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“No espero que el prisionero despierte hasta más tarde de que seguramente sea alojado en la prisión de contención de Terrabonne”.

Lex miró al líder del Darkhaven. “¿Una prisión de contención? Pensé que esos lugares eran usados para procesar y rehabilitar a los adictos a la sangre- algunos agentes de la ley tienen depósitos para vampiros Renegados.”

La sonrisa de Fabien era tensa. “No hay necesidad de enredarte con los detalles, Alexei. Hiciste lo correcto avisándome sobre el guerrero. Obviamente, un individuo tan peligroso como el ha resultado ser arrestado con consideraciones especiales. Yo personalmente veré que sea tratado de la debida manera. Estoy seguro de que tienes suficiente en tu mente durante estos momentos de inimaginable y trágica perdida”.

Lex gruñó. “Todavía está el asunto de nuestro…acuerdo”.

“Sí”, contestó Fabien, dejando que la palabra saliera lentamente entre sus delgados labios. “Me has sorprendido, Alexei, debo admitirlo. Hay algunas presentaciones que me gustaría hacer en tu nombre. Presentaciones muy importantes. Naturalmente esto requerirá la más completa discreción”.

“Sí, por supuesto”. Lex apenas podía contener su entusiasmo, su codicia por saber más- por saber todo lo que había que saber- justo aquí y ahora. “¿A quien necesito conocer? Puedo estar en tu casa a primera hora mañana por la noche…”

La risa condescendiente de Fabien fue crispante. “No, no. estoy hablando sobre algo tan publico como esto. Esto requerirá una reunión especial. Una reunión secreta, con unos pocos de mis socios. Nuestros socios” el corrigió con una mirada conspiratoria.

Una audiencia privada con Edgar Fabien y sus coetáneos. Lex Estaba prácticamente salivando con solo la idea. “¿Donde? ¿Y cuando?”

Dentro de tres noches. Te enviaré mi coche a recogerte y te traeré al lugar como mi invitado personal”.

“Estoy deseándolo con anticipación” dijo Lex.

El ofreció su mano al macho Darkhaven – su poderoso y nuevo aliado- pero la mirada de Fabien se había desviado desde el hombro de Lex a la ventana rota de la gran habitación del edificio. Esos astutos ojos se estrecharon, y la cabeza de Fabien se movió a los lados.

“¿Tienes a una niña ahí fuera?” preguntó el, con algo oscuro brillando con su mirada rapaz.

Lex se giro, justo a tiempo de ver a Mira intentando eludirse fuera de su vista, su corto velo negro agitándose con el rápido movimiento. “La mocosa sirvió a mi padre o eso le gustaba pensar” dijo desdeñosamente. “Ignórala. No es nadie”.

Las pálidas cejas de Fabien se alzaron ligeramente. "¿Es ella una compañera de Raza?" "Sí", dijo Lex. "Una huérfana que mi padre recogió hace algunos meses."

Fabien hizo un ruido bajo en el fondo de su garganta, en algún lugar entre un gruñido y un carraspeo. “¿Cuál es el talento de la chica?”

Ahora era Fabien quien parecía incapaz de ocultar su ávido interés. El estaba todavía mirando la ventana abierta, estirando su cuello y buscando como si la servicial Mira fuera a aparecer allí de nuevo.

Lex consideró esa entusiasta mirada por un momento, entonces dijo, “¿Te gustaría ver lo que ella puede hacer?”

La mirada brillante de Fabien fue suficiente respuesta. Lex lideró el camino de vuelta a la casa principal y encontró a Mira arrastrándose por el pasillo hasta su dormitorio. El subió y la cogió por el brazo, empujándola para que diera la cara ante el líder Darkhaven. Ella gimoteó un poco ante su áspero tratamiento, pero Lex ignoró las quejas de la mocosa. El quitó su velo y la empujó enfrente de Edgar Fabien. "Abre tus ojos," ordenó él. Cuando ella no accedió inmediatamente, Lex la persuadió con un golpe de sus nudillos contra su pequeña nuca rubia. “Ábrelos, Mira”.

El supo que ella lo hizo porque en el siguiente momento, la expresión de Edgar Fabien pasó de una curiosidad moderada a una declarada de maravilla y sorpresa. El se quedo, paralizado, con la mandíbula floja.

Entonces el sonrió. Una amplia y atemorizada sonrisa. “Dios mío”, respiro él, incapaz de apartar su mirada de los ojos embrujadores de Mira.

“¿Qué ves?” preguntó Lex.

Tomó a Fabien un tiempo antes de responder. “¿Es esto… puede ser posible que esté viendo mi futuro? ¿Mi destino?”

Lex apartó a Mira lejos de él ahora, sin perder el reflexivo agarre de Fabien en la chica, como si el no estuviera preparado para soltarla todavía. “Los ojos de Mira de hecho reflejan hechos futuros” dijo el, colocando el corto velo de nuevo sobre su cabeza. “Ella es una niña notable”.

“Hace un minuto dijiste que ella no era nadie” le recordó Fabien. Los ojos estrechos y calculadores viajaron sobre la chica. “¿Qué estarías dispuesto a aceptar por ella?”

Lex vio la cabeza de Mira girar en su dirección, pero su atención estaba fijada sólidamente en la transacción rápidamente ofrecida enfrente de el. “Dos Millones” dijo el, soltando la cifra de forma casual, como si fuera una cifra trivial. “Dos millones de dólares y ella es tuya”.

"Hecho," dijo Fabien. "Llama a mi secretaria con un numero de cuenta bancaria y la suma te será ingresada en una hora."

Mira se estiró y cogió el brazo de Lex. "Pero no quiero ir a ningún lugar con el. No quiero dejar a Rennie-"

"Cálmate, cálmate, ahora, corazón," arrulló Fabien. El pasó su palma por la parte alta de su cabeza. “Ve a dormir, niña. No más ruido. Duermete ahora”.

Mira cayó hacia atrás, cogida en el trance del vampiro. Fabien la cogió entre sus brazos y la acunó como un bebé. “Un placer hacer negocios contigo, Alexei”.

Lex asintió. "Lo mismo digo," contestó él, siguiendo al líder Darkhaven fuera de la casa y esperando mientras el y la chica desaparecían en un sedan oscuro que estaba parado en el camino.

Mientras la flota de coches viraba, Lex consideró el giro sorprendente de hechos de la tarde. Su padre estaba muerto. Lex era libre de culpas y preparado para tomar el control de todo lo que había merecido durante tanto tiempo. El pronto estaría acompañado por el circulo de elite de poder de Edgar Fabien, y el era repentinamente dos millones de dólares más rico.

No estaba mal para una noche de trabajo.

Renata giro su cabeza a un lado de su almohada y abrió un ojo, una pequeña prueba para ver si la repercusión había pasado finalmente. Su cráneo se sentía como si hubiera sido vaciado y relleno de algodón húmedo, pero era una mejoría sobre la agonía martilleante que había sido su compañero durante las pasadas pocas horas.

Un diminuto pinchazo de luz diurna brilló a través de un pequeño agujero en el postigo de pino. Era de mañana. Fuera de su habitación, la casa estaba tranquila. Tan tranquila que durante un segundó se preguntó si acababa de despertarse de un horrible sueño.

Pero en su corazón, ella sabía que todo era real. Sergei Yakut estaba muerto, asesinado en un asalto sangriento en su propia cama. Todas las grotescas, imágenes empapadas de sangre actuando a través de su mente habían ocurrido. Y lo mas inquietante de todo, era Nikolai quien permanecía acusado y arrestado por el asesinato.

El arrepentimiento corroía la conciencia de Renata. Con el beneficio de una cabeza clara y estando algunas horas quitadas de la sangre y el caos del momento, ella tenía que preguntarse si ella podría haber sido demasiado precipitada al dudar de el. Quizás todos ellos habían sido demasiado precipitados en condenarlo – Lex en particular.La sospecha de que Lex podría haber tenido algo que ver en la muerte de su padre- como Nikolai había insistido- puso un nudo de malestar en su estómago.

Y entonces estaba la pobre Mira, demasiado joven para ser expuesta a tanta violencia y peligro. Una parte mercenaria de ella se preguntaba si ambos podrían ser mejores ahora. La muerte de Yakut había liberado a Renata de su control sobre ella. Mira era libre también. Quizás esta era la oportunidad que ambas necesitaban- una oportunidad de ir a algún lugar más allá del recinto y sus muchos horrores.Oh, Dios. ¿Se atrevía a desearlo?