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– Podemos dormir tú con un gemelo a un lado de Cecil y yo con el otro gemelo al otro lado- propuso Matt.

– Pero es que queremos dormir todos juntos- protestó William.

– Y vamos a dormir juntos- contestó Matt- Lo único que en vez de por una almohada, estaremos separados por Cecil.

– Es que Cecil es muy grande y no nos dejará dormir a los dos abrazados a Tigger- dijo Henry.

– No os preocupéis- intervino Erin. Dormiréis juntos. Ahora, poneos el pijama y meteos a los sacos… ¡Venga!

– ¿Y vosotros dónde dormiréis?- preguntó William.

– Matt y yo dormiremos al otro lado- aclaró ella. Uno mirando hacia arriba y el otro mirando hacia abajo para ocupar menos espacio. Así dormía yo con mis hermanos cuando éramos pequeños. Solo que…

Erin se quedó mirándole los pies a Matt e hizo una mueca.

– ¿Qué pasa?- preguntó Matt.

– Que después de andar todo el día junto al ganado y haber estado bailando ahora…será mejor que no te quites las botas. Si hay algo que no soporto, es dormir junto a alguien que le huelen los pies.

Pero ese no fue el mayor problema, sino la falta de espacio. Además, como él le había dejado a ella el lado de la valla, a él le tocaba dormir pegado a Cecil.

Sin embargo, al otro lado, los gemelos tenían espacio más que de sobra. Ambos se habían quedado dormidos, abrazados a Tigger.

Erin trató de dormirse, a pesar de que era consciente de los cerca que estaba Matt.

De pronto, él la llamó.

– ¿Erin?-

– ¿Sí?

Casi todo el mundo se había acostado ya y el pabellón estaba en silencio.

– Cecil está rumiando.

– Bueno, es normal. Es un toro, ¿no?

– Pero es que lo está haciendo al lado de mi oído.

– Pues entonces quítale la comida.

– Es que no está rumiando su comida- aseguró Matt con cierta desesperación. Me parece que está rumiando lo que comió ayer. O por el olor, quizá sea lo de antes de ayer.

– ¿Estás insinuando que a nuestro campeón le huele en aliento?

– Me temo que sí- dijo él en voz demasiado alta, de manera que le chistaron al menos desde seis establos distintos. Y encima me está lamiendo la cara.

– Eso es que te quiere mucho.

– Estupendo.

– ¿Quieres que nos cambiemos de sitio y que me ponga yo junto a Cecil?

– Lo único que pasará entonces será que se echará sobre tus pies para seguir lamiéndome la cara.

– ¿y entonces?

– Pues que voy a darme la vuelta.

Y así lo hizo. Se dio la vuelta y bajó hasta ponerse al mismo nivel que ella. Como además son había espacio para poner dos almohadas, tuvieron que compartir la que estaba usando Erin.

Pero entonces Matt pensó que quizá no hubiera sido tan buena idea. Porque la intimidad que había ido creciendo entre ellos durante la noche se hizo más intensa que nunca.

Ella también debió sentir aquella intimidad, porque, de pronto, subió la cremallera de su saco hasta la barbilla.

– Oye, no creas que estoy tratando de seducirte- bromeó Matt al darse cuenta del gesto de ella, y tratando de quitarle importancia a la situación.

Pero eso sí, si tuviera que elegir entre que me besara Cecil y que lo hicieras tú…

– ¿Prefieres que te beso yo?- al igual que Matt, Erin trató de tomárselo a broma.

Pero cuando, riéndose, se dio la vuelta y se puso de frente a él, descubrió que había cometido un error. La distancia entre ellos era mínima.

Y Matt no podía dejar de mirar los labios de ella.

– Matt, te agradezco mucho todo lo que estás haciendo por los chicos- comentó Erin.

– Espero que Cecil no lo estropee, aplastándolos al darse la vuelta.

Ambos se echaron a reír y Matt no pudo evitar pensar en lo a gusto que estaba con Erin. Mucho más a gusto que con Charlotte. Aunque aquello era ridículo, ya que él solo aspiraba a llevar una vida sencilla y ordenada. Por eso Charlotte era la esposa ideal para él. El trabajaría en la granja mientras ella llevaba la casa y organizaba su vida social.

Eso era a lo que estaba acostumbrado desde pequeño. Así habían vivido sus padres. Y así deseaba vivir él.

Hasta que conoció a aquella mujer que estaba tumbada a su lado. Pero sabía que Erin le causaría problemas. Porque nunca se separaría de los gemelos.

Con Erin, además, la casa y la granja dejarían de ser mundos separados. Al lado de aquella mujer, tendría que acostumbrarse a ver niños y animales juntos por todas partes.

Aunque al ver la preciosas nariz que estaba a pocos centímetros de la suya, solo podía pensar en lo mucho que le apetecía besarla.

– ¿Vas a dejar de mirarme de una vez como si estuvieras hipnotizado?- preguntó ella, burlándose.

¿Sabría ella lo que estaba pensando?

– Matt McKay, eres un hombre muy guapo, pero te recuerdo que estás comprometido. Así que tomaré tu modo de mirarme como un cumplido, pero lo único que quiero de ti es que me dejes suficiente espacio para seguir durmiendo.

– Oye, que yo tampoco quiero que ocurra nada.

– Muy bien. Pues a dormir- dijo ella, dándose la vuelta.

Él también se dio la vuelta, pero en seguida se dio cuenta de que estaba a un palmo del trasero de Cecil.

Y por si fuera poco, el trasero de ella estaba tocándolo el de él. Así que lo de dormirse iba a ser tarea imposible.

¿Y Erin?. Ella tampoco conseguía conciliar el sueño, teniéndolo a él tan cerca-.

“¡Pero si a mí no me gusta Matt”, se dijo.

Pero lo cierto era que nunca había dormido al lado de un hombre tan increíble como él. Lo que tampoco era decir mucho. Porque los hombres no solían acercarse demasiado a ella, ya que sabían lo mucho que le gustaban los niños. Comprometerse con ella, supondría estar siempre rodeados de chavales.

Pero en cualquier caso, Matt era un hombre maravilloso. Y encantador. Tan encantador, que se daría la vuelta y le…

“¡Basta!”, si dijo. “A dormir”.

9

Cuando Erin se despertó a la mañana siguiente, notó que el pabellón estaba ya en plena actividad. De hecho, lo primero que vio al abrir los ojos fue que los gemelos estaban cepillando otra vez a Cecil bajo la atenta mirada de Matt.

– Bueno, parece que la bella durmiente se ha despertado al fin- dijo Matt, volviéndose hacia ella. Buenos días, señorita Douglas.

– Buenos días- contestó ella, frotándose los ojos e incorporándose.

Luego trató de subirse el saco hasta el cuello, pero que el camisón que llevaba no era muy decente.

– Toma,. Ponte esto- le dijo Matt, tirándole un impermeable. El baño está por ahí, pero será mejor que te des prisa si no quieres perderte el desayuno.

– ¿El desayuno?- preguntó ella, todavía adormilada.

– Crepes- dijo él, señalando hacia una barbacoa que había en el otro extremo del pabellón. Por cortesía del club de Mujeres Ganaderas.

El desayuno estaba delicioso. Había filete y salchichas para los más tragones y crepes con miel para los más delicados.

Y mientras Erin pertenecía al último grupo, Matt pertenecía al primero.

– Por Dios, Matt, no tienes ninguna sensibilidad -dijo ella, fijándose en el filete que se estaba comiendo bajo la atenta mirada de Cecil.

– Él no temirnará convertido en filetes.

– Pero sus primos sí.

Los gemelos se habían inclinado también por los crepes y Matt les había llamado debiluchos. Pero ellos se habían echado a reír conscientes de que estaba bromeando.

A Erin le encantaba cómo trataba él a los niños y se daba cuenta de que corría el riesgo de acabar enamorándose. Eso si no se había enarmonado ya. Pero por otra parte, sabía que Matt no era un hombre para ella.

Después del desayuno, todo el mundo se preparó para asistir al desfile. Los dueños se encargaron e que todos los animales tuvieran un aspecto impecable. Pero el más espectacular de todos era Cecil. Aunque Erin pensó que quizá no estaba siendo del todo imparcial al pensar aquello.