– ¿Qué te estás inventando? -dijo Robert, riendo al oírlo.
No tenía ni idea de qué estaba hablando John. Eric se puso serio inmediatamente. Le había estado contando a Robert lo que pasaba entre Diana y él. Esa era la razón de que Gwen no hubiera ido a navegar con ellos, para que pudieran hablar, y fue evidentemente cosa del destino que no se marchara con ellos. Si lo hubiera hecho, al volver habrían encontrado a John muerto en la cocina.
– Lo digo en serio -insistió John, mirando agradecido a Gwen y, a continuación, lo explicó todo.
Los dos hombres se quedaron impresionados por lo que había estado a punto de suceder.
– He guardado la salchicha para enseñártela -dijo Gwen y le dio el trapo de cocina a Eric para que la viera.
Eric se horrorizó al verla y, luego, volvió a mirar a John.
– Tiene el tamaño justo para bloquearte la tráquea y matarte. -Luego se dirigió a Gwen y le agradeció su presencia de ánimo y su persistencia-. ¿Qué tal si la próxima vez comes bocados más pequeños? -le dijo a John y fue a buscar el estetoscopio que había traído para comprobar cómo estaba.
La presión sanguínea y el corazón de John parecían estar bien y, para demostrarlo, este encendió un cigarro, justo en el momento en que Pascale y Diana llegaban de vuelta del mercado. John todavía llevaba puesto el brazal del aparato para tomar la presión cuando encendió el puro. Pascale se quedó contemplando, confusa, la escena de la cocina, mirando alternativamente a Eric y a John.
– ¿A qué clase de juegos habéis estado jugando? -dijo regañándolos.
– Gwen se ofreció a quitarse la parte de arriba del biquini y Eric estaba comprobando de qué manera me afectaba -dijo John, con una amplia sonrisa.
Gwen protestó y Pascale cabeceó con desaprobación.
– Muy bonito -dijo, dejando los cestos-. ¿Ha pasado algo? -preguntó a continuación, al ver las caras serias de los demás.
– Se atragantó con un trozo de salchicha -dijo Eric, con sencillez-, y por muy poco no lo cuenta. Gwen le hizo el Heimlich y lo salvó. En pocas palabras, eso es todo. -Para recalcarle la gravedad de lo sucedido y el acto de heroísmo de Gwen, añadió-: Estaba inconsciente cuando lo encontró.
– Mon Dieu, pero ¿cómo sucedió? -Parecía aterrada; miraba a John y, agradecida, a Gwen. Luego abrazó a su marido-. ¿Estás bien? ¿Qué estabas haciendo?
– Hablando, fumando y comiendo. Gwen es una buena chica. De no ser por ella, habría estado bien jodido, de forma permanente.
Pascale pudo ver en sus ojos, más allá de la exageración, que se había asustado de verdad. Se acercó a Gwen y la abrazó.
– Gracias… No se qué decir… gracias.
Pascale no pudo decir nada más debido a la emoción. Gwen la abrazó a su vez, pensando que se alegraba de haber estado allí. Habían tenido suerte.
– ¿Cuándo almorzamos? -dijo John con una sonrisa de oreja a oreja.
Pascale puso los ojos en blanco y gimió.
– He comprado boudin noir en el mercado, pero nada de embutido para ti. Voy a darte preparados para bebé hasta que aprendas a comer.
John no le replicó; le rodeó los hombros con un brazo y la besó. Era como si se le hubiera concedido el don de la vida, de forma inesperada y, quizá, inmerecida, pero estaba agradecido por ello.
El grupo se mostró animado durante el almuerzo y todos estaban de buen humor, incluso Eric y Diana. Era como si la mano del destino los hubiera salvado a todos de otro desastre. John parecía particularmente feliz. Más tarde, él y Pascale se fueron a su habitación a dormir la siesta y Eric le pidió a Diana que fuera a dar un paseo con él, con lo cual Robert y Gwen se quedaron solos. Salieron afuera y se tumbaron en el pequeño muelle, empapándose de sol.
Gwen le contó todo lo que había pasado con John y él, meneando la cabeza, escuchaba; recordaba la noche en que había encontrado a Anne y volvía a vivir aquella pesadilla, sin decir nada.
– John ha tenido una suerte de todos los diablos de que lo encontraras.
– Me alegro de haberlo hecho -dijo ella suavemente, todavía un poco asustada por todo lo que había pasado.
Robert la miró con una ternura sorprendente.
– Me alegro de haberte conocido, Gwen. No estoy seguro de estar preparado para ti ni de merecerte. Pero lo que siento por ti es muy fuerte. -Era una manera tímida de decirle que se estaba enamorando de ella, pero ella también se estaba enamorando de él y estar allí, juntos, en el sur de Francia, con sus amigos, los estaba acercando todavía más-. La vida es extraña, ¿no? Nunca se me había ocurrido que pudiera perder a Anne. Siempre había pensado que ella me sobreviviría. Nunca me pasó siquiera por la cabeza que habría alguien más en mi vida. Eric me ha estado contando que entre él y Diana están pasando cosas muy tristes. Justo cuando piensas que tienes algo seguro entre las manos, todo se rompe en pedazos y tienes que volver a empezar desde cero. Luego, cuando piensas que tu vida se ha acabado, empieza de nuevo y tienes otra oportunidad. Quizá sea eso lo que hace que la vida valga la pena.
– Yo tampoco pensé nunca que volvería a encontrar a alguien tan importante para mí -coincidió Gwen-. Pensaba que había cometido demasiados errores y que había jugado ya todas mis cartas. Pero quizá no es así -dijo con dulzura, mirándolo.
Permanecieron sentados, juntos, durante mucho rato, mirando el mar y contemplando tanto su pasado como su futuro.
– Te quiero, Gwen -dijo él, volviéndose a mirarla-. No puedo creer que yo sea lo adecuado para ti. Soy demasiado viejo y nuestras vidas son muy diferentes. Pero, ¿quién sabe?, puede que esto sea lo mejor que nos haya pasado nunca a los dos. -Sonrió sosegadamente y la rodeó con el brazo-. Vamos a esperar y ver qué pasa.
– Yo también te quiero -susurró ella, mirándolo.
Entonces él la besó. El sol brillaba intensamente sobre Saint-Tropez.
Capítulo11
Desde el momento en que Gwen salvó a John de ahogarse, las actitudes de todos hacia ella parecieron cambiar sutilmente. No fue algo inmediato ni manifiesto, sino más gradual, pero palpable; todos hacían pequeños gestos dirigidos a ella. La siguiente vez que Diana y Pascale fueron al mercado, le pidieron que las acompañara. Al principio, se mostraban reservadas, pero luego empezaron a abrirse y charlar con más naturalidad. Gwen llevaba las bolsas de la compra con ellas, preparaba el desayuno para todos y, por la noche, recogía la cocina en lugar de Pascale. Una noche, cuando Pascale se puso enferma, Gwen preparó la cena para todos y una sopa de pollo para Pascale. Había comido almejas en mal estado en el puerto y había vomitado violentamente. Varios días después, seguía sintiéndose enferma.
Se sentía tan mal que Eric temió que hubiera contraído salmonella o hepatitis y quería que fuera a ver a un médico y que le hicieran un análisis de sangre, pero Pascale insistió en que estaba bien y se quedó en cama unos días.
Cuando la primera semana de la estancia de Gwen allí tocaba a su fin, Diana ya hablaba abiertamente delante de ella e incluso había reconocido la reciente relación amorosa de Eric. Al principio, Gwen no dijo nada, pero luego no pudo contenerse más.
– Mira, Diana, sé que no tengo ningún derecho a decirte esto y tampoco sé qué deberías hacer, pero mi marido tuvo una relación cuando estábamos casados y yo lo dejé el mismo día en que me enteré. Lo eché a la calle, cerré la puerta y nunca volví a hablar con él. Pedí el divorcio. Llevábamos nueve años casados y creo que, en cierto modo, lo obligué a casarse con la otra mujer. No estoy segura de que lo hubiera hecho si yo no lo hubiera abandonado. No sé qué pasó después de eso ni por qué hizo lo que hizo. Nunca contesté a sus llamadas ni volví a verlo. Se suicidó seis meses después de volver a casarse y, más tarde, ella dijo que él nunca había dejado de quererme. Lo más estúpido, lo verdaderamente pecaminoso y terrible es que yo seguía enamorada de él. No estoy diciendo que Eric fuera a hacer nunca algo así, lo que estoy diciendo es que arruiné mi matrimonio, lo tiré a la basura. En aquel momento, pensé que nunca podría perdonarlo. Además, ella era mi mejor amiga. Pero ahora sé que cometí un terrible error y desearía no haberlo hecho. Espero que seas más inteligente que yo -dijo Gwen con lágrimas en los ojos, mientras Diana la escuchaba atentamente, conmovida por lo que estaba oyendo-. Es justo sentirse herida y furiosa, pero no lo tires todo por la borda.