– Me duele- terminó Matt, como me imagino que te dolerá a ti la tuya. Pero este libro tiene muchas ilustraciones y solo vamos a tener que mirarlas- los niños lo observaban nerviosos desde la cama y él les sonrió cariñosamente. ¿Os parece bien?. Es un poco injusto que nosotros estemos ya duchados y Erin no.
Los niños se lo pensaron en silencio y luego asintieron a la vez…
– Muy bien- la sonrisa de Matt se hizo más amplia y se sentó al lado de Erin.
– No sé tú, pero yo estoy totalmente agotado y, cuanto antes los dejemos dormidos, antes podremos irnos a la cama nosotros también.
Era cierto.¿Entonces pro qué sus palabras la hicieron enrojecer?. Se levantó y fue al cuarto de baño. ¿Por qué seguiría teniendo ganas de llorar?.
Cuando terminó de ducharse, los gemelos estaban profundamente dormidos. Envuelta en una de las enormes toallas de Louise, Erin los observó y pensó que para despertarlos haría falta otra bomba. Ella también estaba cansada.
Matt le había dicho que se encontrarían en la cocina, pero no podía ir solo con una toalla. Y tampoco podía ponerse su ropa, porque estaba muy sucia, así que se puso una bata que encontró entre las bolsas que le habían dado y fue a reunirse con él.
La casa era enorme. Debía tener seis o siete habitaciones, pensó mientras andaba descalza por el pasillo. Antes de llegar a la cocina, Matt salió de repente y ella dio un respingo.
– ¡No soy un fantasma, tranquila!- le puso la mano en los hombros para tranquilizarla. Se te ve cansada.
– Tú también debes estarlo- Matt tenía los ojos rojos todavía y la herida de la frente se le había hinchado. De hecho, tienes mucho peor aspecto que yo.
– Tengo que admitir que es cierto- sonrió y la miró de arriba abajo. ¿Qué haces con una bata que parece diseñada para mi abuela?.
Erin soltó una carcajada. La bata era enorme y por detrás se le formaba una especie de cola.
– ¡Claro, pero si has debido de perder toda la ropa!. Y así había sido. Erin no había tenido tiempo de sacar nada y la mayoría de sus pertenencias se habían quedado en el edificio en ruinas. Sin embargo…
– Solo eran cosas y las cosas pueden sustituirse.
– Eres una mujer muy valiente.
– No, nunca he tenido tanto miedo en mi vida como esta noche. Pensé que iba a perderlos.
– ¿A los niños?.
– Sí.
Iban caminado hacia la cocina, y al llegar a ella se relajó. A diferencia del resto de la casa, esta sí tenía un aspecto acogedor y hogareño. El suelo y el mobiliario eran de madera antigua e incluso había un sofá mullido en el que daban ganas de hundirse. También había un perro, un collie, que la miró al entrar.
Movió su cola perezosamente y luego se tumbó en el suelo para seguir durmiendo.
Aquello era un hogar, pensó Erin. Un verdadero hogar.
¡Maldita fuera, otra vez le habían entrado ganas de llorar!. Y el miedo le había quitado toas las fuerzas.
Necesitaba irse a la cama, pero…
– Te he preparado chocolate caliente y un coñac- le dijo Matt. Ya sé que les dije a los niños que tomaríamos leche caliente, pero necesitamos algo más fuerte. Incluso me he tomado una tostada. ¿Te apetece comer algo?. ¿No?. Pues entonces tómate el chocolate y vete a dormir.
Matt se volvió para servir las tazas.
– Los quieres mucho, ¿verdad?- le preguntó, de espaldas a ella.
– ¿A quién?.
– A los gemelos.
Cuando Matt terminó, se volvió y le hizo un gesto para que se sentara. Erin obedeció y agarró la taza entre las manos para que su calor le diera energía. Luego pensó en los gemelos.
.-Me gustan mucho.
– Ya sé que trabajas para el orfanato, pero supongo que no tienes por qué encariñarte con los niños a los que cuidas.
– ¿Te refieres a que me dé igual si salen ardiendo?.
– No quiero decir eso. Me refiero a que estos niños, en concreto, son diferentes para ti. ¿no?.
– Eso creo.
– ¿Por qué?.
Eso era algo difícil de contestar. Pensó en ello y le dio una respuesta fácil.
– Probablemente es porque han estado conmigo más que el resto. En general, los niños no suelen estar mucho tiempo en el orfanato. En cuanto encontramos a una pareja que quiera adoptarlos, se los llevan. Antes, en los orfanatos, había muchos niños. Ahora no.
Nos los traen solo para cortos periodos de tiempo, como Tess y Michael, o el bebé que Lori se ha llevado. Esa niña solo estará en el orfanato mientras su madre se decide si va a quedársela o a darla en adopción.
¿y los gemelos?
– Ese es el problema. No encontramos a nadie que los quiera.
– ¿Por qué no?
– No lo sé.
– Mentirosa.
Erin se encogió de hombros y esbozó una sonrisa triste.
– No, no soy una mentirosa y me parece difícil contesta. Son unos niños adorables, solo que algo complicados de tratar. Cansan a la gente ¿Entiendes?.
– No, no entiendo.
– Pues lo entenderás en seguida- dio un suspiro. Son el fruto de uan noche de borrachera. Su madre no recuerda quién fue el padre y tiene otros siete hijos a los que cuidar. Para serte sincera, los gemelos alcanzaron el nivel de inteligencia de la madre con tres años. Fuera quien fuera su padre, era alguien muy inteligente, porque ellos también lo son.
Pero eso da igual, el caso es que la madre no puede manejarlos.
No quiere quedárselos bajo ningún concepto y nos los dio a nosotros en adopción. Desgraciadamente, eran ya mayores para entender lo que pasaba.
– ¿Por eso son tan revoltosos?.
– Solo con quien se sienten amenazados. Pero siempre creen que van a ser rechazados. No se quieren encariñar con nadie porque saben que durará poco tiempo.
Erin se había relajado tanto con el chocolate y la amabilidad de aquel hombre, que se le cerraban los ojos.
– Vete a dormir- le sugirió él, quitándole la taza antes de que se le cayera. Encontrarás cepillos de dientes y todo los que necesites en el cuarto de baño
– Ya lo he visto- afirmó, sonriendo. Tu madre debió ser la mejor anfitriona del distrito…y tú estás a su altura.
– No me dejan- respondió Matt, sonriendo. Su sonrisa conmovió profundamente a Erin. Charlotte ha contratado a la eficaz señor Gregory para que cuide de la casa y ella vigila que todo esté en orden.
– Ah.
– No te preocupes. Estoy seguro de que tú, yo, los gemelos y la señora Gregory nos vamos a entender bien.
¿Y Charlotte?, deseó decir Erin, pero no lo dijo.
En lugar de ello, miró a Matt y notó su cara de preocupación.
– La doctora Emily dijo que tenía que cuidarte esta noche. Te desmayaste.
– Es cierto, pero no quiero que estés toda la noche despierta por mí- aseguró el. Gracias, de todos modos. Si prometo no morirme esta noche, ¿Tú me prometes irte a dormir y dejar las preocupaciones para mañana?
Esas malditas lágrimas…
Erin parpadeó y se contuvo una vez más.
De acuerdo. Humm…¿Te has puesto algo en la quemadura?- preguntó, pensando en que Charlotte la mataría si se le infectaba.
– Sí, está limpia y desinfectada. Así que podemos irnos a la cama con la conciencia tranquila. Buenas noches, Erin.
– Buenas noches, Matt. Y…gracias.
Matt, al verla tan cansada, tan perdida y tan asustada, sin pensar lo que hacía se inclinó y le dio un beso en la frente.
– Ha sido un placer. Y ahora deja de pensar en los gemelos, en quemaduras, en incendios y en problemas. Piensa solo en ti por una vez y duerme.
Y eso hizo ella, ya que él no le había dejado más alternativa.
3
Dónde estamos?
Erin había planeado despertarse temprano, pero finalmente la venció el agotamiento y fueron los gemelos quienes la despertaron, subiéndose a su cama, ya entrada la mañana.
– ¿De verdad se quemó el hogar?. ¿Y nos trajeron en un coche de policía?
– Sí, se quemó y también es cierto que vinimos en un coche de policía hasta la granja del señor McKay- contestó ella, abrazándoos y dejando que se metieran bajo las mantas. Erin llevaba una camiseta ancha y ellos, con los extraños pijamas que llevaban, tenían un aspecto tan raro como ella. Parecían una especie de objetos de bazar. Pero a Erin no le importaba. Estaban a salvo.