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“No.” El guerrero movió la cabeza sombríamente. “Yo no, Renata. Había un renegado aquí con Yakut.” Indicó la gran masa de humeantes cenias en el suelo, la fuente del olor ofensivo. “Yo maté al renegado, pero era demasiado tarde para salvar a Yakut. Lo siento,”

“Baja tu arma,” ella le dijo, sin interesarle las disculpas. Ella no las necesitaba. Renata sintió lastima por el final violento de Yakut, un sentimiento de incredulidad la sorprendió de que el realmente estaba muerto. Pero no había dolor. Ninguno que absolviera a Nikolai de su aparente culpa. Apuntó firmemente a su objetivo y se adentro un poco más en la habitación. “Baja tu arma. Ahora.”

El matuvo el control firme en su pistola 9mm. “No puedo hacer eso Renata. No lo haré, no tanto Lex siga respirando.”

Ella frunció el ceño confundida “Qué pasa con Lex?”

“Este asesinato fue obra suya, no mía. El trajo al renegado aquí. El trajo a las mujeres para distraer a Yakut y a los guardias, para que el renegado se pudiera acercar lo suficiente para matarlo.”

Renata escuchó pero mantuvo su objetivo en la mira. Lex era una víbora, seguro, pero un asesino? Realmente tomaría medidas para matar a su propio padre?

Solo entonces, Lex y los otros guardias se acercaron desde el pasillo.

“Qué pasa? Ocurre algo malo adentro-”

Lex se calló cuando llegó a la puerta abierta de la cámara de su padre. En su visión periférica Renata lo vió mirar el cuerpo de Yakut en la cama y después a Nikolai. Se tambaleó hacia atrás – un paso, no mucho más que un respiro. Entonces explotó, mucha rabia. “Hijo de puta! Maldito asesino hijo de puta.”

Lex se lanzó, pero fue un intento a medias, que abandonó completamente cuando la pistola de Nikolai giró en su dirección. El guerrero no flaqueaba, ni su mirada ni un solo músculo. Estaba completamente en calma mientras miraba a Lex por el cañón de su arma, incluso cuando el arma de Renata y la de los guardias apuntaban a él. “Te vi en la ciudad esta noche, Lex. Yo estaba ahí. The Crakhouse*. El cebo que utilizaste para atraer a los vampiros renegados. El hijo de puta que trajiste esta noche… los vi a todos.”

Lex se burló. “Vete a la mierda tú y tus mentiras! No has visto tal cosa.”

“Qué le prometiste al renegado a cambio de la cabeza de tu padre? Dinero no les importa a los adictos a la sangre, la vida de quién le ofreciste como premio- la de Renata? Tal vez esa pequeña niña problema en su lugar?

El pecho de Renata se apretó ante el pensamiento. Se atrevió a dar un rápido vistazo a Lex y lo encontró fríamente burlón ante el guerrero, dando una lenta sacudida de cabeza.

“Dirás cualquier cosa en este momento para salvar tu cuello. No funcionará. No cuando tu mismo amenazaste la vida de mi padre no hace más de veinte horas.” Lex se giró para ver a Renata. “Tu también lo escuchaste decirlo tanto, no es cierto?”

Ella asintió de mala gana, recordando como Nikolai le dio a Sergei Yakut una advertencia muy pública de que alguien necesitaba detenerlo.

Ahora Nikolai había regresado y Yakut estaba muerto.

Madre María, ella pensó, mirando una vez más el cuerpo sin vida del vampiro que la mantuvo prácticamente prisionera por los últimos dos años. El estaba muerto.

“Mi padre no estaba en ninguna clase de peligro hasta que la Orden entró en juego.” Lex estaba diciendo. “Un intento fallido en su contra, ahora,, esto un baño de sangre. Tu esperaste para hacer tu movimiento. Tu y el renegado que trajiste contigo esta noche, esperando una oportunidad para atacar. Solo pudo adivinar que viniste buscando matar a mi padre desde el principio.”

“No,” dijo Nikolai, un destello de luz ámbar en sus ojos azules invernales. “El que estab esperando para matarlo eras tu, Lex. “

En una fracción de segundo, solo mientras ella veía los tendones en su arma flexionarse mientras su dedo comenzaba a presionar el gatillo del arma, Renata disparó a Nikolai con una explosión mental fuerte. Con un pequeño afecto que sintió por Alexei, que no podía colocar esta noche. Nikolai rugió, columna vertebral arqueada, la cara retorciéndose de dolor.

Más efectiva que las balas, la explosión lo tumbó sobre sus rodillas en un instante. Los cuatro guardias irrumpieron en la habitación y tomaron su arma y el resto de sus armas. Los cañones de cuatro pistolas fueron colocadas en la cabeza del guerrero, en espera de órdenes de matar. Uno de los guardias ladeó el martillo, ávido de derramamiento de sangre, aunque la habitación estaba repleta.

“Bájenlas,” les dijo. Miró a Lex, cuya cara estaba repleta de ira, sus ojos azules y brillantes, sus colmillos afilados visibles entre los labios entreabiertos. “Diles que se retiren, Lex. Matarlo no hará nada más que hacernos a todos nosotros asesinos a sangre fría también.”

Increíblemente, Nikolai comenzó a reírse. Levantó la cabeza, con un esfuerzo evidente, mientras la explosión todavía lo sujetaba. “él tiene que matarme, Renta, porque no puede arriesgarse con un testigo. No es cierto, Lex? No puede alguien caminar por ahí sabiendo tu sucio secreto.”

Lex sacó ahora su propia pistola y se dirigió directamente a Nikolai y le puso el cañón de la pistola contra la frente del guerrero. Bruñó, su brazo temblando por la ferocidad de su rabia. Renata estaba inmóvil, horrorizada realmente de que apretara el gatillo. Ella estaba desecha, una parte de ella quería creer lo que Nikolai dijo – que él era inocente- y temerosa de creerle. Lo que había dicho de Lex simplemente no podía ser verdad.

“Lex,” ella dijo, el único sonido en el cuarto. “Lex… no hagas esto.”

Ella estaba a menos de un respiro de golpearlo con algo como a Nikolai cuando el arma lentamente bajó.

Lex gruñó, finalmente dejándolo tranquilo. “Me gustaría una muerte más lenta para este bastardo que la que soy capaz de darle. Llévenlo a la sala principal y conténgalo.” Les dijo a los guardias. “Después alguien y encárguese de cuidar el cuerpo de mi padre. Uno de las hembras en el otro cuarto y sáquenlas de la propiedad. Quiero todo este caos sangriento limpio inmediatamente.

Lex se volvió con una mirada oscura hacia Renata cuando los guardias comenzaron a arrastrar a Nikolai fuera de la habitación. “Si el trata cualquier cosa, dale todo lo que tienes al hijo de puta.”

CAPÍTULO TRECE

Traducido por Aletse

“Pardonnez-moi, Monsieur Fabien. Hay una llamada telefónica para usted, señor. De un Monsieur llamado Alexei Yakut".

Edgar Fabien hizo un gesto despectivo al macho de la Raza que le servía como su secretario personal y continuó admirando el corte nítido de sus pantalones ligeros hechos a la medida en el espejo del armario. Él estaba siendo equipado para un traje nuevo, y, en este momento, nada de lo que Alexei Yakut tuviera que decirle era lo suficientemente importante como para justificar una interrupción.

"Dile que estoy en una reunión y no puede ser molestado".

"Discúlpeme usted, señor, pero ya le he informado de que usted se haya disponible. Él dice que es un asunto urgente. Uno que requiere su inmediata atención personal”.

Con una cavilación Fabien miro hacia atrás furiosamente por debajo de sus pálidas, cejas arregladas. Él no intento ocultar los signos externos de su irritación creciente, que se mostraron por el destello color ámbar de sus ojos y en la repentina, agitación de los colores de sus dermaglifos que se arremolinaban y formaban un arco sobre su pecho desnudo y hombros.

"Basta", él lanzo un golpe al experto sastre enviado de los almacenes de Givenchy del centro de la ciudad. El humano se echo hacia atrás inmediatamente, recogiendo sus alfileres y la cinta de medir y obedientemente alejándose a las órdenes de su maestro. Él pertenecía a Fabien – uno de los muchos Subordinados que el vampiro de la Raza de segunda generación empleaba alrededor de la ciudad. "Fuera de aquí, ustedes dos."