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"Sí, ratón?"

"No me abandones nunca, ¿si?"

Renata se quedó mirando fijamente a la pequeña cara inocente en la oscuridad, sintiendo a su corazón oprimiese fuertemente en su pecho. "No voy a abandonarte, Mira. Jamás… justamente como lo prometimos"

CAPÍTULO ONCE

Traducido por Laura

La luna se elevaba alta, proyectando manchas de luz sobre el lago Wannsee en una zona exclusiva a las afueras de Berlin. Andreas Reichen se recostó sobre su silla almohadillada en el césped trasero de su finca privada Darkhaven, intentando absorber algo de la paz y tranquilidad de la tarde. A pesar de la cálida y apacible brisa y la calma del agua oscura, sus pensamientos eran más taciturnos, y turbulentos.

Las noticias del último asesinato de Gen Uno, esta vez en Francia, le dio un duro golpe. Le pareció que el mundo estaba volviéndose cada vez más loca alrededor de él. No solo el mundo de la Raza -su mundo- sino la humanidad también. Tanta muerte y destrucción. Tanta angustia a cualquier lado que mirara.

El tenía el terrible presentimiento, en el fondo de su estómago, que esto era solo el comienzo. Días más oscuros estaban por venir. Quizás ya habían venido hace tiempo y el había estado demasiado ignorante -demasiado atrapado en sus placeres personales- para darse cuenta.

Uno de esos placeres se acercaba por detrás de él ahora, sus elegantes e inconfundibles pasos mientras ella caminaba por los cuidados jardines de la finca y se sentaba sobre el césped.

Los pequeños brazos de Helene rodearon sus hombros. “Hola, cariño”.

Reichen se acercó para acariciar su cálida piel mientras ella se inclinaba sobre él y le besaba. Su boca era suave, persistente, la fragancia de su largo cabello negro con el más ligero rastro de aceite de rosas.

“Tu sobrino me dijo cuando llegué que has estado aquí fuera durante el ultimo par de horas” murmuró ella, subiendo su cabeza para mirar al lago. “Puedo ver por qué. Es una vista encantadora”.

“Es algo más que encantadora”, dijo Reichen, mientras el inclinaba su barbilla hacia arriba y la miraba.

Ella sonrió sin timidez, habiéndose acostumbrado a su adulación.

“Algo te está dando problemas, Andreas. No es como si te sentaras a quejarte de lo injusta que es la vida”.

¿Podía ella conocerle tan bien? Habían sido amantes durante el año pasado, un jugueteo amoroso casual que había de alguna manera girado a algo más profundo si no completamente exclusivo. Reichen sabía que Helene tenía otros hombres en su vida- hombres humanos- al igual que el ocasionalmente tomaba placer con otras mujeres. La suya era una relación plagada de celos o posesión. Pero eso no significaba que sintieran cariño. Compartían una preocupación mutua por el otro, y un vínculo de confianza que se extendía más allá de las barreras que generalmente hacían las relaciones humano y vampiro-raza imposibles.

Helene se había convertido en una amiga y, últimamente, en una compañera indispensable en el importante trabajo remoto de Reichen con los guerreros de vuelta a Boston.

Helene vino frente a la silla y se sentó sobre el amplio brazo. “¿Has transmitido las noticias a la Orden sobre el reciente asesinato en Paris?"

Reichen asintió. "Lo hice, sí. Y ellos me dicen que hubo también un intento de asesinato en Montreal hace unas noches. Al menos ese falló, un milagro del destino. Pero habrá otros. Me temo que habrá muchas más muertes antes de que el humo finalmente se aclare. La Orden está convencida de que detendrán la locura, pero hay veces que me pregunto si la maldad en el trabajo aquí no es más grande que cualquier cantidad de bondad.”

“Estas dejando que esto te consuma” dijo Helene mientras ociosamente apartaba su pelo de la frente. “Ya sabes, si estuvieras buscando algo que hacer con tu tiempo, podrías haber acudido a mi en lugar de a la Orden. Podría haberte puesto a trabajar en el club como mi asistente personal. No es demasiado tarde para cambiar de idea. Y te aseguro, solo los incentivos merecerían la pena."

Reichen se rió entre dientes. "Tentador, de hecho."

Helene se incline y mordisqueó su lóbulo, su respiración cosquilleante y caliente sobre su piel. “Sería solo un puesto temporal, por supuesto. Di veinte o treinta años -un parpadeo de tiempo para ti. Yo estaré arrugada y gris, y tu estarás entusiasta por un nuevo juguete más atractivo que pueda mantener el ritmo de tus salvajes exigencias”.

Reichen estaba sorprendido de oír la punzada de nostalgia en la voz de Helene. Ella nunca había hablado sobre el futuro con él, ni el con ella. Era más o menos comprensible que no podría haber un futuro, dado que ella era mortal con una esperanza de vida finita y él -a menos que prolongara su exposición a los rayos UVA o sufriera un daño masivo corporalmente- continuaría viviendo durante algo más cerca de la eternidad.

“¿Qué estás haciendo malgastando tu tiempo conmigo cuando podrías haber tenido a cualquier otro hombre?” el le preguntó, moviendo sus dedos a lo largo de la suave línea de su hombro. “Podrías estar casada con alguien que te adore, criando a una camada de guapos e inteligentes niños”.

Helen arqueó una impecablemente cuidada ceja. “Supongo que nunca fui de las que tomaría la elección convencional”.

Ni el tampoco, de hecho. Reichen admitía que sería muy fácil ignorar todo lo que el y la Orden habían descubierto hacía unos meses. El podía olvidar la maldad que habían perseguido hasta esa cueva montañosa en las colinas Bohemias. El podía fingir que nada de eso existió, incumplir su oferta para ayudar a los guerreros en su papel como líder de su Darkhaven y volver a sus libertinos y descuidados hábitos.

Pero la única verdad era que, el había crecido cansado de esa vida hace tiempo. Alguien años atrás le había acusado de ser un perpetuo niño egoísta e irresponsable. Ella había tenido razón, incluso entonces. Especialmente entonces, cuando el había sido lo suficientemente tonto para dejar escapar a esa mujer y el amor que ella le había dado. Después de demasiadas décadas de auto-indulgencia, se sentía bien hacer una diferencia. O intentar hacerla, como fuera.

“No esperaba que vinieras esta noche solo para distraerme con besos y atractivas ofertas de empleo” dijo el, sintiendo que la seriedad se había apoderado de Helene.

“No, no lo hice, desafortunadamente. Pensé que deberías saber que una de mis chicas del club puede estar desaparecida. ¿Recuerdas que mencioné a Gina, una de mis chicas más recientes, que apareció con marcas de mordedura en su cuello la semana pasada?”

Reichen asintió. “La que había estado hablando sobre un nuevo novio rico con el que estaba saliendo”.

“Esa es. Bien, no es la primera vez que ella ha faltado al trabajo, pero su compañera de piso me dijo esta tarde que Gina no ha pasado por casa o llamado durante más de tres días. Podría no ser nada, pero pensé que querrías saberlo”.

“Sí” dijo el. “¿Tienes alguna información sobre el hombre con el que se veía? ¿Una descripción, un nombre, algo?”

"No. La compañera de piso nunca le conoció, naturalmente, ella no puede decirme nada." Reichen consideró las numerosas cosas que podían ocurrirle a una joven que se encontraba sin darse cuenta mezclada con uno de su estirpe. Aunque la mayoría de la Raza eran miembros que respetaban la ley de la nación vampírica, había otros que revelaban su lado salvaje. “Necesito que discretamente preguntes en el club esta noche, ver si alguna de las otras chicas oyó a Gina mencionar a este novio suyo. Estoy buscando nombres, lugares a los que ella pudiera haber ido con el, incluso el detalle más pequeño podría ser importante”.

Helene asintió, pero había una nota de interés en sus ojos. “Prefiero este lado serio tuyo, Andreas. Es increíblemente sexy”.