Valentine debe haber muerto, pensó Hissune, desalentado.
—Acompáñame —dijo, y continuó subiendo furiosamente los escalones.
Junto a la entrada del salón de reuniones presenció una escena de manicomio: treinta o cuarenta caballeros y príncipes menores con sus ayudantes iban de un lado a otro confusamente, e iban llegando más sin interrupción. Al ver a Hissune se hicieron a un lado de inmediato, abriéndole un camino que el joven príncipe recorrió como un barco de vela que navega imperiosamente por un mar repleto de algas de dragón. Tras dejar en la puerta a Alsimir y ordenarle que recabara cualquier información que pudieran tener los presentes, entró en el salón.
Stasilaine y Divvis ocupaban la presidencia: el segundo desolado y triste, el primero sombrío, pálido y deprimido de modo poco habitual en él, con los hombros caídos y pasándose nerviosamente una mano por las tupidas greñas de su cabello.
Alrededor de los anteriores se hallaba casi la totalidad de los grandes señores: Mirigant, Elzandir, Manganot, Cantalis, el duque de Halanx, Nimian de Dundilmir y cinco o seis más, entre ellos uno al que Hissune sólo había visto una vez, el anciano y arrugado príncipe Ghizmaile, nieto del Pontífice Ossier, predecesor de Tyeveras en el Laberinto. Todos los ojos se volvieron hacia Hissune cuando éste hizo su aparición, y el joven quedó traspasado por las miradas de aquellos hombres, de los cuales el más joven tenía diez o quince años más que él, que además habían pasado la vida entera en los recónditos pasillos del poder. Le miraron como si tan sólo él tuviera la respuesta que precisaban para resolver un problema terrible y desconcertante.
—Mis señores —dijo Hissune.
Divvis, muy serio, deslizó una larga hoja de papel por la mesa en dirección a Hissune.
—Lee esto —murmuró—. A no ser que ya lo sepas.
—Lo único que sé es que hay un mensaje de Tunigorn.
—Pues léelo.
Para irritación del joven, sus manos temblaron cuando las extendió hacia el mensaje. Tiró sus dedos con furia como si se hubieran rebelado contra él y los obligó a estabilizarse.
Grupos de palabras brincaron del papel hacia él.
…Valentine ha ido a Piurifayne para suplicar el perdón de la Danipiur…
…descubierto un espía metamorfo que viajaba con el séquito de la Corona…
…el interrogatorio del espía demuestra que los mismos metamorfos provocaron y propagaron las plagas que azotan los cultivos…
…una gran tormenta de arena… Elidath fallecido junto con muchos más… la Corona ha desaparecido en Piurifayne…
…Elidath fallecido… …la Corona ha desaparecido en Piurifayne…
…un espía en el séquito de la Corona…
…los mismos metamorfos provocaron las plagas…; …la Corona ha desaparecido… …Elidath fallecido… ? …la Corona ha desaparecido…
…la Corona ha desaparecido… …la Corona ha desaparecido… Hissune alzó los ojos, atónito.
—¿Qué seguridad hay de que el mensaje es auténtico?
—No puede haber duda —dijo Stasilaine—. Llegó por los canales secretos de transmisión. Los códigos eran correctos. La sintaxis es ciertamente la de Tunigorn, yo mismo lo garantizo. Puedes creerlo, Hissune: el mensaje es totalmente genuino.
—En ese caso no nos enfrentamos solamente a una catástrofe, son tres o cuatro —dijo Hissune.
—Eso parece —intervino Divvis—. ¿Qué piensas de esto, Hissune?
El aludido miró lenta y recelosamente al hijo de lord Voriax. No parecía haber tono de burla en la pregunta. Hissune creía que la envidia y el desprecio de Divvis habían menguado en parte durante los meses de trabajo conjunto en el consejo de regencia, que Divvis respetaba por fin sus aptitudes. Sin embargo ésta era la primera vez en la que Divvis llegaba tan lejos, mostrando lo que aparentaban ser deseos sinceros por conocer el punto de vista del joven… y además con otros grandes señores delante.
—El primer detalle a tener en cuenta es que no sufrimos meramente una calamidad natural de grandes proporciones, además hay una insurrección. Tunigorn explica que el metamorfo Y-Uulisaan confesó, sometido a interrogatorio por Deliamber y Tisana, que la responsabilidad de las plagas incumbe a los metamorfos. Creo que podemos confiar en los métodos de Deliamber y todos sabemos que Tisana es capaz de escudriñar el alma, incluso un alma metamorfa. De modo que la situación es precisamente la que oí expresar a Sleet ante la Corona, cuando se hallaban en el Laberinto al principio del gran desfile… y que la Corona se negó a aceptar: los cambiaspectos nos han declarado la guerra.
—Sin embargo —objetó Divvis—, Tunigorn nos dice también que la respuesta de la Corona ha sido arrastrarse hacia Piurifayne a fin de ofrecer sus reales excusas a la Danipiur por la dureza con que hemos tratado a los súbditos de ésta a lo largo de los tiempos. Todos somos perfectamente sabedores de que Valentine se considera hombre de paz: la amabilidad con la que trató a los que le destronaron hace tiempo nos lo demuestra. Es un rasgo noble. Pero acabo de exponer esta tarde, Hissune, que lo hecho ahora por Valentine sale del terreno del pacifismo y entra en el de la locura. Afirmo que la Corona, suponiendo que viva, ha enloquecido. Tenemos por tanto un Pontífice lunático y una Corona lunática y mientras tanto un enemigo implacable nos aferra la garganta. ¿Qué opinas tú, Hissune?
—Que eso es interpretar mal los hechos explicados por Tunigorn.
Hubo un centelleo de sorpresa y algo parecido a cólera en los ojos de Divvis. Pero su voz sonó rígidamente dominada cuando contestó.
—Ah, ¿eso crees?
Hissune dio unas palmaditas a la hoja de papel.
—Tunigorn dice que la Corona ha entrado en Piurifayne y que han descubierto y obligado a confesar a un espía. En ninguna parte veo que afirme que lord Valentine fue a Piurifayne después de escuchar la confesión del espía. Creo poder argumentar que la verdad es diametralmente opuesta: lord Valentine decidió emprender una misión conciliatoria, decisión cuya sensatez es obvio que podríamos debatir, pero que responde perfectamente al carácter de la Corona. Y mientras él iniciaba esa tarea surgió la otra información. Tal vez la tormenta imposibilitó que Tunigorn se comunicara con la Corona, aunque puede pensarse que Deliamber habría debido encontrar algún medio de hacerlo. —Tras dirigir la mirada a la enorme bola del mundo de la pared opuesta, Hissune agregó—: En cualquier caso, ¿qué información tenemos sobre el paradero actual de la Corona?
—Ninguna —murmuró Stasilaine. Los ojos de Hissune se desorbitaron. La brillante luz roja indicativa de los movimientos de lord Valentine se había apagado.
—La luz está apagada —dijo Hissune—. ¿Qué significa eso? ¿Que ha muerto?
—Es posible —repuso Stasilaine—. O simplemente que Valentine ha perdido o tiene averiado el transmisor que lleva encima para indicar su posición.
Asintió.
—Y hubo una tormenta fuerte, que causó numerosas bajas. Aunque no queda claro en el mensaje, es fácil creer que también lord Valentine fue sorprendido por la tormenta camino de Piurifayne, que seguramente entró allí procedente de Gihorna y dejó allí a Tunigorn y los demás…
—Y pereció en la tormenta o perdió el transmisor. Imposible saberlo —dijo Divvis.
—Confiemos en que el Divino haya protegido la vida del joven Valentine —declaró de improviso el envejecido príncipe Ghizmaile, en un tono tan marchito y reseco que difícilmente parecía provenir de un ser vivo—. Pero hay un problema que resolver tanto si vive como si ha muerto, y ese problema es la elección de otro monarca.