– ¿Estás diciendo que no lo es?.
Pero Charlotte no sonrió. NO estaba de humor.
– Sé que vale una fortuna, pero es solo un toro, Matt.
En ese momento llegaron Erin y los gemelos.
Charlotte, al ver que los niños se acercaban al toro, fue hacia ellos.
– Niños, dejadlo en paz. Matt tiene que llevarlo ya.
– Nosotros también queremos ir.
– Tendremos que esperar una hora o así hasta que los jueces den el veredicto.
– Esperaremos- dijo Henry.
Matt y Erin se miraron extrañados. ¿Estarían planeando algo?. Matt arqueó una ceja, interrogado en silencio a Erin y esta le hizo un gesto, asegurándole que los niños se iban a portar estupendamente.
Y así fue.
Nadie podía acercarse al toro durante el concurso. Solamente sus propietarios podían acompañarlos mientras el jurado inspeccionaba cada animal con gran meticulosidad.
La mayoría de los amigos y familiares se iba a dar una vuelta, pero los niños permanecieron observando todo desde la valla que separaba al público del jurado.
Estaban demasiado lejos para saber lo que ocurría, pero miraban en silencio, como si ellos también estuvieran siendo observados por el jurado. Y así era, en parte, porque ellos habían colaborado para que Cecil tuviera tan buen aspecto.
Cuando los jueces colocaron la cinta azul alrededor del cuello de Cecil, Erin tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse a llorar.
William sí que lloró, abrazado a ella, mientras que Henry permanecía en pie, silencioso.
– Hemos hecho un buen trabajo- dijo Erin, abrazando a William. Nosotros Y Cecil
Entonces Erin levantó la vista y vio a Matt, alejándose del jurado con Cecil. Matt había sito todo el tiempo consciente de que ellos estaban allí y era evidente lo mucho que le había alegrado el premio, y no solo por la cantidad de dinero que este suponía.
Él sabía lo mucho que los niños deseaban que ganara. Y quería la cinta para ellos y para Erin.
Matt miró a Erin y recordó el gran esfuerzo que habían hecho para llegar con Cecil hasta allí. Pero pensó que había merecido la pena. Erin estaba allí, con un gemelo a cada lado ylos ojos brillantes de felicidad.
Llevaba puesta la ropa que le había comparado Charlotte, unos vaqueros y una camisa de cuadros, y su pelo, normalmente suelto, se lo había recogido en una coleta. No llevaba maquillaje, pero su cara resplandecía de felicidad y él deseaba abrazarla…
Pero no lo hizo. Se conformó con abrazar a los niños y meterlos dentro del recinto mientras Cecil los miraba con aprobación bovina.
– Esto merece ser celebrado- se metió la mano en el bolsillo y sacó un billete que dio a Erin. Compraremos Coca-cola, patatas fritas, algodón dulce y daremos un paseo por El túnel de la muerte.
– Muchas gracias, Matt, pero,¿Podemos hacerlo justo en el orden inverso?-preguntó Erin.
– Claro. Luego los adultos brindaremos con champán- respondió, con una sonrisa que derritió el corazón de Erin.
Pero solo lo hacia por amabilidad, se dijo “No sigas por ahí”, se ordenó a sí misma. “Deja de imaginar cosas”.
– No queremos celebrarlo solos. ¿Por qué no vienes con nosotros?- le sugirió Henry, mirando a su hermano para sentirse más seguro.
– No puedo dejar a Cecil solo.
– Os diré lo que vamos a hacer- dijo Erin. ¿Por qué no vamos y compramos todo lo que queramos y venimos a compartirlo con Matt?
– Gracias, Erin- dijo Matt
– Será un placer- contestó Erin con los ojos brillantes. ¿Quieres que te compremos algo en especial?
– Me tomaría una cerveza.
– Volveremos en seguida- contestó Erin.
Y se marcharon, dejándole con Cecil.
– Es una chica estupenda- le dijo Matt a Cecil, que puso su cabezota contra el pecho de Matt y se frotó contra él como recordándole sus obligaciones.
– Tienes razón, yo ya estoy comprometido con otra mujer.
Charlotte se había ido a ver los caballos y Matt deseó que volviera para enseñarle la cinta de Cecil y compartir con ella su alegría.
O quizá no lo deseara tanto.
Tal vez lo único que le importaba fuera que Erin estuviera a punto de volver para celebrarlo con él.
– ¿Dónde vas a dormir?
Aquello se había convertido en una fiesta. Los gemelos seguían comiendo y Erin había tenido la sensatez de no llevarle solo una cerveza, sino media docena.
Estaban todos festejándolo alrededor del establo de Cecil-
Todos menos Charlotte. Ella no estaba allí, lo que era normal, pensó Matt mientras hablaba con Henry. Por eso la había elegido como esposa. Ella era muy independiente y le dejaría llevar también a él su propia vida…
Aunque era agradable estar rodeado por los niños…y por Erin.
¿Dónde vas a dormir?- le preguntó Henry. Erin dice que nosotros nos quedaremos en un hotel, pero tú no.
– Yo me tengo que quedar aquí.
– ¿Dónde?
– Matt dormirá sobre está paja calentita, al lado de Cecil y de toda esta gente estupenda y sus animales. Mientras, nosotros nos iremos a dormir en una cómoda cama de hotel.
– Nosotros queremos dormir aquí con él- dijo Henry.
– Eso- añadió William.
Erin pensó que sería divertido. Sería mejor que irse al hotel, acostar a los niños y pasar la velada con Charlotte.
– Matt nos ha reservado una habitación en un hotel muy bonito. ¡Tienen piscina y todo!
– Yo prefiero quedarme aquí. No queremos bañarnos en ninguna piscina. El río de Matt nos gusta más.
– Sí, pero no tenemos sacos, y estoy seguro de que Matt ha pagado ya la habitación.
Pero sabía que no iba a poder convencerlos. Además, ella opinaba lo mismo que los niños, aunque también sabía que quedarse a dormir con Matt allí, en el pabellón del ganado, era bastante insensato.
Por otra parte, parecía que las malas noticias viajaban a toda velocidad en las comunidades rurales.
Porque a pesar de que estaban a cientos de Kilómetros de Bay Beach, la mayoría de la gente que estaba allí sabía exactamente quienes eran Erin y los niños y estaban al tanto de lo del incendio. Así que todo el mundo era de lo más amable con ellos.
Un vaquero se acercó a Erin.
– Así que perdieron sus sacos de dormir en ese incendio,¿verdad?
Cuando ella asintió, el hombre se volvió hacia otros vaqueros que iban con él.
– Ya lo habéis oído chicos. Los chicos y esta dama quieren quedarse aquí, así que vamos a hacer una colecta para comprar todo lo que les haga falta- el hombre se quitó el sombrero y metió un billete de veinte dólares.
Lo pasó hacia el resto.
– Luego mi Bert irá al centro a comprar lo que haga falta. En cuanto a la habitación que había reservado Matt, la puede utilizar alguna familia de las que iban a quedarse aquí.
La generosidad de aquellos hombres emocionó a Erin. Y antes de que se diera cuenta, el sombrero estaba lleno de dinero.
Bert regresó media hora después con alfombrillas, sacos de dormir, mosquiteras y almohadas.
También en ese momento regresó Charlotte, que para sorpresa de Erin, estaba encantada con que se fueran a quedar a dormir allí.
– Es estupendo- le dijo a un asombrado Matt, entrelazando posesivamente su brazo con el de él. Como Erin se quedará cuidando al toro, tú podrás venirte conmigo al hotel.
Erin, a pesar de que sabía perfectamente que estaban comprometidos, se puso enferma solo de pensar que iban a pasar la noche juntos.
Y a los gemelos también parecía que les había sentado bastante mal.
– Matt va dormir con nosotros- dijo William.
Y Henry se quedó mirando a Charlotte como si fuera el ser más despreciable que hubiera visto nunca.
– William,. Matt puede irse a dormir con Charlotte si quiere- dijo Erin, a pesar de que estaba de acuerdo con los niños.
– Por supuesto que puede- aseguró Charlotte.
Pero Matt no parecía pensar lo mismo. Él ya sabía de lo que eran capaces los gemelos cuando se enfadaban. Y además, él no podía dejar a Erin cuidando de los niños y de Cecil.