– Venida a ayudarme a cepillar a Cecil- le dijo. Ya estará seco y necesita que lo cepillen bien, si quiere ganar el concurso.
– Oh, Matt, como si supieran cómo cepillar a un toro…Yo os ayudaré.
– Niños…
– Quiero ir a ver la televisión-dijo entonces Henry.
William se mordió el labio inferior y no dijo nada.
– Me gustaría mucho que me ayudarais.
Nade dijo nada.
Erin volvió a la granja de mejor humor. No había nada mejor que poder hablar con una amiga, pensó al entrar en la finca. Eso, un par de metros de tela bonita, unos zapatos nuevos y un frasco de su perfume favorito, que le había regalado Shanni, era suficiente como para enfrentarse de nuevo al mundo.
Y a Charlotte.
La pareja estaba en la cocina. Erin abrió la puerta y se dio cuenta de que estaban hablando de ella, pero que, nada más verla, se callaron y Matt se mordió el labio.
Y, al parecer, no estaban diciendo nada bueno, pensó Erin. Pero, ¿cuándo había hablado Charlotte bien de ella? ¿o de alguien que tuviera menos dinero que ella?
– Hola- saludó alegremente, decidida a mantener su estado de ánimo. Tuve que venirme porque no podía comprar nada más.
– ¿Compraste todo eso con el cheque?-preguntó Charlotte con cara de incredulidad y moviendo la nariz.
Ese es el perfume que lleva Sally. Es caro. ¿ Y te has comprado un vestido en Della´s?
– Bueno, no siempre me visto con la ropa que les sobra a los demás- contestó Erin con calma, dejando los paquetes en el suelo. Hasta he tenido dinero para comprarme ropa interior de encaje- añadió maliciosamente. Porque una mujer nunca sabe…Por cierto,¿Dónde están los niños?
– Viendo la televisión-contestó Charlotte, enfadada. Apenas han hecho nada en todo el día.
– Me imagino que estarían cansados- respondió Matt, que estaba tratando de no imaginarse a Erin en ropa interior de encaje.
Pero Erin se había ido ya, dejándoles a solas.
Si Matt era tan tonto como para creer que estaba enamorado de Charlotte, entonces se merecían el uno al otro.
Los gemelos no estaban viendo la televisión.
Erin fue a su dormitorio y luego los buscó por toda la casa, pero no estaban en ninguna parte. Finalmente, volvió a la cocina.
– No están en la casa.¿Dónde pueden haberse ido?-le preguntó a Matt
– Estaban viendo la televisión-contestó él, yendo apresuradamente hacia el salón.
La televisión estaba encendida, pero, efectivamente, los gemelos no estaban allí.
Se miraron el uno al otro sin decir nada y salieron corriendo.
Erin fue al río.
Era su regla de oro; antes de nada, mirar en los sitios más peligrosos. Es decir, el río y el almacén. Así que ella se fue al río y Matt al almacén.
No estaban, pero Erin vio algo que la hizo quedarse inmóvil.
¡No!
Miro a la casa y sus temores se vieron confirmados. Vio a Matt saliendo del cobertizo donde tenían a Cecil con un gemelo de cada mano. Erin no podía ver su cara, pero imaginaa que estaría muy enfadado.
Porque en cuanto hubiera visto el cobertizo vacío, habría comprendido lo que había pasado.
La orilla del río era de arena fina, pero había una zona de barro, y era donde Cecil estaba. El animal ya no estaba encerrado, ni limpio, ni brillante, ni mucho menos preparado para el concurso. Estaba lleno de barro y haciendo lo que cualquier toro hubiera hecho.
¡Estaba asqueroso!.
7
Se merecen una buena zurra. Y si no se la das tú, lo haré yo.
Erin contó hasta diez y pensó rápidamente, decidiendo emplear la estrategia que Shanni le había sugerido durante su conversación.
Si les pones la mano encima…haré públicos los poemas que os escribíais Bradley Moore y tú cuando estabais en el instituto- dijo en voz baja.
Matt la miró asombrado y Charlotte retrocedió dando un gritito sofocado, mientras Erin abrazaba protectoramente a los dos niños.
¿Y ahora qué?, pensó rápidamente Erin. Los niños que estaban muy pálidos, sabían exactamente lo que habían hecho y miraron a Erin con gesto insolente.
Pero ella insistió unas ganas enormes de abrazarlos.
– ¿Qué demo…?- exclamó Charlotte. Nunca…
– utilizabas de intermediado a Rob McDonald- dijo Erin, consiguiendo sonreír. Y puede que Rob sea ahora sargento de policía, pero cuando tenía quince años, no era muy respetuoso.
Él copió los poemas y Shanni los encontró hace dos semanas cuando estaba limpiando la granja de sus padres.
– Eso es ridículo- consiguió decir Charlotte, totalmente vencida.
– ¡Sí!.
– ¿Te escribías poemas…con Bradley?- preguntó Matt.
Erin tuvo que contener una carcajada.
– ¿Sabéis dónde está Cecil ahora?-preguntó Erin a los chicos, más triste que enfadada. Está en el río, lleno de barro- continuó. Así que todo el trabajo que habéis hecho esta mañana con Matt no ha servido para nada.
– No nos importa- replicó William.
– Así Matt no podrá llevar a Cecil al concurso…-añadió Henry, un poco asustado, pero también desafiante…con ella.
Y ahí estaba la clave. Lo habían hecho porque querían que Matt se quedara con ellos.
Erin sabía que debía castigar a los niños, pero, ¿Cómo?. Además, no le apetecía hacerlo delante de Charlotte. La mujer parecía a punto de estallar. Quizá la amenaza de Erin no había sido tan buena idea.
– Será mejor que os vayáis a vuestra habitación-dijo, tratando de olvidarse de la rabia de Charlotte y pensar con claridad. Oh, Matt, lo siento mucho.
– No tienes por qué disculparte.
Matt seguía serio, pero en sus ojos había un destello de comprensión. Después de que los niños hubieran expuesto sus motivos, los entendía y casi le hacía gracia. Entendía por qué los niños no querían que se fuera. El no había pensado que fuera importante ausentarse dos días. Se quedarían con Erin mientras él se iba. Pero si lo pensaba desde el punto de vista de los niños, la cosa cambiaba.
Por otra parte, no sabía qué hacer. Si se quedaba en casa, ellos se saldrían con la suya. También se podía quedar trabajando hasta media noche para preparar de nuevo al animal y luego marcharse, dejando a los niños enfadados por su ausencia. Pero entonces Erin se sentiría culpable y los niños se sentirían también mal.
– Es una verdadera pena- dijo Matt, mirando a los gemelos, en vez de a Erin.
Ella les seguía teniendo agarrados de la mano y los sacudió para que lo miraran.
– No me puedo creer que hayáis hecho esto. Justo cuando había hecho las reservas.
– ¿Las reservas?
– Sí, para pasar la noche en Lassendale. Como me habíais ayudado con Cecil y como él necesita que se le cepille durante el concurso, había pensado que teníais que venir conmigo. Así que había reservado habitación para que fuéramos todos.
Erin lo miró con los ojos abiertos de par en par. ¿Sería cierto?
No, no lo era, pensó Erin. Pero era una gran idea. Los niños se pusieron muy serios.
– ¿Nos ibas a llevar contigo?- le susurró Henry a Matt.
– Sí, pero ahora da igual. El toro está asqueroso.
– No será cierto…-exclamó Charlotte.
– Calla, Charlotte- le ordenó Matt.
Con que Bradley Moore, ¿eh?, pensó Matt. Brad era un hombre soltero que vivía en una granja cercana. Estaba loco y tenía el cerebro de un mosquito. Pero Matt no quería pensar en ello en ese momento.
– Así que creo que no vamos a ir ninguno.
Erin lo miró sorprendida. A ella no se le hubiera ocurrido un castigo mejor. Incluso ella sintió una punzada de tristeza y tuvo que recordarse que solo era un truco para castigar a los niños.
– ¿Y si lo limpiamos otra vez?- preguntó Henry.-Podemos hacerlo
Matt miró su reloj. Eran las cuatro y media.
– Tengo muchas cosas que hacer.
– Si está solo, podemos agarrarlo nosotros- sugirió William. Si nos das una cuerda…