El Golden Glow es una rareza en el Loop. Es una pequeña taberna del siglo pasado en cuya barra de caoba con forma de herradura se sientan bebedores empedernidos. También tiene ocho o nueve mesas separadas por biombos y unas lámparas de Tiffany que dan una luz muy acogedora. Sal, la camarera, es una mujer negra extraordinaria que mide casi metro ochenta. La he visto parar una pelea con una palabra y una mirada. Nadie se mete con Sal. Hoy llevaba un traje pantalón plateado. Estaba despampanante.
Me saludó con la cabeza y me trajo un Black Label. Ralph pidió un gin-tonic. Sólo eran las cuatro de la tarde; un poco pronto incluso para los grandes bebedores del Golden Glow. No había casi nadie en el bar.
Devereux dejó un billete de cinco dólares en la mesa.
– Y dígame, ¿por qué una mujer tan imponente está interesada en un jovencito como Peter Thayer?
Le devolví el billete.
– Tengo una cuenta en el bar -le dije.
Hojeé el periódico. La historia había llegado demasiado tarde al periódico para que la publicaran en portada pero en la página 7 le habían dedicado dos columnas. ASESINADO EL HEREDERO RADICAL DE UN BANQUERO, decía el titular. Sólo mencionaban al padre de Thayer en el último párrafo; sus compañeros de piso tenían todo el protagonismo; ni una sola línea de la compañía de seguros Ajax.
Doblé el periódico por la mitad y enseñé el artículo a Devereux. Le echó un vistazo y al cabo de unos segundos reaccionó y me quitó el periódico de las manos. Lo observé mientras leía la historia. Supongo que la leyó varias veces porque el artículo era corto. Después me miró perplejo.
– ¿Peter Thayer está muerto? ¿Qué significa esto?
– No lo sé. Pero me gustaría averiguarlo.
– ¿Ya lo sabía cuando compró el periódico?
Asentí con la cabeza. Volvió a mirar el periódico y luego me miró a mí. Su cara expresiva estaba crispada.
– ¿Cómo lo sabía?
– Encontré el cadáver.
– ¿Por qué no me lo dijo en Ajax en lugar de montar esta farsa?
– Porque… cualquiera puede haberlo matado. Usted, Yardley Masters, su novia… Quería ver cómo reaccionaba ante la noticia.
– ¿Pero y usted quién es?
– Me llamo V. I. Warshawski. Soy detective privado e investigo la muerte de Peter Thayer -le dije alargándole mi tarjeta.
– ¡Anda ya! Si usted es detective, yo soy bailarina -exclamó.
– No me importaría verlo en medias y tutú -le dije mientras sacaba la fotocopia plastificada de mi licencia de detective.
Se la miró con detenimiento y se encogió de hombros sin decir nada. La guardé en la cartera otra vez.
– Dejemos las cosas claras, Sr. Devereux. ¿Mató usted a Peter Thayer?
– ¡Pues claro que no!
Movía la mandíbula de un lado para otro. Empezó a hablar pero se calló porque no sabía expresar en palabras lo que le pasaba por la cabeza.
Hice una señal a Sal y nos trajo otra ronda. El bar se estaba llenando de los hombres de negocios que se detienen a beber antes de iniciar el largo viaje de vuelta a casa. Devereux se bebió el segundo gin-tonic y se relajó un poco.
– Me gustaría haber visto la cara que hizo Yardley cuando le preguntó si había matado a Peter -dijo secamente.
– No se lo pregunté. Aunque no sé por qué quiso hablar conmigo. ¿Se preocupaba mucho por Thayer? Es lo que me dio a entender.
– No -dijo meditando la respuesta-. En realidad no le hacía mucho caso. Pero como Yardley conoce a su familia… Si Peter se metía en algún problema, Masters creía que debía ocuparse de él porque se lo debía a John… Muerto… Era un chico muy majo, a pesar de sus ideas radicales. Yardley se quedará de piedra. Y el padre del chico también. A Thayer no le gustaba el sitio donde vivía el chico, sólo le faltaba que lo asesinara un yonqui.
– ¿Cómo sabe que a su padre no le gustaba?
– No era ningún secreto. Poco después de que Peter entrara a trabajar con nosotros, vino su padre berreando y dándoselas de vicepresidente cabreado diciendo que su hijo traicionaba a la familia con sus teorías sindicalistas y que vivía en una pocilga. Me imagino que le compraron un piso en alguna parte. Aunque él se lo tomó muy bien; no lo quemó ni nada por el estilo.
– ¿Trabajaba con papeles confidenciales en Ajax?
Devereux se quedó estupefacto.
– ¿Está intentando relacionar su muerte con Ajax? Pero si lo ha asesinado uno de esos drogadictos que siempre andan por Hyde Park.
– Lo dice de una forma que parece que Hyde Park sea el centro de operaciones de la mafia china. De los 32 asesinatos que se cometieron el año pasado en el distrito 21, sólo 6 sucedieron en Hyde Park; uno cada dos meses. No creo que Peter Thayer sea la estadística de julio-agosto.
– ¿Y qué le hace pensar que el asesinato está relacionado con Ajax?
– Nada. Sólo intento eliminar posibilidades. ¿Alguna vez ha visto un cadáver? ¿O a alguien asesinado por una bala?
Negó con la cabeza y se escudó en la silla.
– Pues yo sí. Y según la posición del muerto se puede saber si la víctima intentaba defenderse. Este chico estaba sentado en la mesa de la cocina. Llevaba una camisa blanca, supongo que para venir a trabajar aquí el lunes por la mañana, y alguien le metió una bala en la cabeza. Seguramente lo hizo un profesional, pero iba acompañado de alguien que conocía al chico para ganarse su confianza. Esta persona podría ser usted, Masters, su padre, su novia… Sólo intento averiguar por qué es imposible que fuera usted.
Movió la cabeza de un lado para otro.
– No puedo hacer nada para probarlo. Aunque no sé utilizar una pistola, no sé si podría demostrárselo.
Solté una carcajada.
– Tal vez podría. ¿Y Masters?
– ¿Yardley? ¡No! Es uno de los tipos más honrados de Ajax.
– Eso no lo excluye como asesino. ¿Por qué no me cuenta qué hacía Peter en la compañía?
Se quejó un poco pero al final accedió a contarme en qué consistía el trabajo de Peter Thayer. No parecía ser el móvil dé un asesinato. Masters se encargaba de la parte financiera de las reclamaciones, daba el visto bueno o las denegaba y este tipo de cosas. Peter le llevaba las cuentas, hacía copias de las peticiones denegadas, vigilaba que no se pasaran del presupuesto en las oficinas centrales y se encargaba de todas las tareas rutinarias que se hacen en un negocio para que no se vaya a pique. Aun así… aun así… Masters había aceptado ver a una desconocida, detective para más inri, sin pensárselo un momento. Si no supiera que Peter estaba metido en líos, o que estaba muerto, no creo que su amistad con Thayer le obligara a concederme una visita.
Observé a Devereux. ¿Era sólo otra cara bonita o sabía algo? El desconcierto y la rabia que mostró al enterarse del asesinato del chico me parecieron verdaderos. Aunque la rabia es una forma de esconder otros sentimientos…
Por el momento decidí ponerlo en la lista de inocentes.
El carácter engreído de los irlandeses se le notaba a Devereux, y se rió un poco de mi profesión. Al ver que no podía sacarle más información hasta que no tuviera preguntas más concretas, decidí cambiar de tema y hablar de cosas más triviales.
Le dije a Sal que pusiera las bebidas a mi cuenta (me manda una factura al mes), y fui con Devereux al Officer's Mess para cenar tranquilamente. Es un restaurante indio y creo que uno de los más románticos de Chicago. Y hacen un Pimm's Cup delicioso. Cuando el whisky hizo su efecto, imaginé que bailaba en todas las discotecas del norte de Chicago. Aún podía tomarme unas copas más. A la una y pico volví, sola, a mi piso. Tirar la ropa en una silla y echarme en la cama fue un verdadero placer.
3.- Ese toque profesional
Peter Thayer aullaba contra la opresión capitalista corriendo como un loco por los pasillos de Ajax, y Anita se lo miraba sonriente con un piquete en la mano. Ralph Devereux salió de su despacho y le disparó. El disparo retumbaba por los pasillos. Resonaba sin cesar mientras yo intentaba arrancar la pistola de las manos de Ralph, pero el ruido continuaba hasta que me desperté sobresaltada. El timbre sonaba con estridencia. Salí de la cama y me puse unos tejanos y una camiseta mientras oía como golpeaban la puerta con insistencia. La boca seca y la vista poco clara me recordaron los whiskys de más que había tomado la noche anterior. Llegué a trompicones hasta la puerta y cuando puse el ojo en la mirilla, volvieron a golpear la puerta con los puños.