Suzanne Gluck, mi querida amiga y agente, es una fuente de vigor, conocimiento y sabiduría, sin olvidar su buen gusto. Gracias también al equipo de William Morris: Sarah Ceglarski, Liz Tingue, Cara Stein, Alicia Gordon, Philip Grenz, Erin Malone, Tracy Fisher, Eugenie Furniss, Cathryn Summerhayes, Theresa Peters, David Lonner y Rafaella de Angelis.
En Endeavor, gracias a mi amiga de toda la vida y agente, Nancy Josephson, a Graham Taylor y a la adorable Michelle Bohan.
En la tierra del cine, mi amor y aprecio son para Susan Cartsonis, Roz Weisberg, Julie Durk, Lou Pitt, Raquel Carreras, Mark Lindsay y Nancy Klopper.
Michael Patrick King, valoro tu asesoría, consejo y apoyo más allá de lo dicho.
Gracias a la mejor asistente del mundo: Kelly Meehan. Más agradecimientos para nuestras becarias: Megan Stokes y Kasey Tympanick. Por sus ojos de águila, gracias a Suzanne Baboneau, Emily Lavelle, Lauren Lavelle, Jean Morrissey, Rachel Desario y Brenda Browne. Mi agradecimiento a Antonia Trigiani por su erudición acerca del marketing y por su visión.
Ann Godoff, gracias por abrir la puerta a mi carrera literaria.
Mis agradecimientos y amor para Larry Sanitsky, Ian Chapman, Caroline Rhea, Nancy Bolmeier Fisher, Catherine Brennan, Craig Fisse, Todd Doughty, John Searles, Jill Gillet, Kim Hovey, Libby McGuire, Jane von Mehren, Laura Ford, Nigel Stoneman, Debbie Aroff, Meryl Poster, Gayle Perkins Atkins, Joanna Patton, Bill Persky, Mario Cantone, Jerry Dixon, Debra McGuire, Gail Berman, Tom Dyja, Jake Morrissey, Carmen Elena Carrion, Cynthia Rudedge Olson, Brownie y Connie Polly, Susan Fales-Hill, Connie Marks, Wendy Luck, Mary Testa, Dolores y Emil Pascarelli, Elena Nachmanoff, Sharon Watroba Burns, Jim y Mary Hampton, Dee Emmerson, Diane Festa, Joanne Curley Kerner, Jack Hodgins, Ruth Pomerance, Donna Gigliotti, Sally Davies, la hermana Karol Jackowski, Allison Roche, Karen Fink y Max y Robyn Wesder.
Gracias, Tim y Lucia, por todo lo demás bajo el sol, ¡incluyendo al sol!
Y, finalmente, estoy muy agradecida a la persona que hizo la fotografía de mi abuelo, Cario Bonicelli, que aparece en la dedicatoria. Fue hecha cerca de 1930 en su taller de la tienda El Zapato Progresista, en el número cinco de West Lake Street, en Chisholm, Minnesota. La foto me dio consuelo, fuerza e inspiración a lo largo del proceso de escritura de esta novela y me los dará siempre.
Adriana Trigiani