Leslie y yo intercambiamos una mirada y nos agregamos a un rápido aplauso para él. Luego comenzó la disertante siguiente, apoyando con fuerza sus palabras contra el reloj.
— Así como las unidades de materia más pequeñas son energía pura — dijo —, así también las unidades de energía más pequeñas pueden ser pensamiento puro. Hemos hecho una serie de experimentos; estos sugieren que cuanto nos rodea puede ser, literalmente, una construcción de nuestro pensamiento. Hemos descubierto una unidad-partícula a la que hemos llamado imaión…
Nuestras libretas engordaban con páginas llenas de arrugas estilográficas. Cada señal de alarma era frustración y promesa en un mismo estallido de gorjeos. ¡Cuántas cosas a decir, cuántas a aprender! ¿Cómo podían converger tantas ideas asombrosas en un mismo lugar?
Me pregunté si todos los presentes en ese salón podíamos ser una misma persona.
Noté que Leslie me miraba y me volví para encontrarme con sus ojos.
— En verdad tenemos algo que decirles — reconoció —. ¿Podremos seguir viviendo si no lo hacemos?
Le sonreí.
— Mi querida escéptica.
— … de la diversidad surge esta notable unidad — dijo la disertante —. Con mucha frecuencia vemos que cuanto imaginamos es exactamente lo que descubrimos…
Mientras ella hablaba, me levanté para acercarme al pizarrón central, busqué la tiza y anoté en letras de imprenta, al pie de la lista, el título de lo que diríamos en nuestros quince minutos.
UNO.
Después dejé la tiza y volví a sentarme junto a mi esposa, para tomarle la mano. El día apenas comenzaba.