—Pensaba que esos conocimientos habían desaparecido de Majipur hace miles de años —dijo Aximaan.
—Lord Valentine ha estimulado el renacimiento del interés por las ciencias antiguas.
—¿Lord Valentine?
—La Corona, sí —repuso Caliman Hayn.
—¡Ah, la Corona!
Aximaan desvió la mirada. ¿Valentine? ¿Valentine? Ella habría jurado que el nombre de la Corona era Voriax… Pero un instante después recordó que Voriax había muerto. Sí, y un tal lord Valentine lo había sustituido, eso había oído ella, y mientras seguía pensando recordó también que algo extraño le había ocurrido a ese Valentine… ¿Era el hombre cuyo cuerpo había sido cambiado por el de otro humano? Seguramente, debía ser él. Pero personas como la Corona importaban muy poco a Aximaan Threysz, que desde hacía veinte o treinta años no había salido del valle de Prestimion y para la que el Monte del Castillo y la Corona eran cosas tan remotas que bien podían ser mitos. Lo que importaba a la metamorfa era el cultivo de arroz y lusavándula.
Los laboratorios botánicos del imperio, le explicó Caliman Hayn, habían producido una clon mejorada de lusavándula que precisaba estudio práctico en condiciones normales de cultivo. Invitó a la metamorfa a colaborar en la investigación… y como compensación él se comprometía a no ofrecer la planta a ningún otro campesino del Valle de Prestimion hasta que Aximaan hubiera tenido oportunidad de probarla en todos sus campos.
La oferta fue irresistible. Aximaan recibió del delegado un paquete de semillas de lusavándula asombrosamente grandes, simientes lustrosas tan enormes como los ojos de un skandar, y las plantó en un rincón apartado de sus tierras en el que era imposible la polinización cruzada con las lusavándulas normales. Las semillas produjeron brotes rápidamente y de ellos surgieron plantas que diferían de la especie normal tan sólo por sus tallos, de grosor dos o tres veces superior al habitual. Pero cuando florecieron, las encrespadas floraciones purpurinas eran enormes, tan anchas como platos, y de las flores brotaron vainas de longitud pasmosa que, en el momento de la cosecha, contenían grandes cantidades de semillas gigantes. Aximaan Threysz sintió la tentación de usarlas para la siembra de otoño y cubrir todas sus tierras con la nueva especie de lusavándula con el propósito de obtener una cosecha superabundante el próximo invierno. Pero no podía hacer tal cosa, ya que se había comprometido a entregar gran parte de las semillas gigantes a Caliman Hayn para que las sometiera a estudio en los laboratorios de Mazadone. El delegado le dejó cantidad suficiente para plantar la quinta parte de sus tierras. Esa estación, sin embargo, Aximaan recibió instrucciones para mezclar las plantas gigantes con la normales a fin de provocar el cruce. Los técnicos pensaban que las características de las primeras serían las dominantes, aunque el punto jamás había sido comprobado a tan gran escala.
A pesar de que Aximaan prohibió a su familia comentar el experimento en el valle de Prestimion, fue imposible impedir que los demás campesinos tuvieran noticia del mismo. Difícilmente podían ocultarse las plantas de segunda generación con gruesos tallos que brotaban por todos los rincones de la plantación y, de un modo u otro, la noticia de lo que estaba haciendo Azimaan Threysz se propagó por el valle. Vecinos curiosos lograron ser invitados y contemplaron asombrados la nueva lusavándula.
Pero mostraron sus recelos.
—Plantas como ésas chuparán todo el alimento del suelo antes de dos o tres años —dijeron algunos—. Si ella sigue así, convertirá sus tierras en un desierto.
Otros pensaron que las semillas gigantes producirían comidas sin gusto o amargas. Algunos argumentaron que Aximaan Threysz casi siempre sabía lo que se hacía. Pero incluso éstos se alegraron de que fuera ella la pionera.
Al acabar el invierno Aximaan hizo la cosecha: semillas normales, que fueron enviadas al mercado como de costumbre, y semillas gigantes que fueron empaquetadas y guardadas para la siembra. La tercera cosecha sería la decisiva, puesto que parte de las semillas gigantes procedía de la clon pura y otra parte, la mayor seguramente, era un híbrido de lusavándula normal y acrecentada, y quedaba por ver qué clase de plantas producirían las simientes híbridas.
A finales del invierno llegó la época de sembrar el arroz, antes de que se presentaran las tormentas. Una vez hecho eso, los terrenos más altos y secos de la plantación acogieron las semillas de lusavándula. Y durante la primavera y el verano Aximaan observó el crecimiento de los gruesos tallos, vio abrirse las enormes flores y alargarse y oscurecerse las pesadas vainas. De vez en cuando abrió una de éstas y atisbo las semillas, verdes y blandas. Eran grandes, no había duda. Pero… ¿y la calidad? ¿Y si eran de mala calidad, o simplemente no tenían calidad? Aximaan había apostado la producción de todo un año por eso.
Bien, la respuesta llegaría muy pronto.
El Día Estelar llegaron noticias de que el delegado agrícola se hallaba cerca y llegaría a la plantación, según lo previsto, el Día Segundo. Pero con las mismas noticias llegaron nuevas extrañas e inquietantes: el delegado que acudía al valle no era Caliman Hayn sino alguien llamado Yerewain Noor. Aximaan no lograba entenderlo. Hayn era demasiado joven para haberse jubilado. Y le preocupaba verlo desaparecer justo cuando el experimento protoplástico se aproximaba a su fin.
Yerewain Noor resultó ser más joven incluso que Hayn, y fastidiosamente novato. Le faltó tiempo para explicar qué gran honor era conocer a Aximaan Threysz, con los floreos retóricos acostumbrados, pero la metamorfa le interrumpió. —¿Dónde está el otro hombre? —preguntó ella. Nadie parecía saberlo, dijo Noor. Comentó insatisfactoriamente que Hayn había partido sin previo aviso hacía tres meses, sin decir palabra y creando un caos administrativo inmenso en el resto del servicio.
—Todavía estamos haciendo conjeturas. Es evidente que Hayn estaba comprometido en numerosos estudios experimentales, pero no sabemos de qué tipo, con quién…
—Uno de esos experimentos tuvo lugar aquí —dijo con frialdad Aximaan—. Prueba de lusavándula acrecentada protoplásticamente.
Noor gruñó.
—¡Que el Divino se apiade de mí! ¿Con cuántos proyectillos personales de Hayn tengo que toparme todavía? Lusavándula acrecentada protoplásticamente… ¿es eso?
—Parece como si usted no hubiera oído jamás esos términos.
—Los conozco, sí. Pero no puedo decir que sepa mucho al respecto.
—Acompáñeme —repuso Aximaan.
Se alejaron por el borde de los arrozales, en los que el arroz se alzaba ya hasta la altura de la cadera, y entraron en los campos de lusavándula. El enfado aceleró los pasos de la metamorfa. El joven delegado agrícola tuvo que hacer grandes esfuerzos para no quedarse atrás. Mientras andaban Aximaan le habló del paquete de semillas gigantes que Hayn le había entregado, de la siembra de la nueva clon en sus tierras, del cruce con lusavándula normal, de la generación de híbridos que en ese momento empezaba a madurar. Al cabo de unos instantes llegaron a las primeras hileras de lusavándula. De pronto la metamorfa se detuvo, consternada, horrorizada.
—¡Que la Dama nos proteja! —exclamó.
—¿Qué ocurre?
—¡Mire! ¡Mire!
El sentido de la oportunidad que poseía Aximaan Threysz había fallado por primera vez. Inesperadamente la lusavándula híbrida había empezado a dar semilla, dos semanas o quizá más antes del día previsto. Sometidos al cruel sol estival, las grandes vainas habían empezado a partirse, a abrirse bruscamente emitiendo un sonido tan desagradable como el de un hueso al quebrarse. Todas las vainas, igual que si las hubieran hecho estallar, lanzaban sus enormes simientes en distintas direcciones casi con la fuerza de una bala. Las pepitas volaban diez o quince metros y desaparecían en el denso estiércol que cubría los campos anegados. No había forma de frenar el proceso: al cabo de una hora todas las vainas estarían abiertas y la cosecha se habría perdido.