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Nikolai pudo suponer que podría haber ocurrido aquí: un forcejeo letal sobre la presa. Esta lucha era reciente, quizás solo unos minutos atrás. Y los dos chupasangres muertos no habrían sido capaces de destruirse el uno al otro tan a conciencia antes de que uno o el otro cayeran.

Había habido al menos un Renegado más envuelto en esta pelea.

Si Niko tenía suerte, el ganador podría estar aún en la zona, lamiendo sus heridas. El lo esperaba así, porque le encantaría dar al bastardo enfermo una probada de su pistola de 9 mm. Nada decía “Que Tengas un buen día” como el riego sanguíneo corrompido de un Renegado yendo a una fusión alérgica de una dosis de titanio venenosa.

Nikolai fue hacia la ventana precintada y tiró de los paneles atornillados crudamente. Si el estaba buscando acción, el la había encontrado a montones. Abajo, en la calle, había un Renegado enorme. El estaba ensangrentado y maltrecho, pareciendo el infierno.

Pero maldita sea…no estaba solo.

Alexei Yakut estaba con él.

Increíblemente, Lex y el Renegado caminaban hacia un sedan que les esperaba y entraron dentro.

"¿Qué demonios sucedia?" Niko murmuró en bajo mientras el coche arrancaba y se deslizaba por la calle.

El estuvo a punto de saltar por la ventana abierta y seguir a pie cuando un grito agudo sonó detrás de él. Una mujer había vagado hasta la zona de la matanza y ahora gritaba de terror, un dedo acusador señalaba en su dirección. Ella gritó de nuevo lo suficientemente alto para despertar a cada camello y comerciante del vecindario.

Nikolai miró a la testigo y la sangrienta evidencia de un forcejeo que parecía cualquier cosa excepto humana.

"Maldita sea," gruñó el, mirando por encima de su hombre a tiempo para ver el coche de Lex desaparecer girando la esquina. “Esta bien” dijo a la chillona banshee (Son espíritus femeninos que, según la leyenda, al aparecerse ante un irlandés, anunciaba con sus gemidos la muerte cercana de un pariente. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo) mientras el dejaba la ventana y se acercaba a ella. “No viste nada”.

El borró su memoria y la sacó fuera de la habitación. Entonces el tomó un cuchillo de titanium y lo clavó en los restos de uno de los Renegados muertos.

Mientras el cuerpo comenzaba a chisporrotear y disolverse, Niko se prepare para limpiar el resto del desorden que Lex y su insólito socio habían dejado atrás.

CAPÍTULO DOCE

Traducido por Xhiamara

Renata permaneció junto al mostrador de la cocina, agarró un cuchillo libremente en la mano. “Qué tipo de jalea quieres esta noche, uva o fresa?”

“Uva” contesto Mira. “No espera. Quiero fresas esta vez.”

Ella estaba sentada en el borde de la encimera de madera al lado de Renata, sus piernas colgando con los brazos cruzados. Vestida con una camiseta purpura, pantalones azul desgastados, y zapatillas desgastadas, Mira podría parecer como cualquier otra niña de cerca esperando la cena. Pero las niñas normales no eran obligadas a comer lo mismo, prácticamente día a día. La pequeñas niñas normales tenían familias que las amaban y cuidaban. Vivían en casas bonitas, con calles bonitas con arboladas, con cocinas brillantes y despensas almacenadas, y las madres sabían cocinar comidas interminables y maravillosas.

Al menos, eso es lo que Renata se imaginaba cuando pensaba en la representación ideal de una familia normal. Ella no lo sabía por ningún tipo de experiencia personal. Como niña de la calle antes de que Yakut la encontrara y llevara a su guarida, Mira no sabía tampoco sabía lo que era normal. Pero era sana, el tipo de vida normal que Renata deseaba para la niña, aunque parecía un deseo insignificante, de pie en la sucia cocina de Sergei Yakut, junto a un destartalado campo de tiro, que probablemente no funcionaría, aunque tuviera una línea de gas corriendo en ella.

Desde que Renata y Mira eran las únicas en la cabaña que se alimentaban de comida, Yakut había dejado en sus manos que ella y la niña se alimentaran regularmente. Renata no prestaba realmente atención en su alimentación odiaba no ser capaz de tratar a Mira con algo agradable de vez en cuando.

“Un día saldremos y tendremos una cena real para nosotras, una con cinco platillos diferentes. Además del postre,” añadió, untando la mermelada de fresa en una rebanada de pan blanco. “Tal vez tengamos dos postres cada una.”

Mira sonrió bajo el corto velo negro que caía sobre la pequeña punta de su nariz. “Crees qué el postre será de chocolate?”

“Definitivamente de chocolate. Aquí tienes,” dijo, entregándole el plato.

“PB &J, fuertes con la J, y sin costras.”

Renata se apoyó en el mostrador, mientras Mira cortaba un pequeño trozo del bocadillo y se lo comía, como si fuera tan delicioso como cualquier menú de cinco platos que se pudiera imaginar.

“No olvides tomarte tu jugo de manzana.”

“Mmm- está bien.”

Renata clavó el popote en la caja del jugo y lo puso al lado de Mira. Entonces ella quitó las cosas, limpiando el mostrador. Cada musculo tenso cuando oyó la voz de Lex en la habitación.

Se había ido desde el anochecer. Renata no lo había echado de menos, pero no se había preguntado qué era lo que había estado haciendo desde que se había ido. La respuesta se produjo en la forma de una carcajada de una mujer borracha- varias mujeres borrachas, por el sonido de las risas y los chillidos pasando el área principal de la cabaña.

Lex traía a menudo mujeres humanas a casa para servir a su ejército de sangre y entretenimiento general.. A veces las mantenía por varios días. Ocasionalmente compartía su botín con los otros guardias, todos ellos las usaban y borraban el ataque de sus mentes antes de botarlas de nuevo a sus vidas. El estar bajo el mismo techo que Lex cuando estaba de humor fiestero la enfermaba, pero no más de lo que enfermaba a Mira, ya que era expuesta – incluso en la periferia – a sus juegos también.

“Qué está pasando allí afuera, Rennie?” preguntó.

“Termina tu sándwich,” Renata le dijo a Mira cuando dejó de comer para escuchar el alboroto en la otra habitación. “Quédate aquí. Enseguida regreso.”

Renata salió de la cocina y atravesó el pasillo hacia el alboroto.

“Beban, señoritas!” gritó Lex, dejando caer una caja de botellas de licor en el sofá de cuero.

El no consumiría alcohol, ni se favorecía de los favores de la fiesta que conseguía. Un par de bolsas claras, enrolladas, cada una tan rellena, con lo que probablemente era cocaína, y las arrojó sobre la mesa. El sistema de sonido se encendió, un bajo crepitando fuertemente por debajo de la letra de la canción de hip-hop.

Lex agarró a la morena curvilínea con la risa frívola y la colocó bajo su brazo. “Te dije que tendríamos la diversión con nosotros! Ven aquí y muéstrame una gratitud adecuada.”

Ciertamente el estaba en un raro estado de ánimo, de buen humor. Y no era un milagro. Regresó con un buen botín: cinco mujeres vestidas con tacones altos, diminutos tops, y micro faldas. Al principio, Renata adivinó que eran prostitutas, pero viendo más de cerca, que estaban demasiado limpias, demasiado dulces bajo todo ese maquillaje pesado para ser parte de la vida de las calles. Probablemente eran solo ingenuas chicas del club, sin darse cuenta de que el persuasivo, y atractivo hombre que las recogió era en realidad como algo salido de una pesadilla.

“Vengan a conoces a mis amigos,” Lex les dijo al grupo de mujeres mientras se movía hacia los otro machos de Raza para ver la captura de la noche. Hubo un momento de aprensión palpable mientras los cuatro guardias fuertemente armados miraban lascivamente a sus aperitivos humanos. Lex empujó a las tres mujeres hacia los ansiosos vampiros. “No sean tímidas, chicas. Esta es una fiesta, después de todo. Vayan y digan hola.”