Lex miraba paralizado. Aturdido por la violencia, y borracho de la esencia de tanta sangre derramada, humana y de la Raza.
El miró y esperó.
Los Renegados lucharon uno contra otro hasta la muerte, como los animales salvajes que eran. Solo uno de ellos demostraría ser el más fuerte al final.
Y ese era el que Lex necesitaba.
Después de un día completo de espera hasta el anochecer, ahora tenía otras dos horas para matar antes de poder tomar su vuelo de vuelta a Boston.
Nikolai consideró seriamente saltar la cita del aeropuerto y dirigirse afuera a pie, pero incluso con su resistencia de la Raza y su hipervelocidad, el apenas pasaría el estado de Vermont antes de que el amanecer lo conduciera a ocultarse de nuevo. Y francamente, la idea de dormir en un granero con un grupo de animales agitados no le hacía exactamente morirse por ponerse unas Nikes y pisar la carretera.Así que el esperaría.
Maldita sea.
El y la paciencia nunca habían sido amigos muy íntimos. El había estado lleno de aburrimiento en el momento que el sol se hubiera puesto y el fuera capaz de salir del refugio.
El supuso que era el mismo aburrimiento que le guiaba dentro del húmedo barriobajero de Montreal, donde esperaba encontrar algo divertido para hacer mientras se le pasaba el mal humor. No le preocupaba como usaba el tiempo, pero el había deliberadamente buscado la única zona de la ciudad donde las rarezas de encontrar una razón para que desapareciera con sus nudillos o sus armas eran mejor que bien.
En este particular bloque de callejones infectados de ratas y barrios de bajas rentas, sus elecciones inmediatas eran limitadas para los jefes del crack, traficantes -siendo ellos comerciantes en narcóticos o piel- y prostitutas callejeras de ambos géneros sin discriminaciòn. Más de un idiota le quitó la vista mientras andaba por la calle sin dirección aparente. Alguien era incluso lo suficientemente estúpido para mostrarle el borde final de un cuchillo mientras el pasaba, pero Niko solo se detuvo y le dio al cabronazo desdentado una sonrisa de oreja a oreja enseñando los filos de sus colmillos a modo de invitación y la amenaza desaparecía tan pronto como había aparecido.
Aunque el no se resistía a alguna confrontación de ningún tipo, la lucha entre humanos estaba algo por debajo de él. El prefería más de un desafío. Lo que realmente le animaba a encontrar justo ahora era un Renegado. El verano pasado, Boston había estado hundido hasta la rodilla con vampiros adictos a la sangre. La lucha había sido dura y pesada- con al menos una pérdida trágica en el lado de la Orden- pero Nikolai y el resto de guerreros habían cumplido su misión para mantener la ciudad limpia.
Otras zonas metropolitanas aún así perdían a civiles ocasionales por la lujuria de sangre, y Niko habría apostado su huevo izquierdo a que Montreal no era diferente. Pero aparte de los chulos, camellos, y prostitutas, esta extensión de ladrillo y asfalto se sentía tan muerta como la cripta donde el había sido forzado a pasar el día.
"Eh, cariño." La mujer le sonrió desde el umbral en sombras de una puerta mientras el pasaba al lado.
“¿Buscas algo específico o solo miras escaparates?”
Nikolai gruñó, pero el se detuvo. “Soy un específico tipo de hombre”.
“Bien, quizás tenga lo que necesitas”. Ella le sonrió y se movió de su pose sobre el escalón de hormigón. “De hecho, tengo exactamente lo que necesitas, cariño.”
Ella no era una belleza, con su quebradizo, provocador y descarado cabello, ojos apagados, y piel cetrina, pero entonces de Nuevo Nikolai no esperaba gastar mucho tiempo mirando su cara. Ella olía bien, si desodorante y spray del cabello podían ser considerados flagrancias de olor a limpio. Para los sentidos afilados de Niko, la mujer apestaba a cosméticos y perfumes, con un trasfondo de uso reciente de narcóticos que se filtraba de sus poros.
“¿Qué dices?” preguntó ella, acercándose furtivamente a el ahora. “¿Quieres ir a algún lugar durante un rato? Si tienes veinte dólares, te daré media hora”.Nikolai miró el pulso latiendo en el cuello de la mujer. Habían pasado varios días desde que hubiera comido por última vez. Y el tenía dos horas por delante sin hacer nada…
“Sí” dijo el, asintiendo. “Caminemos”.
Ella tomó su mano y le guió a la vuelta de la esquina del edificio y calle abajo hacia un callejón vacío.
Nikolai no perdió tiempo. Tan pronto como estaban apartados de potenciales mirones, el tomó su cabeza en sus manos y desnudó su cuello para morderla. Su grito asustado fue aplastado al instante de que el hundiera sus colmillos en su carótida y comenzara a beber.
La sangre de la mujer era mediocre -el habitual cobre pesado de las células rojas humanas, pero enlazadas con una acidez dulce y amarga de las pelotas de heroína y cocaína que ella había tenido antes paseando durante su trabajo de noche. Nikolai tragó varios sorbos, sintiendo el flujo de energía de la sangre a través de su cuerpo en una baja vibración. No era raro para un vampiro de la Raza excitarse por el acto de comer. La respuesta era puramente física, un despertar de células y músculos.
Que su pene estuviera completamente erecto ahora y apretando para aliviarse no le sorprendió del todo. Era el hecho de que su cabeza estaba nadando con pensamientos de una mujer con cabeza de cuervo- una mujer a la que no tenía intención de ver de nuevo- que hacía que Niko se pusiera en estado de alarma.
"Mmm, no pares," su compañera humana se quejó, tirando de su boca de vuelta a la herida en su cuello. Ella también estaba sintiendo los efectos de la alimentación, cautivada como todos los humanos llegaban a estar cuando estaban bajo la mordedura de la Raza. “No pares, cariño”.
La visión de Nikolai estaba inundada de fuego ámbar mientras el se abrazaba de nuevo a su garganta. El sabía que no era Renata, pero mientras sus manos pasaban rozando las desnudas piernas de la mujer y por debajo de la falta corta de mezclilla que ella llevaba puesta, el se imaginó acariciando los bellos y largos muslos de Renata. El imaginó que era la sangre de Renata la que le alimentaba. El cuerpo de Renata el que respondía tan apasionado a su contacto.
Eran los febriles jadeos de Renata los que le guiaban mientras el destrozaba la tanga barato con una mano y trabajaba para liberarse con la otra.
El necesitaba estar dentro de ella.
El necesitaba…
Santo Cielo.
Una ligera brisa se arremolinó a través del callejón, llevando con ella la fetidez de vampiros Renegados. Y había demasiada sangre derramada también. Sangre humana. Una condenada cantidad, mezclada con el vil hedor de Renegados sangrando.
“Jesucristo”.
¿Qué coño sucede?
El tiró de la falda de la mujer hacia abajo y barrio con su lengua la herida del cuello, sellando su mordedura.
"Dije que no pararas…"
Niko no le dio tiempo de terminar su pensamiento. Con poner su palma sobre su frente, borró de su mente todo. “Sal de aquí” le dijo.
El estaba ya corriendo por el callejón cuando ella salió de su aturdimiento y comenzó a moverse. El siguió a su nariz hasta un dilapidado edificio no lejos de donde había estado. La fetidez emanaba del interior, un par de pisos por encima de la calle.
Nikolai escaló la escalera de incendios hasta el Segundo piso. Sus ojos estaban prácticamente regando el abrumador olor a muerte que rodaba por debajo de esa planta. Su mano sobre la pistola enfundada en su cadera, Niko se acercó al lugar. No había sonidos al otro de la maltrecha puerta llena de graffitis. Solo muerte, humana y vampírica. Niko giro el pomo y se preparo para lo que encontraría.
Había habido una masacre.
Un aparente drogadicto permanecía en posición fetal entre desechos de jeringas y otras basuras que cubrían el suelo lleno de sangre y un repugnante colchón. El cuerpo estaba tan arruinado que era apenas reconocible como humano, solo dejaba un sexo distinguible. Los otros dos cuerpos fueron atacados ferozmente también, pero definitivamente eran de la Raza, ambos Renegados a juzgar por el tamaño y olor de ellos.