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Rhedd da vueltas alrededor de su escritorio, se sienta y se inclina hacia delante. Acomoda el reloj Tiffany y la taza de cerámica para los lápices que tiene enfrente. La pantalla de su ordenador está empotrada en la pared que hay junto al escritorio, su protector de pantalla es una foto de los años cincuenta, en blanco y negro, de la gran modelo Lisa Fonssagrives enfundada en un vestido New Look, que fuma un cigarrillo en la bocacalle donde la abuela y yo nos bajamos del taxi hace unos cuantos minutos.

– Veréis, mi querida amiga Debra McGuire me ha hablado de vosotras. Debra tiene muy buen ojo, me trajo los zapatos que le habéis dejado para la película. He quedado muy impresionada.

– Gracias -decimos la abuela y yo al mismo tiempo.

– Y eso me ha dado una idea.

Rhedd se pone de pie y va hacia un carro de servicio que está debajo de la ventana. Se sirve un vaso de agua y luego sirve dos más, uno para cada una de nosotras, y dice:

– Trabajamos con un año de anticipación nuestros escaparates de las fiestas. Al ver vuestro zapato, he tenido la idea de los escaparates de 2008. Quiero hacerlos sobre novias, con tema ruso.

– Vale -piensa en alto la abuela -. Terciopelo cortado, botas, piel de cabritilla, vellón.

– Puede ser, busco un zapato de fantasía que sea único, algo que se muestre exclusivamente en mis escaparates.

– Interesante -dice la abuela, aunque puedo detectar el escepticismo en su tono de voz-. Pero debe saber que trabajamos con los diseños de nuestra compañía…

– Abuela, cada uno de los pares de zapatos que hacemos es personalizado -interrumpo a la abuela y miro a Rhedd-. Hemos realizado estilos especiales para distintas bodas. Hicimos un par de botas de montar en piel de cabritilla blanca y charol negro para unos novios que se casaron en una finca en Virginia.

– Es verdad -admite la abuela-, también hicimos un par de chinelas de satén escarlata para una novia que se casó con un bombero en el Lower East Side.

– Y también está la novia que se casó con el francés y a la que le hicimos un escarpín estilo madame Pompadour con descomunales lazos de seda.

– Seré completamente sincera -dice Rhedd-. No tengo mucha suerte con los negocios pequeños como el vuestro. Las compañías pequeñas, los zapateros exclusivos a medida, siguen siéndolo por una razón: por lo general saben lo que saben y se sienten incómodos en ámbitos mayores. Les falta una visión global, una perspectiva.

– Tenemos perspectiva -le aseguro. No miro a la abuela cuando explico mis razones. Surge la vendedora que hay en mí-. Sabemos que nuestra marca debe crecer y estamos examinando la manera de entrar en el mercado actual. Nos acercamos a cada cliente como una oportunidad para reinventar nuestros diseños. No obstante, y usted lo debe de saber, estamos orgullosas de nuestra herencia. Nuestros zapatos son los mejor hechos del mundo. Nosotras creemos que es así.

Rhedd mira hacia la puerta cerrada que está detrás de nosotras, como si esperase la entrada en la habitación de una buena idea pero, para mi suerte, parece que la acaba de escuchar.

– Por eso quiero daros una oportunidad.

– Y nosotras se lo agradecemos -le digo.

– La oportunidad, para vosotras y para otros diseñadores de zapatos, de que me deis lo que necesito.

– ¿Hay otros? -La abuela se inclina hacia atrás en su silla.

– Es un concurso. Me estoy reuniendo con varios diseñadores, una tienda francesa de zapatos hechos a medida y otros nombres bien conocidos que producen a gran escala.

– ¿Nos enfrentamos a los peces gordos? -pregunto, y bebo un poco de agua.

– Los más gordos, pero si sois tan buenas como decís -entrecierra los ojos- probaréis que tenéis talento y capacidad para conseguirlo. Mi creativo inventará algunos bocetos para los escaparates, el telón de fondo, la ambientación, si preferís. Haré una selección de algunos vestidos de novia para la escena; de ese grupo elegiré sólo uno y os lo enviaré a vosotras y a los otros diseñadores. Cada uno creará y fabricará un par de zapatos para ese vestido. Entonces me decidiré por mi favorito. A ese diseñador se le incentivará para que realice los zapatos de todos los vestidos de los escaparates.

Se me cae el alma a los pies. Tenía la esperanza de que su propuesta fuera real y oportuna. No es una idiota y presiente mi decepción.

– Mirad, sé que esto parece una posibilidad muy remota, pero si hacéis lo que decís que sabéis hacer, tenéis exactamente la misma oportunidad que cualquier otro de conseguir el trabajo.

– Eso es todo lo que necesitamos, señora Lewis. -Me levanto y le doy la mano. La abuela se pone de pie y hace lo mismo-: Una oportunidad. Le demostraremos cómo se hace.

Después de nuestra reunión con Rhedd Lewis, envié a la abuela a casa en un taxi, a Perry Street; yo cogí el autobús que cruza la ciudad hasta Sloan Kettering para encontrarme con mi madre. Desde la BlackBerry mandé un mensaje a mis hermanas con copia para Alfred sobre la reunión con Rhedd Lewis y lo del concurso. Tess es buena con las novenas (realmente necesitamos rezar en este momento); Jaclyn me dará su apoyo y la copia para Alfred tiene el propósito de mostrarle que tengo planes para el futuro de la compañía. Incluí una foto de la abuela frente a la tienda; es para mi madre, le gusta que sus mensajes tengan imágenes.

Las puertas corredizas del hospital se abren conforme me aproximo. Una vez dentro, veo a mi madre sentada en un sofá, junto a las ventanas que dan a un jardín con esculturas iluminado por el sol. Teclea en su BlackBerry como si jugara un alocado «¿Dónde está pulgarcito?». Tiene las gafas de sol encima de la cabeza, a modo de diadema, está vestida de la cabeza a los pies de azul celeste y una amplia banda de cachemir beige cruza su pecho como una bandera.

– Ya estoy aquí, mamá.

– ¡Valentine! -dice. Se levanta y me da un abrazo-. Me alegra que te toque a ti.

Mi madre ha decidido que en lugar de presentarnos todos cada día que mi padre tiene cita, lo hiciéramos por turno, así nadie se agotaría. Por supuesto que ella estará en cada pinchazo, inyección o tomografía por resonancia magnética.

Mi madre nunca se agota ni rehúye un proyecto antes de terminado. Cuando se trata de la familia, nunca he visto que le fallaran las fuerzas. Ella está y siempre ha estado llena de vida, ya fuera para hacer trenzas francesas a sus tres hijas pequeñas antes de ir a la escuela, para negociar el caos de las fiestas o para verter hormigón para pavimentar un nuevo camino en la entrada; ella está para todo. Ahora está entregada a la recuperación de mi padre.

– Me ha encantado la foto, ¿cómo os ha ido en Bergdorf?

– Vamos a participar en un concurso de diseño de zapatos para aparecer en los escaparates de las Navidades de 2008.

– ¡Estupendo! ¡Menuda hazaña!

– Queda mucho camino por andar antes de la victoria, mamá, veremos qué pasa. -A mi madre no le pasa por la cabeza la posibilidad de que quizá no ganemos. Otra razón para quererla-. ¿Cómo se encuentra papá?

– Ah, otro día de pruebas aburridas. Le implantarán las semillas de yodo después del cumpleaños de la abuela.