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Renata se dio cuenta de que el estaba reteniendo a las dos chicas más bonitas. Típico de Lex, obviamente había reservado lo mejor para él. Renata estaba a punto de girarse y volver con Mira a la cocina – a tratar de ignorar la orgía sangrienta que estaba a punto de comenzar- pero antes de que pudiera dar dos pasos lejos, Sergei Yakut apareció atronador de sus aposentos privados.

“Alexei.” La furia vibraba fuera del vampiro mayor en ondas de calor. Miró a Lex, con ojos brillantes color ámbar. “Has estado fuera durante horas. Dónde estuviste?”

“He estado en la ciudad, padre.” Intentó con una sonrisa generosa, comodiciendo que su tiempo fuera de sus obligaciones no hubiera sido enteramente para servir a sus propias necesidades. “Mire lo que le traje.”

Lex puso una de las mujeres lejos de su resguardo para que Yakut la inspeccionara. Yakut ni siquiera le dio una mirada al premio que Lex le ofrecía. Solo miró a las dos mujeres que Lex guardaba para él mismo.

El Gen Uno gruñó. “Escarbaras la mierda de tus talones y me dirás que es oro?”

“Nunca,” respondió Lex. “Padre, yo nunca lo consideraría.”

“Bien. Estas dos serán,” dijo, indicando a las mujeres de Lex.

Furioso como debería de estar, humillado como él debió sentirlo como un pinchazo a su orgullo. Lex no dijo ni una palabra. Dejó caer su mirada y esperó en silencio a que Yakut recogiera a sus dos compañeras y se dirigiera con ellas a sus aposentos privados.

“No esperamos ser molestados,” Yakut ordenó sombríamente. “Por ninguna razón.”

Lex dio un asentimiento de reverencia contenida. “Si padre. Por supuesto. Cualquier cosa que desee.”

Nikolai oyó música y voces antes incluso de que estuviera a quinientos metros de la cabaña. Se acercó, moviéndose a través del bosque como fantasma, el carro de Lex estaba estacionado en la parte de atrás, el capó (cofre) todavía estaba caliente por el viaje a la ciudad.

Niko no estaba seguro de lo que iba a encontrar. No se esperaba una maldita fiesta, pero eso era lo que parecía que había adentro de la casa principal. El lugar estaba iluminado como árbol de navidad, las luces que salían de las ventanas de la sala donde alguien estaba entretenido con un número de hembras. Rap pesado básico vibraba por todo el camino de tierra por debajo de las botas de Nikolai mientras él se acercaba a un lado del edificio y echaba un vistazo a dentro.

Lex estaba ahí, muy bien. El y el resto de los guardaespaldas de Ykut, reunidos todos en una sala rustica. Tres mujeres jóvenes bailaban en las alfombras de piel en ropa interior, todos ellos claramente embriagados, basado en la cantidad de bebidas alcohólicas y estupefacientes extendidos sobre la mesa más cercana. Los cuatro guardias de Raza aullaban y las animaban, los vampiros probablemente estaban a segundos de abalanzarse sobre las hembras ingenuas.

Lex, mientras tanto, estaba sentado encorvado en un sofá de piel, los ojos oscuros fijos en las mujeres a pesar de que sus pensamientos parecían estar a kilómetros de distancia. No había ninguna señal del pícaro Lex que había estado coqueteando en la ciudad. Sin señales de Sergei Yakut tampoco, y el hecho de que la seguridad entera estaba ilimitada con este pequeño espectáculo hizo que los instintos de Niko cambiaran a alerta roja.

“Qué demonios estas haciendo?” Niko pronunció por lo bajo.

Pero el sabía la respuesta incluso antes de que comenzara a moverse por la parte posterior de la cabaña, donde Yakut tenía sus aposentos privados. Cuando un sutil, pero persistente olor confirmó las sospechas de Niko de su peor temor.

Maldita sea.

El renegado estaba aquí.

Nikolai olió sangre fresca derramada también, proveniente de humano, el aroma era casi abrumador cuanto más se acercaba a la habitación de Yakut. Sangre y sexo, para ser exactos, como si el Gen Uno hubiera estado dando un atracón el solo por un tiempo.

Un grito repentino irrumpió en la noche.

De mujer. Un sonido de terror total, procedente de dentro de las cámaras de Yakut.

Después, disparos amortiguados.

Pop, pop, pop!

Nikolai voló a través de la puerta trasera del refugio, sin sorprenderse al encontrarlo desbloqueado desde fuera y parcialmente abierto. Irrumpió en el cuarto de Yakut, su pistola semi-automática en su mano lista para ser descargada la carga completa de de balas de titanio reforzado.

La escena que lo saludó era una carnicería total.

En la cama estaba Sergei Yakut, tendido desnudo sobre una mujer atrapada bajo su cuerpo sin vida, con la garganta desgarrada donde el vampiro se había estado alimentado de ella apenas unos segundos antes. Ella no se movía, y no había color en la piel de la mujer o el pelo, porque la mayoría de ella estaba cubierta de la sangre de Yakut y la propia. Faltaba la mitad de la cara del Gen Uno. La cabeza de Sergei Yakut era poco más que pedazos de hueso, tejido y sangre del trio de balas que habían sido disparadas a quemarropa en la parte posterior de su cráneo. Estaba muerto y el rengado que lo mató fue también presa del ansia de sangre para darse cuenta de la presencia de Nikolai. El hijo de puta había dejado la pistola que había utilizado para matar a Yakut y actualmente estaba ocupado con otra mujer desnuda que había sido atrapada en la esquina de la habitación. Sus ojos estaban girados hacia atrás y no se movía. Mierda, no estaba respirando bien, aunque el renegado seguía bebiendo de ella, su cuello desecho por los colmillos enormes.

Niko se movió por detrás del hijo de puta y puso el cañón de la Beretta contra su cabeza desgreñada. Apretó el gatillo – dos muertos- con titanio – con explosiones en el cerebro del canalla. El renegado cayó al piso, retorciéndose y con espasmos a causa del golpe. El titanio hacia efecto rápido y el vampiro moribundo lanzó un frito tan fuerte y de otro mundo que sacudió las viejas vigas de madera de la cabaña como un trueno.

Renata salió volando de la cocina con su pistola en ristre. Sus sentidos de batalla habían sido tensados como cuerda de piano, crepitar de disparos distantes y el aullido inhumano que siguieron, procedentes de otro lugar del refugio. La música seguía sonando en la gran sala. Lo visitantes de Lex ya no estaban vestidos y seguían estridentes con el continuo flujo de drogas y alcohol. Las mujeres estaban todas sobre los guardias y estos igual también, y por la mirada hambrienta de los machos de Raza no hubieran notado si una bomba estallará en el cuarto de al lado.

“Idiotas,” Renata los acusó por lo bajo. “Ninguno de ustedes escuchó eso?”

Lex levantó la vista, la preocupación oscureció su expresión, pero ella realmente no estaba esperando una reacción por parte de él. Ella corrió hacia el corredor de la cámara privada de Yakut. El pasillo estaba oscuro, el aire espero. Todo muy silencioso. Demasiado todavía.

La muerte colgaba como un velo, casi asfixiante mientras ella se acercaba a la puerta abierta del alojamiento del vampiro.

Sergei Yakut ya no estaba vivo; Renata sintió la verdad en sus huesos. La pólvora, sangre, y un abrumador, olor dulzón de podredumbre le advirtió que ella caminaba hacia algo terrible.

Aunque nada podría haberla preparado realmente para lo que ella vio cuando giró la chapa de la puerta, el arma levantada y la sostuvo con ambas manos. Lista para matar a quien estuviera en su camino. La vista de tanta muerte, sangre y gore [1], la tomó por sorpresa. Ello estaba por todas partes: la cama, suelo, paredes.

Y también lo fue el asesino aparente de Sergei Yakut.

Nikolai estaba en el centro de la carnicería, su rostro y camisa oscura salpicada de color escarlata. En su mano tenía una gran pistola semi-automática, la punta del barril todavía humeante por su reciente utilización.

“Tú?” la palabra se deslizó de sus labios, la conmoción e incredulidad como una bola de hielo en su intestino. Miró el cuerpo de Yakut -sus restos eliminados- tendido sobre la cama en la parte superior de la mujer sin vida. “Dios mío,” ella susurró, sorprendida de verlo aquí en el pabellón de nuevo, pero aun más sorprendida por el resto de lo que estaba viendo. “Tu… tu lo mataste.”