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"No" dijo Fabien. "Es usted quien va a morir. A menos que comience a hablar ahora, voy a poner este tubo en su garganta y abrir la válvula. No voy a cerrarla hasta que me indique que está listo para cooperar."

Jesucristo. Él lo estaba amenazando con una sobredosis. Los vampiros de la Raza no pueden manejar mucha sangre a la vez. Esto significaría Sed de Sangre casi segura. Lo que lo volvería un Renegado, un billete de ida a la miseria, la locura y la muerte.

"¿Te gustaría hablar ahora, o comenzamos?"

Él no era idiota como para pensar que Fabien o sus compinches lo liberarían, incluso si escupía detalles acerca de las tácticas de la Orden y las misiones en curso. Infierno, podría tener una garantía sólida de quedar libre, pero que lo condenaran si traicionaba a sus hermanos sólo para salvar su propio cuello. Así pues, así era, entonces. A menudo se había preguntado cómo se iría.

Había imaginado que se iría en un resplandor de gloria, una lluvia de balas y metralla, había esperado tener una docena de mamadas. Él nunca se imaginó que sería algo tan lamentable como esto. El único honor era el hecho de que moriría manteniendo los secretos de la Orden.

"¿Estás listo para decirme lo que quiero saber?" Fabien preguntó.

"Vete a la mierda" Niko soltó, más enojado que nunca. "Tanto usted comoDragos pueden irse directamente al infierno."

La mirada de Fabien chispeó de rabia. Obligó a Nikolai a abrir la boca y le metió el tubo de alimentación en la profundidad de su garganta. Su esófago se contrajo, pero incluso su reflejo nauseoso era débil debido a los sedantes que corrían a través de su cuerpo.

Hubo un suave clic cuando la válvula en el brazo del humano se abrió. La sangre se derramo en la parte posterior de la boca de Nikolai. Se atragantó con ella, trató de cerrar la garganta y rechazarla, pero había demasiada-un flujo interminable que bombeaba rápidamente de la arteria del anfitrión de sangre.

Niko no tenía más remedio que tragar.

Se tragó el primer bocado. Luego otro.

Y aún más.

Andreas Reichen estaba en su oficina de Darkhaven examinando las cuentas y los e-mails recibidos en la mañana cuando notó el mensaje que esperaba de Helene en su bandeja de entrada. El tema era un simple puñado de palabras que hicieron a su pulso golpetear con interés: encontré un nombre para ti.

Hizo clic en abrir el correo electrónico y leyó la breve nota.

Después de algunos trabajos de investigación determinados, Helene había conseguido el nombre del vampiro que su desaparecida chica del club había estado viendo recientemente.

Wilhelm Roth.

Reichen lo leyó dos veces, cada molécula en su torrente sanguíneo cada vez haciéndose más frío mientras el nombre se hundió en su cerebro. El e-mail de Helene indicaba que todavía estaba cavando en busca de más información y que le informaría tan pronto como tuviera más.

Jesús.

Ella no podía saber la verdadera naturaleza de la víbora que había descubierto, pero Reichen sabía mucho.

Wilhelm Roth, el líder del Darkhaven de Hamburgo y uno de los individuos de mayor poder en la sociedad de la Raza. Wilhelm Roth, un gángster de primer grado, y alguien a quien Reichen conocía muy bien, o lo había hecho en un tiempo.

Wilhelm Roth, quien estaba emparejado con una ex amante de Reichen-la mujer que había tomado un pedazo del corazón de Reichen cuando ella lo dejó para estar con el rico, macho de segunda generación de la Raza que podía darle todas las cosas que Reichen no podía.

Si la empleada desaparecida de Helene había estado asociada con Roth, era seguro que la muchacha estaba muerta. Y Helene… buen Cristo. Estaba ya muy cerca del canalla sólo por haber aprendido su nombre. ¿Si ella continuaba la búsqueda de información más cercana sobre él…?

Reichen cogió el teléfono y marcó a su celular. No hubo respuesta. Él trató en su piso en la ciudad, maldiciendo cuando la llamada se fue a buzón de voz. Era demasiado temprano para que ella estuviera en el club, pero marcó de todos modos, maldiciendo la luz del día que lo mantenía atrapado en su Darkhaven e incapaz de conducir para hablar con ella en persona. Cuando todas las opciones fracasaron, Reichen devolvió una respuesta por correo electrónico.

No hagas nada más en lo referente a Roth. Él es muy peligroso. Contáctame tan pronto como recibas este mensaje. Helene, por favor… ten cuidado.

Un camión de equipo médico se detuvo en la puerta de entrada de un modesto, edificio de dos pisos de ladrillo a unos cuarenta y cinco minutos del centro de Montreal. El conductor se asomó a la ventana y escribio una breve secuencia en un teclado electrónico situado en el quiosco de la seguridad exterior. Después de un momento o dos, la puerta se abrió y el camión rodó en su interior.

Debía ser día de entregas, ya que era el segundo vehículo de suministro que Renata había observado que entraba o salía desde la posición especial que tenía desde que llego hace poco tiempo. Ella había pasado la mayor parte del día en la ciudad, escondida en el coche de Lex mientras se recuperaba de su peor reverberación de la mañana. Ahora era el final de la tarde. Ella no tenía mucho tiempo-sólo unas pocas horas antes de que cayera la tarde y creciera el espesor de la noche con depredadores. No mucho antes de convertirse en la presa.

Ella tenía que hacer la mayor parte esta vez, por lo que se encontraba vigilando en el camino aislado, la puerta con cámara monitoreada de un edificio peculiar en la ciudad de Terrabonne. No tenía ventanas, ni señalización en el frente. Aunque ella no podía estar segura, su instinto le decía que la losa cuadrada de hormigón y ladrillo en el final del camino de acceso privado era el lugar que Lex había mencionado-las instalaciones de contención, donde Nikolai estaba detenido.

Ella rogó que fuera, porque en este momento, el guerrero era lo único cercano a un aliado que tenía, y si ella quería encontrar a Mira, si quedaba alguna posibilidad de recuperar a la niña del vampiro que la tenia en este momento, ella sabía que no podía hacerlo sola. Pero eso significaba encontrar a Nikolai en primer lugar, y rezar por encontrarlo vivo.

¿Y si estaba muerto? ¿O si estaba vivo, pero se negaba a ayudarla? ¿O si decidía matarla solo por su papel en su arresto ilícito?

Bueno, Renata no quería considerar donde la dejaría cualquiera de esas potencialidades. Peor aún, donde dejaría a una niña inocente que dependía de Renata para mantenerla a salvo.

Así que, ella esperó y vio, calculando una manera de pasar más allá de la puerta de seguridad. Otro camión de abastecimiento rodó a la entrada. Llegó a una parada y Renata aprovechó la oportunidad.

Saltó del coche de Lex y cayó en el suelo, ella corrió a lo largo de la parte trasera del vehículo. Mientras que el conductor tecleaba su código de acceso, saltó en el parachoques trasero. Las puertas del remolque estaban cerradas, pero ella pasó sus dedos alrededor de las asas y se mantuvo mientras la puerta se abría y ruidosamente el camión se tambaleaba a través de ella. El conductor dio la vuelta en la parte trasera del edificio, después de un tramo de asfalto que llevaba a un par de embarques y compartimiento de recepción. Renata se subió al techo de la caravana y se colgó con fuerza mientras el camión volvía a dar vuelta y comenzaba a retroceder en un muelle vacío. Al acercarse al edificio, un sensor de movimiento hizo clic y la puerta de recepción se levanto. No había nadie esperando en la luz del día que llenaba la apertura del hangar, pero si el lugar estaba en poder de la Raza, cualquier persona en esta área se estaría curruscando después de algunos minutos en el trabajo.

Una vez que el camión estuvo en el interior por completo, la gran puerta empezó a descender. Hubo un segundo de oscuridad entre el cierre del compartimiento y el revoloteo electrónico de las luces fluorescentes de arriba viniendo.

Renata bajó y saltó del parachoques trasero mientras el conductor bajaba del camión. Y ahora, saliendo de una puerta de acero en el otro lado del espacio, estaba un hombre musculoso en un uniforme oscuro estilo militar. El mismo tipo de uniforme como los usados por los Agentes de Ejecución que Lex había llamado para detener a Nikolai anoche. Completado con una pistola semiautomática enfundada en su cadera.