“Estaré condenado” murmuró Niko.
Ella sabía algo de Sergei Yakut.
Algo más que solo un conocimiento pasajero, el estaba suponiendo. Esa Mirada asustada y llena de pánico mientras ella se giraba y buscaba una salida lo decía todo.
Nikolai fue tras ella. El se hizo paso a través del barullo de humanos que llenaban el club, sus ojos seguían el sedoso y oscuro cabello de su presa. La mujer era rápida como la armada y ágil como una gacela, sus oscuras ropas y cabello le permitían prácticamente desaparecer por los alrededores.
Pero Niko era de la Raza, y no existía humano que pudiera dejar atrás a uno de su Estirpe. Ella eludió la puerta del club e hizo un giro rápido hacia la calle exterior. Nikolai la siguió. Ella debió haberle sentido sobre sus talones porque ella giro su cabeza alrededor para evaluar su persecución y esos pálidos ojos verdes se cerraron sobre el como lasers.
Ella corría más rápido ahora, girando en la esquina al final de la calle. Dos segundos más tarde, Niko estaba allí también. El sonrió mientras la avistaba a un par de metros por delante de él. El callejón al que ella entró entre dos altos edificios de ladrillo era estrecho y oscuro-un fin letal se cerró por un contenedor de metal dentado y una valla de unos tres metros de altura.
La mujer se giró alrededor de los talones de sus botas negras, jadeando fuerte, sus ojos curtidos sobre el, mirando cada uno de sus movimientos.
Nikolai dio unos pocos pasos hacia el mal iluminado callejón, después se detuvo, sus manos se sostuvieron benévolamente a sus lados. “Está bien”, le dijo. “No necesitas correr. Solo quiero hablar contigo”.
Ella lo miró en silencio.
“Quiero preguntarte por Sergei Yakut."
Ella tragó saliva visiblemente, su blanco y dulce estómago flexionándose. "Le conoces, ¿no?"
El borde de su boca se arqueó solo una fracción, pero suficiente para decirle que tenía razón -ella estaba familiarizada con el recluta Gen Uno. Lo que fuera que ella pudiera guiar a Niko hasta él era otro asunto. Justo ahora, ella era su mejor, posiblemente su única, esperanza.
“Cuéntame donde está. Necesito encontrarle”.
En sus caderas, sus manos apoyadas en sus puños. Sus pies estaban abrazados ligeramente como si ella estuviera preparada para salir disparada. Niko vio su mirada sutilmente hacia una maltrecha puerta a su izquierda.
Ella le gritó.
Niko siseó una maldición y voló tras ella con toda la velocidad que el tenía. En el momento que ella abrió la puerta sobre sus chirriantes goznes, Nikolai estaba ante ella en el umbral, bloqueando su paso hacia la oscuridad en el otro lado. El se rió con facilidad.
“Dije que no hay necesidad de correr” dijo el, encogiéndose de hombros ligeramente mientras ella retrocedía un paso hacia atrás alejándose de él. El dejó que la puerta se cerrara detrás de él mientras seguía su lento retroceso hacia el callejón.
Jesús, ella estaba impresionante. El solo había conseguido vislumbrarla en el club, pero ahora, estando a un par de metros de ella, se dio cuenta que ella era absolutamente sensacional. Alta y delgada, esbelta bajo su ropa negra, con una intachable piel blanca como la leche y luminosos ojos con forma de almendra. Su cara con forma de corazón era una combinación cautivadora de fortaleza y suavidad, su belleza igualaba partes claras y oscuras. Nikolai sabía que estaba jadeando, pero maldita sea si podía evitarlo.
“Háblame” dijo el. “Dime tu nombre”.
El extendió el brazo hacia ella, un movimiento fácil y nada amenazador de su mano. El sintió una sacudida de adrenalina que se disparó en su corriente sanguínea – el pudo oler el penetrante olor acido en el aire, de hecho- pero no vio la patada circular viniendo a el hasta que el tomó el afilado tacón de su bota de lleno en su pecho.
Maldita sea.
El cayó hacia atrás, mas sorprendido que desmayado.
Era todo el tiempo que ella necesitaba. La mujer saltó por la puerta de nuevo, esta vez logrando desaparecer en el oscuro edificio antes de que Niko pudiera dar la vuelta y pararla. El la persiguió, maldiciendo detrás de ella.
El lugar estaba vacío, mucho hormigón vacio bajo sus pies, ladrillos desnudos y vigas expuestas alrededor de el. Algo de sentido fugaz de premonición le picó en la nuca mientras corría adentrándose mas en la oscuridad, pero toda su atención estaba centrada en la mujer que permanecía en el centro del espacio vacío. Ella le miró despectivamente mientras el se acercaba, cada musculo de su delgado cuerpo parecía tenso, listo para atacar.
Nikolai sostenía esa afilada mirada mientras se colocaba en frente de ella. “No voy a hacerte daño”.
“Lo se”. Ella sonrió, marcando una ligera curva en sus labios. “No tendrás esa oportunidad”. Su voz era suavemente aterciopelada, pero el brillo de sus ojos era de un matiz frio.
Sin avisar, Niko sintió una súbita tensión que hizo añicos su cabeza. Un sonido de alta frecuencia estalló en sus oídos, más alto de lo que podía soportar. Después mas alto aun. Sintió como sus piernas cedían. El cayó de rodillas, su visión nadando mientras su cabeza se sentía a punto de explotar.
A distancia, registró el sonido de unas botas viniendo hacia el – varios pares, pertenecientes a hombres, vampiros todos ellos. Voces apagadas zumbaban sobre el mientras sufría un repentino y extenuante ataque en su mente.
Era una trampa.
La puta le había guiado allí deliberadamente, sabiendo que el la seguiría.
“Suficiente, Renata” dijo uno de los vampiros de la raza que había entrado en la habitación. “Puedes liberarlo ahora”.
Algo del dolor en la cabeza de Nikolai paró a la orden. El alzó la vista a tiempo para ver la bonita cara de su atacante mirándole donde el permanecía cerca de sus pies.
“Quítenle las armas” dijo ella a sus compañeros. “Necesitamos sacarlo de aquí antes de que recupere las fuerzas”.
Nikolai la escupió unas cuantas maldiciones, pero su voz se ahogó en su garganta, y ella ya estaba caminando lejos, las delgadas puntas de sus tacones cliqueando en el suelo del frío hormigón debajo de el.
CAPÍTULO DOS
Traducido por Aletse
Renata no podía salir de la bodega lo suficientemente rápido. Su estómago se revolvió. Un frio sudor apareció a lo largo de su frente y en la parte posterior de su cuello. Ella ansiaba el aire fresco de la noche, como su último aliento, pero ella mantuvo una zancada constante y fuerte. Los puños apretados sostenidos rígidamente a los costados hacia el exterior eran los únicos indicadores de que ella no estaba nada tranquila.
Siempre era así para ella, una de las consecuencias de usar el poder paralizante de su mente.
Afuera ahora, a solas en el callejón, ella tragó rápidamente unos cuantos bocados aire. La viveza del oxígeno refresco su garganta ardiente, pero eso era todo lo que ella podía hacer para no doblarse con el aumento del dolor que se recorría como un río de fuego a través de sus miembros y en el centro de su ser.
“¡Maldita sea!", murmuró en la oscuridad vacía, balanceándose un poco sobre la altura de sus talones. Tomando unas cuantas más respiraciones profundas, ella contemplo clavando los ojos en el pavimento negro que estaba bajo sus pies y se concentro simplemente para mantenerse a si misma sobre sus pies.
Detrás de ella llego el arrastre rápido, pesado de unos pies calzados que ya se encontraban fuera del almacén. El sonido atrajo su cabeza bruscamente. Forzando una mirada de apatía tranquila sobre la tensión en ardiente de su cara.
"Tengan cuidado con él", dijo ella, echando un vistazo al amplio bulto flojo, del macho inconsciente que ella había dejado incapacitado, y quien estaba siendo transportado ahora como un simple juguete por los cuatro guardias que trabajaban con ella. "¿Dónde están sus armas?"