malo no es lo peor que puede pasarnos. ¡Lo peor que puede pasarnos es NADA! — Consulté con Atkin. — ¿Estoy cerca?
— Palabra por palabra — confirmó él.
Nuevamente en el cristal, el violáceo se fundió en añil bajo la lente.
— Una vida fácil no nos enseña nada. Al fin de cuentas, lo que vale es el aprendizaje: lo que hemos aprendido y cómo hemos crecido.
— Así es — aprobó Atkin.
En una de las caras había una línea esmeraldina que se disparaba como una flecha a través del plano de diamante.
— Podemos tener excusas o podemos tener salud, amor, longevidad, comprensión, aventura, dinero, felicidad. Diseñamos nuestra vida mediante el poder de nuestras elecciones. Cuando más indefensos nos sentimos es cuando hemos elegido por abandono, cuando no hemos diseñado la vida con nuestras propias manos. ¡Es lo que decías a la joven Leslie!
Un tercer nivel conectaba los dos planos, como si reforzara la estructura.
— Cuando comenzamos una vida, a cada uno se le da un bloque de mármol y las herramientas necesarias para convertirla en escultura. — Flotando en sentido paralelo: — Podemos arrastrarlo tras nosotros, intacto; podemos reducirlo a grava; podemos darle una forma gloriosa. — A continuación, paralelo: — Se nos dejan a la vista ejemplos de todas las otras vidas: obras de vida terminadas y sin terminar, que nos sirven de guía o de advertencia. — Conectando la última con la primera: — Cerca del final nuestra escultura está casi terminada; entonces podemos pulir y lustrar lo que comenzamos años antes. Es entonces cuando hacemos nuestros mayores progresos, pero para eso es necesario ver más allá de las apariencias de la vejez.
Yo observaba, absorto como un picaflor hundido en la flor: caí en el silencio.
Generamos nuestro propio medio. Obtenemos exactamente lo que merecemos. ¡Cómo resentimos contra la vida que nosotros mismos nos hemos creado? ¿A quién culpar, a quién elogiar, sino a nosotros?
¡Quién puede cambiarla a voluntad, salvo nosotros? Hice girar el visor y encontré corolarios superpuestos en cada ángulo diferente.
Cualquier idea poderosa es absolutamente fascinante y absolutamente inútil hasta que decidimos utilizarla.
Por supuesto, pensé. Lo excitante de las ideas es llevarlas a la práctica. En cuanto lo probamos por cuenta propia, las botamos lejos de la costa, dejan de ser quizá sí para convertirse en audaces zambullidas en ríos blancos, tan peligrosos como exaltantes.
En cuanto me aparté de la mirilla, el bloque de cristal depositado en la mesa se convirtió en una curiosidad artística. Sentía su cálido potencial, pero perdida ya la captación de lo que representaba, del entusiasmo y la potencia a la espera de ser aplicada. Si había una idea en la mente, no existía modo de desecharla.
— …tal como las estrellas, los cometas y los planetas atraen el polvo con la gravedad — estaba diciendo Atkin a Leslie, encantado de conversar con alguien tan fascinada por su obra —, así nosotros somos centros de pensamiento que atraen ideas de todo peso y todo tamaño, desde destellos intuitivos a sistemas tan complejos que se requiere toda una vida para explorarlos. — Se volvió hacia mí. — ¿Terminaste?
Asentí. Sin siquiera despedirse, él tocó una tecla de su máquina y el cristal desapareció. El me leyó la expresión.
— No ha desaparecido — dijo — Otra dimensión.
— Ya que estáis aquí — dijo Tink — ¿hay algo que deseéis pasar a algún otro aspecto de vosotros? Parpadeé.
— ¿A qué te refieres?
— ¿Qué habéis aprendido que podéis dar a un yo diferente como base para construir? Si quisierais cambiar una vida, permitir que alguien desenvolviera un regalo mental vuestro, ¿cuál sería?
A la mente me vino una máxima:
— No hay desastre que no pueda convertirse en bendición, ni bendición que no pueda tornarse desastre.
Tink echó un vistazo a Atkin y le sonrió con orgullo.
— Qué bello pensamiento— ¿Os ha dado resultados?
— ¿Que si nos ha dado resultados? — dije— ¡Tiene la pintura gastada de tanto que lo hemos usado! Ya no juzgamos lo bueno y lo malo tan apresuradamente como antes. Nuestros desastres han sido algunas de las mejores cosas que jamas nos pasaron. Y lo que jurábamos eran bendiciones resultaron ser de lo peor.
— ¿Qué es lo mejor y qué lo peor? — preguntó Atkin, como al desgaire.
— Lo mejor nos hace felices a largo plazo; lo peor nos hace desdichados a largo plazo.
— ¿Y cuánto abarca el largo plazo?
— Años enteros. Toda una vida.
El asintió con la cabeza y no dijo más.
— ¿De dónde sacáis vuestras ideas? — preguntó Tink. Lo hizo con una sonrisa, pero percibí que, por detrás de ella, la pregunta le resultaba importantísima.
— ¿No te reirás?
— A menos que sea divertido.
— Del hada del sueño — dije— Las ideas nos vienen cuando estamos profundamente dormidos o cuando empezamos a despertar y apenas vemos algo como para escribir.
— También está el hada de las duchas — dijo Leslie —, y el hada de los paseos, y la de los viajes largos; el hada de la natación y la de la jardinería. Las mejores ideas nos llegan en los momentos menos adecuados, cuando estamos empapados, cubiertos de barro, cuando no tenemos papel o cuandoquiera resulta muy difícil anotarlas. Pero como nos son importantísimas, logramos retener una buena parte. Si alguna vez conociéramos personalmente al hada de las ideas, ese tesorito, la aplastaríamos a abrazos de tanto que la amamos.